«Al principio, la gente se pensaba que el presidente eras tú»
Miguel Ángel Revilla y Manuel Fernández ·
Manolo ha sido durante casi treinta años su chófer, y ahora, felizmente jubilado, repasa con él la colección de anécdotasSecciones
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Miguel Ángel Revilla y Manuel Fernández ·
Manolo ha sido durante casi treinta años su chófer, y ahora, felizmente jubilado, repasa con él la colección de anécdotasManuel Fernández –Manolo en la corta distancia–, tiene muy en cuenta que Miguel Ángel Revilla siempre le ha sentado con él a la mesa a comer, con personalidades y hasta con ministros, y eso que solo era el chófer. No un chófer cualquiera, porque ha ... estado casi treinta años con él, hasta ser «como de la familia» para el presidente. «Probablemente he estado más contigo que con mi mujer, y me conoces mucho mejor». Manolo, recién jubilado de la Administración regional, se toma con humor las exageraciones de Miguel Ángel a la hora de contar las batallas que han vivido juntos.
–Me han puesto un nuevo conductor, y bien ¿eh?, no estoy descontento, pero te echo mucho de menos: hemos estado en Barcelona, en Valencia, en Aragón, en Navarra... cantidad de viajes. Yo me acuerdo al principio, cuando no me conocían tanto, sobre todo fuera de Cantabria, que la gente se pensaba que el presidente eras tú. Y es que la percha tuya, que siempre ibas de Emidio Tucci, de corbata, y yo iba de cualquier manera...
–Hombre, el presidente siempre sabe todo el mundo que es usted, al principio también. Me parece un poco exagerado.
–Es que son muchísimos recuerdos de viajes. recuerdo muy bien aquel viaje que hicimos a Zaragoza...
–Zaragoza... ¿la conferencia de Vivienda de Borrell?
–Era cuando veníamos y paramos en Calahorra a comer en el parador, creo que de las pocas veces que no hemos comido juntos. Aquel día, como yo estaba con otra persona que no era de confianza y venía a contarme cosas relacionadas con una ley que se iba a publicar, me acuerdo que te pusiste al margen. Estaba el parador lleno de gente y, de repente, al final de la comida, vemos una llamarada y se me escapó decir en alto '¡de Aguayo tenía que ser!'. ¿Qué es lo que te pasó que se armó ahí una explosión?
–Yo me senté en otra mesa, como hacía si no me invitan a la mesa presidencial. Allí vino una chica, '¿qué desea comer?', pues no sé qué comí; el postre, '¿qué desea?'. 'Bombón glass al licor'. Trajo una bandeja con una bola como de chocolate grande, después trajo una botella de chinchón, que echó así por encima, y prendió con una cerilla y salió una llamarada. No pasó más. Al día siguiente, una visita de carreteras por la zona de Treceño, y ahí lo contó usted a su manera: 'El otro día, la más gorda que me ha pasado a mí ha sido con Manolo en Calahorra. ¿Qué pediste?'. 'Bombón glass al licor'. 'Manolo es que come solo cosas francesas: suflé, bombón glass... Bueno, pues la camarera prendió fuego, se prendieron las cortinas, hubo que desalojar el comedor. La comida de mi acompañante y la mía, 11.000 pesetas; la de Manolo, 17.000'. Aquello fue una comedia, que se reía la gente a carcajada limpia, y yo, rojo, amarillo, verde y de todos los colores.
Se ponen a contar otra aventura: la de la trucha. En resumen, que a Manolo le pilló un guarda pescando el día antes de que se abriera la veda y le puso 47.000 pesetas de multa por el pez.
–Eso de la trucha lo sabía después media Cantabria, porque en todas las comidas decía: ¿No sabéis lo que le ha pasado a Manolo? Como está gordo no va a pescar donde voy yo –porque yo me subo los ríos, tengo que hacer escalada–, pero él tiene que ir a los sitios llanos, al pantano de Alsa. Llega el guarda, había muchos pescando, echa los prismáticos... aquel gordo lo podemos coger. Le ha metido por la trucha 70.000 pesetas'. Yo decía, '47'. 'Bueno, pues 47, ya es bastante'.
–El día que te has marchado me he llevado un disgusto. Me alegro muchísimo de que te acomodes a esta nueva vida, porque yo no he llegado a imaginarme nunca jubilado. Sí sé que yo de jubilado tengo dos aficiones, que entonces sí me ocuparían el tiempo. Ahora, por ejemplo, ir a coger setas; y la otra, la pesca. Que tú, además, eres aficionado a la pesca y lo has dejado. Creo que debes volver, porque tú eres un gran pescador.
–Bueno, un pescador mediocre.
–Hombre, esa trucha que cogiste era buena: era grande y, además, cara. la trucha más cara que se haya pescado en Cantabria. Como el campanu casi.
El presidente asegura que Manolo es un conductor de primera. «No hemos tenido ni una rozadura con el coche». Pero él recuerda algún apuro, como cuando, en León, no acertaba a encontrar el coche, Miguel Ángel y su mujer, Aurora, esperando a que les recogiese, y él «ofuscado». «Aquella vez me quedé un poco así como atontado, no sé qué pasó».
–Además de ser un buen conductor siempre has estado preocupado de si alguien me decía alguna cosa desagradable o incluso me podía llegar a tirar de la chaqueta. Eso Manolo no lo perdonaba.
–Si yo me he portado bien con usted es porque usted lo ha hecho conmigo. Yo antes he estado con más políticos: nunca vi a un presidente tratar así a su conductor. No es una relación como se podría pensar. ¡El presidente de la Comunidad! ¡Buenas tardes, señor presidente!, y de ahí ya no pasamos. Evidentemente que no somos iguales, pero la relación que usted admite es de igual a igual. Yo aquí no me he sentido la rueda ni el volante del coche, cosa que sí me ha ocurrido con otras personalidades.
–Para mí, el que está conmigo tiene que estar al mismo nivel que yo, y siempre todos los conductores comen donde como yo y lo que como yo. Incluso con ministros has estado sentado en la mesa como uno más, porque yo no considero que nadie es más que nadie, y que cada uno, haciendo bien su trabajo, es un fuera de serie. Es lo que tenemos que hacer, cumplir en la tarea que nos encargan de la manera más normal. Lo de presidente es una coyuntura, no me lo he creído. Cuando dejé de serlo probablemente fue la etapa más feliz de mi vida, los cuatro años...
–Eso es cierto, porque nunca le he oído presumir. Siempre al nivel de los que estamos más abajo. No sé, es otra manera.
–Manolo, que nos sigamos viendo muy a menudo. Te veo bien, muy relajado, muy feliz. A ver si me jubilo pronto y nos vamos a pescar un día o a coger algunas setas.
–Cuente conmigo.
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