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El patio del colegio Manuel Llano de Terán, en Cabuérniga, no es un patio. Es más grande que el edificio. Está enclavado en una inmensa finca con árboles, columpios y zona infantil. Aquí nada es de hormigón, a excepción de la pista polideportiva, y se puede acceder a un hermoso castañar que está al lado. Es una de las ventajas que tienen sus 94 alumnos. Pero no es la única. Los colegios rurales tienen las ratios más reducidas, lo que a los docentes, alumnos y familias aporta «mucha más tranquilidad» en la 'vuelta al cole' que hoy se vivirá en Cantabria, donde más de 46.000 escolares de Infantil y Primaria retoman las clases. «La preocupación por la salud es la misma aunque somos unos privilegiados», afirma su jefa de estudios, Soraya Carrillo. «Nuestra clase más numerosa es de quince alumnos», añade a continuación.
Por una vez se ha invertido la situación y el mundo rural es mirado con envidia desde la ciudad. «El ser menos, en esta ocasión, es más», relata Manuela Ortiz, maestra de Primaria, Infantil e inglés en el Colegio Rural Agrupado Río Pisueña. «Al haber menos niños, el riesgo es menor», comenta su directora, Jésica Torre. Este curso se han mudado de Tezanos a Santibáñez para tener más espacio y poder hacer grupos de seis o siete. Allí irán 25 alumnos y otros 21 darán clase en el otro centro que comparten con un colegio concertado en Villacarriedo.
Lo que no quieren es que esta tranquilidad se transforme en relajación. «Debemos seguir al pie de la letra las medidas de seguridad. Que podamos controlar mejor, al ser grupos tan reducidos, no quiere decir que estemos exentos de contagiarnos», sentencia rotunda Azucena Escudero. Es la alcaldesa de San Pedro del Romeral, además de la directora, maestra y otros cuantos cargos más del colegio Nuestra Señora del Roble. Es uno de los más pequeños de Cantabria. Allí están matriculados nueve alumnos: cinco en Infantil y cuatro en Primaria. «Lo bueno es que podemos seguir el protocolo a rajatabla porque disponemos del espacio suficiente», relata. Eso le permite repartir a los niños en dos aulas, que saldrán al recreo a la misma hora pero en lugares diferentes porque allí, como en Terán, no tienen problema para garantizar la distancia de seguridad. Les sobra terreno.
Pero no todos los centros harán lo mismo. En Liébana, por ejemplo, les resulta imposible. «No tiene mucho sentido plantear aquí aulas escalonadas o la salida al patio en horarios diferentes. En Espinama –adonde acudirán 7 en total– tenemos cuatro niños de cinco años en Infantil, y dos de ellos son hermanos. De los tres que hay en Primaria, tres están en cuarto y uno en tercero; y una niña de los de cuarto es hermana de uno de los de Infantil», explica Sonia García, directora del Colegio Rural Agrupado de Liébana, que además del de Espinama cuenta con otro centro en La Hermida al que hay apuntados ocho chicos.
Uno de los problemas a los que se enfrentan los colegios pequeños es inherente a la idiosincrasia de los pueblos. «En Terán, por ejemplo, lo notamos este martes durante el primer día del claustro de profesores. Por la ventana se veía a los niños jugar sin mascarillas o muy cerca unos de otros. Es normal aquí donde todos tenemos relación con todos, pero una vez dentro del recinto escolar debemos cumplir las normas. Hay que eliminar, tanto ellos como nosotros, esa falsa seguridad que proporciona el sentirte más protegido», explica Torre. Los docentes están convencidos de que los alumnos lo entenderán. «Durante el confinamiento ya nos demostraron que son más responsables que los adultos. Nos dieron una auténtica lección», apostilla Mónica González, secretaria, coordinadora TIC y tutora de Infantil en el Colegio Río Pisueña.
La preocupación de este tipo de centros, en cambio, gira en torno a su forma de aplicar y entender la enseñanza. «El trato es más familiar, a veces haces de profesora y un poco de madre porque tienes muchísima relación con ellos», explica Escudero. «Lo que más tememos es perder nuestra principal seña de identidad: la cercanía», añade Ortiz. «Ofrecemos una educación individualizada, prácticamente como si fuera una clase particular», recalca. En otros casos, donde los alumnos de varios cursos están agrupados bajo el mismo techo, las clases sirven para que unos repasen los conocimientos adquiridos y viceversa. Cuando los mayores avanzan en el contenido, los más jóvenes se familiarizan con las enseñanzas futuras; y cuando los pequeños estudian, los sénior repasan.
De lo que no tienen dudas los docentes es que lo mejor, en este tipo de educación, es regresar a las aulas. «Los profesores queremos empezar. Creemos que la educación presencial es mucho mejor y sobre todo en este tipo de centros donde podemos disfrutar de ratios tan bajas», asegura la directora del CEIP Manuel Llano de Terán.
La seguridad que aporta ser menos en clase ha puesto en el candelero a los centros educativos rurales, que han sumado más matrículas en este curso que en otros anteriores. Aun así, creen que no se apoya suficientemente este modelo. «Poca gente ve la importancia de la educación rural, yo no observo esa apuesta ahora que tanto se habla de los pueblos y de la importancia del sector primario», explica García. «Pero esto también depende de las familias, que si no mandan a sus hijos a nuestros 'coles', pues acabarán desapareciendo», apostilla. «Yo no pido que se reabra la escuela del pueblo donde vivo, pero sí me encantaría que el colegio donde trabajo no peligre curso tras curso por la posible unión de aulas por falta de niños», reflexionó en su muro de Facebook Luisa, una de las profesoras de Infantil del CEIP Manuel Llano de Terán. Buscaba el efecto llamada. «Cuando lo busquéis en el mapa, os daréis cuenta de que no está tan lejos 'del mundo'. No quiero entrar en valoraciones de otras personas, sólo aportar información para aquellas personas que se planteen un cambio de vida y quieran matricular a sus hijos en mi centro, donde las clases no superan los 10-12 alumnos», añadió.
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Colegio Público San Roque. Oreña (Alfoz de Lloredo): 4 alumnos.
Colegio Público Villasuso. Villasuso de Cieza (Cieza): 6 alumnos.
CEIP Valle de Polaciones. Puente Pumar: 6 alumnos.
Colegio Público de Bielva. Bielva (Herrerías): 7 alumnos.
Colegio Nuestra Señora del Roble. San Pedro del Romeral: 9 alumnos.
Colegio Público Besaya. Somahoz (Los Corrales de Buelna): 9 alumnos.
Colegio Público Elsedo. Mogro (Miengo): 11 alumnos.
Colegio San Andrés de Luena. San Andrés de Luena (Luena): 12 alumnos.
CRA de Liébana. Espinama y La Hermida: 15 alumnos entre los dos.
Colegio Niño Jesús de Praga. Tanos (Torrelavega): 18 alumnos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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