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«El deber del historiador es intentar contar lo que pasó con exactitud y honestidad». El lema preside la presencia de Paul Preston (Liverpool, 1946) en internet. Miembro de la Royal Historical Society y la British Academy, es uno de los hispanistas de referencia y ... una de las voces más demandadas cuando se trata de ver la intrahistoria española desde fuera. Autor de obras como 'El holocausto español' e 'Idealistas bajo las balas', entre muchas otras, el historiador, que viajó a España por primera vez en los sesenta, ha combinado en su densa y prolífica trayectoria la historia social y política con biografías de éxito. El pasado viernes fue investido doctor 'honoris causa' por la Universidad de Cantabria. Preston lamenta que «hoy en día en toda Europa la democracia está en peligro por muchas razones».
-¿Qué significado tiene el 'oficio' de hispanista en el siglo XXI?
-Depende del concepto que cada uno tenga de él. Aunque a los historiadores expertos en España se nos llama hispanistas, hispanista es más bien el experto en literatura y lengua, este concepto se ha expandido a historiadores e incluso ha adquirido un cierto tinte romántico (como el de los viajeros). Si uno se refiere a los historiadores británicos o franceses interesados en España, al estar protegidos en la distancia de la posible represión o censura académica del franquismo tuvimos más posibilidades de profundizar en ciertos temas, es verdad. Pero en el siglo XXI ustedes viven en una perfecta democracia y tienen espléndidos historiadores que abordan sin temores ni censuras cualquier tema. Personalmente siempre he concebido mi 'vocación' como la de explicar la historia, en mi caso de España a mí mismo y, espero, a mis lectores; por eso procuro escribir sin demasiados academicismos aunque sin disminuir el rigor de la investigación, y lo hago de una manera amena para que llegue al mayor número de lectores.
-Tal como rezaba la distinción, «ha contribuido a desarrollar una cultura política democrática». ¿Un pilar y un fundamento esencial al que acechan muchos peligros?
-Por supuesto que la frase es un gran halago. Cada historiador todo lo que hace pasa por un filtro de sus creencias y su ética y, en mi caso, creo que las cosas las veo desde la óptica de un demócrata. Una parte importante de mi simpatía por los españoles está reflejada en dos de mis libros: 'La destrucción de la democracia' y 'El triunfo de la democracia'. Desgraciadamente hoy en día en toda Europa, y no solo en el Este, sino también en mi propio país (supuestamente un pilar de la democracia) esta democracia está en peligro por muchas razones. El contexto es la polarización causada por el 'Brexit', pero el método para hacer peligrar la democracia estriba en la manipulación de los medios y sobre todo de las redes sociales. Y ahí los historiadores somos impotentes aunque debamos seguir apegados a nuestros valores y a defender la verdad.
-¿Cuál es su vínculo con investigadores de esta universidad?
-Por ejemplo, mi madrina en esta ceremonia, María Jesús González, estuvo como 'research fellow' en el centro durante dos años, entre 1999 y 2001, como investigadora postdoctoral trabajando sobre la cultura política en la Restauración, a lo que luego sumó su interés por las sufragistas británicas. Aquella estancia, a la que siguieron otras muchas, supuso el comienzo de una fructífera relación académica. Además, a lo largo de los años(desde que vine a esta universidad en 1981) pude establecer una buena relación profesional con historiadores contemporáneos de la UC como Manuel Suárez y Ángeles Barrio.
-La mirada ajena, o desde fuera, suele ser la más lúcida. ¿Cómo ve la España del presente?
-La veo en el mismo contexto que al resto de Europa; ni más ni menos. Sufriendo los embates de los efectos de la crisis y la austeridad, los populismos, los nacionalismos, el ascenso de los partidos de ultradecrecha, el temor a la inmigración... Pero mi oficio no es interpretar la actualidad. Bastante problema tengo con intentar interpretar el pasado como para interpretar un presente tan fluido.
-¿Qué fija ahora más su mirada entre sus objetivos presentes o inmediatos?
-Ahora, a mi pesar, me he involucrado en el proyecto de escribir una historia de España desde la primera República hasta la actualidad. Con la esperanza de hacerlo más interesante para mí y también para el futuro lector, decidí abordarla con la perspectiva de una temática triple: la corrupción, la incompetencia política y las fracturas y divisiones sociales que se derivan de los dos primeros temas. Ha sido casi como escribir la historia del 'Brexit' y, como el 'Brexit', es una fuente de perplejidad y desasosiego. Con este tema, he tenido que abandonar temporalmente mis aficiones biográficas aunque he aprendido mucho de ciertas figuras como Antonio Maura, Francesc Cambó y el general Miguel Primo de Rivera. Todavía estoy lejos de llegar a conclusiones finales sobre el misterio central, o sea, por qué un país, sea España o Gran Bretaña, adquiere una clase política incompetente e indiferente al interés nacional.
-¿El historiador limpia el pasado de las impurezas de los vencedores?
-El historiador es aquel que estudia, maneja e interpreta las fuentes con rigor científico, por doloroso que sea el proceso para llegar a unas conclusiones y hace su oficio, escribir historia. Si esa historia ha sido manipulada por 'los vencedores' el historiador intenta desvelar la realidad y en ese sentido, claro, sí limpia las impurezas.
-Yo estaba interesadísimo en la Europa de entreguerras y en la Guerra Mundial y, tras estudiar con Hugh Thomas y leer a Brenan, entre otros factores, conocí la Guerra Civil española y me pareció que constituía la gran cornucopia, ese laboratorio vivo de los protagonistas, las ideologías y contiendas de la Guerra Mundial. En ella estaban presentes el fascismo y Mussolini, el estalinismo y el troskismo, el nacionalismo, la Iglesia, el anarquismo y la lucha agónica de un pueblo por la democracia que poco después sacudiría a toda Europa...Eso para empezar, desde el punto de vista científico; y luego la calidez de los españoles. Siempre he sido bien recibido en España y rápidamente he establecido lazos y lógicamente empatía con este país.
-Los déficits en la educación son un lastre para cualquier sociedad, sea la española o la británica y constituyen la raíz de muchos problemas que vivimos en la actualidad. De nuevo, aunque parezca una obsesión, creo que el papel desvirtuador de los medios sociales tiene una importancia enorme en ese déficit educativo.
- Uno tiene la sensación de que el pasado está cargado de 'fake news'...
-Conforme nos vayamos acercando al presente esto sí que es cierto. Sin embargo también sucede con el régimen de Franco. Si realmente los franquistas estuviesen tan orgullosos de lo que hicieron e incluso ahora que sus sucesores que alardean de ello, habría que preguntarse por qué hubo tanto empeño en destrozar papeles y sigue habiéndolo al obstaculizar el acceso a los archivos. Una de las cosas que facilitó las falsificaciones de la dictadura fue precisamente que en contraste con lo que paso con Hitler y Mussolini, Franco sobrevivió 40 años tras la guerra y en esos 40 años hubo por una parte un lavado de cerebro nacional, y por otra una reestructuración de la imagen internacional de su régimen y una reinvención de su propia personaje: Todo eso llenó el pasado franquista de fake news.
-¿Nunca se superará la visión de la memoria histórica como problema?
-Se puede superar, por supuesto, facilitando acceso a los archivos, facilitando las exhumaciones de las fosas comunes, anulando los registros jurídicos criminales de los ajusticiados... En resumen; implementando la ley de memoria histórica de 2007, que no se ha llevado a cabo por falta de medios económicos.
-¿El problema catalán supone una verdadera amenaza a la unidad?
-No debe confundirse independentismo y catalanismo. Sé que mi opinión puede tener peso y repercusiones. También que puede ser (como ha sido en ocasiones) distorsionada. Y tengo muy claro que en un momento en que el proceso está sub júdice y, a la vez, España está sometida a un múltiple proceso electoral yo, como observador externo pero como historiador alejado de la inmediatez de la realidad, debo omitir mi opinión y respetar su resolución democrática en su país.
-¿La tentación de la hagiografía siempre está presente ?
- Siempre he dicho que una buena biografía es aquella que después de su lectura debe dar la impresión al lector de haber conocido al personaje. Para que el biógrafo pueda transmitir esta sensación al lector tiene que haber logrado él mismo esta misma sensación de haberlo conocido. Si hablo de mis propias experiencias, y también de mis lecturas de otras biografías es fácil que acercarse a un personaje se puede crear o excesiva admiración (según las fuentes) o un síndrome de Estocolmo. Pero, por ejemplo: la única biografía que yo he hecho de un personaje que he conocido, relativamente bien, personalmente es la de Carrillo. Y al empezar a profundizar en fuentes, etc., lo que empezó siendo una cierta admiración se convirtió en una crítica implacable al personaje basada en documentación histórica y no en simpatías o antipatías. En cambio, en el caso del rey Juan Carlos, por ejemplo, cuando empecé a pensar en él (en torno a 1974) compartía la visión de los antifranquistas de que de que él sería Juan Carlos el breve; el pelele de Franco. Y, por el contrario, para mi sorpresa terminé escribiendo el retrato de una gran figura histórica.
-Creo que después de 40 años investigando y meditando sobre Franco le entiendo bastante bien como militar y como político. Lo que me sigue resultando un misterio es cómo una persona tan cínica y realista en temas militares, políticos y de dominio de sus subordinados haya sido tan inocente y supersticioso. Franco era, personalmente hablando, un enigma, con aspectos bastante cómicos: un hombre que pagaba a un alquimista y a un tramoyista que le ofreció confeccionar un polvo que disuelto en agua creaba el petróleo; o que pensaba que Juan XXIII era masón; o que Pablo VI era bolchevique; o que el mundo estaba regido por un superestado masónico que no se sabía si estaba en la luna o debajo del Atlántico y al cual obedecían los gobiernos de Washington y Londres.
-Diría que no. Claramente hay fallos posteriores, etc. Pero el proceso de lo que sucedió entre la muerte de Franco y la aprobación de una Constitución democrática en un contexto tan hostil fue un verdadero milagro del cual el pueblo español debe estar muy orgulloso. Había que tener mucho tacto. Era una situación dificilísima (el Ejército, la Policía, la Guardia Civil, educados y adiestrados en el franquismo, los falangistas armados...) ¿Se pueden mejorar cosas? Podrían haberse hecho mejor, claro que sí, pero insisto hay que entender el contexto o, dicho de otra manera, esperar que los políticos fueran clarividentes es demasiado...
-¿El 'Brexit' es un bucle surgido de la mediocridad política?
-Es un producto de varios factores; entre ellos ciertamente la mediocridad e incompetencia política de nuestros líderes; la cobardía de David Cameron que dio prioridad a una mini guerra civil en su partido en lugar de las necesidades nacionales y, finalmente, para tener apoyo social- popular, etc. Hay que examinar el impacto de los años de una feroz austeridad impuesta por su partido. Este último factor se tradujo en un resentimiento a la clase política de Londres que fácilmente fue convertido en un resentimiento a la UE por la manipulación de los medios mayormente conservadores. Me refiero a los medios impresos y sociales ahora bajo investigación, al igual que lo está la posible injerencia rusa.
- ¿Cómo analiza la aparición de la ultraderecha a través de Vox?
-Son varios los factores que han 'liberado a la bestia'. Hay una mezcla de muchas cosas: el resentimiento a la austeridad, al inmigrante, entre otras; pero también un nacionalismo exaltado -con claras reminiscencias franquistas en algunos casos- que estaba larvado, oculto o disuelto en minorías en el PP o en gente sin opinión manifiesta y, evidentemente, se ha potenciado y aglutinado a partir del ascenso del fenómeno independentista, pero también, no hay que olvidarlo, alimentado y alentado por sus hermanos ultras en Europa.
-¿Franco ha dejado latente un nacionalismo español mal entendido?
-Ya he dicho que no es bueno tener un lugar de peregrinaje para un dictador culpable de tanto sufrimiento. Esto sería impensable en Alemania con Hitler. Impensable en Italia con Mussolini. Pero existe el Valle de los Caídos. Teóricamente habría que sacarle de ahí y lo mejor sería no trasladarle a otro lugar público donde se repetiría el culto, sino organizar un funeral naval con todos los honores de los suyos y de su familia y dejaría que sus restos reposaran en el fondo del mar. Sobre el nacionalismo de Franco, éste dividía el país en dos: vencedores y vencidos, España y la anti-España y, por tanto, lo suyo no daba lugar a dudas: era un nacionalismo muy 'bien entendido', el nacionalismo excluyente establecido por los vencedores.
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