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Ayudar a las mujeres en situación de vulnerabilidad y riesgo de exclusión es el objetivo del Proyecto Anjana, llevado a cabo por Cáritas Diocesana de Santander. El Diario Montañés, a través de la venta de los dorsales de la Marcha de la Mujer, que ... se celebrará el próximo 12 de marzo por la mañana en la capital cántabra, recaudará fondos para esta acción social que ha atendido en este último año a más de 130 mujeres. Cinco voluntarios, una coordinadora de área y dos técnicos, entre los que se encuentra Natalia Froncedo, ponen todo de su parte para acompañar en el proceso a las participantes.
-¿Cómo nace el Proyecto Anjana?
-Esta iniciativa surge en torno al año 1987, codirigido por Cáritas y las Hermanas Oblatas, en el marco del barrio San Pedro de Santander, para dar respuesta a mujeres en situación de alta vulnerabilidad y a sus hijos. Con el paso de los años, fuimos ampliando la atención a toda la ciudad de Santander y en la actualidad abarcamos toda la región.
-¿Cuál ha sido su evolución?
-El factor común se ha mantenido en el rostro femenino de la pobreza, siempre hemos atendido a mujeres. Podríamos hablar de algunos avances a lo largo del tiempo. Aunque queda mucho por recorrer, se ha mejorado a nivel de igualdad en el ámbito laboral y en violencia de género. Antes había más invisibilidad y no existía el amparo legal que tienen ahora las víctimas. Aún así, como digo, queda mucho por hacer. Tenemos un histórico de luchas que se han conseguido y otras que están pendientes.
-¿En qué consiste exactamente esta iniciativa?
-Tratamos de establecer una atención integral basada en las necesidades y capacidades que tienen las participantes, teniendo en cuenta también sus objetivos y metas. Para nosotras es muy importante trabajar de forma integral. Tenemos presente el área personal, social, de salud, jurídico... hacemos planes individualizados de atención a las personas a las que acompañamos, vamos estableciendo pautas, adaptándolas en el tiempo. También asesoramos en trámites y ayudas sociales. Por otro lado, organizamos actividades grupales. Tenemos cuatro talleres en el programa sobre literatura, manualidades, cocina y movimiento y contamos con otros talleres transversales al área de acción social sobre fotografía, activación mental y autoconocimiento personal, en los que trabajan personas de diferentes proyectos.
-¿Qué pasos da la persona acompañada durante este proyecto?
-Los procesos de inclusión social son espirales, con avances, paradas y retrocesos. Nos encantaría que fuera como una carretera, pero da vueltas. Y esto lo tomamos como una parte de un recorrido que es complicado y que no podemos simplificar.
-Entonces, ¿podríamos hablar de un tiempo medio de participación?
-Es muy variable. Hay mujeres que están unos meses, otras que viven el proceso dividido en partes, durante años... pero nosotros damos importancia a que la persona está, en cualquier caso, en un camino para el cambio, sea cual sea la duración. Si estamos aportando, si sigue mejorando, es que la persona está en el lugar adecuado. Hay que tener en cuenta que la mujer que viene aquí está en una situación de dificultad que se ha extendido en el tiempo, en una situación que no se da de un día para otro. Pueden tener problemas económicos, de salud física y mental, adicciones, una vivienda precaria o sin hogar, una situación administrativa irregular, poco apoyo social o familiar... resurgir de todo esto lleva tiempo.
-¿Cuál es el perfil de usuaria?
-Son mujeres que se han encontrado con muchas puertas cerradas, que han vivido mucho sufrimiento. En cuanto a la edad, la horquilla es muy amplia: desde los 25 en adelante, sin límite. Lo que tienen en común es que son personas con ganas de reconstruirse y de salir adelante.
-De todo esto, la importancia de un correcto acompañamiento...
-Son procesos intensos en el tiempo. Lo que más valoran las participantes es que se les escuche y acompañe sin juzgar. Cada mujer viene con una situación diferente. Unas necesitan ir poco a poco, otras necesitan mucha actividad. El equipo que formamos parte del Proyecto Anjana somos facilitadores para que se pueda dar un cambio en las participantes, para que mejoren su calidad de vida y su situación personal.
-¿Cómo acceden las usuarias al Proyecto Anjana?
-Nuestro centro de la mujer Anjana no es un recurso de primera atención, somos de segunda atención. Esto es que Cáritas, Servicios Sociales y otras entidades privadas nos derivan mujeres porque conocen su situación y, si encajan, nos plantean su inclusión en el proyecto.
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