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Quienes le conocen, que son muchos en Torrelavega, se quedaron de piedra cuando vieron en las listas del PP a esta vecina super conocida -la ... que se pierde pocos saraos- fiel al partido de la gaviota hasta el paroxismo desde hace tanto tiempo que ya ni se acuerda, que estuvo esperando pacientemente tener 18 años para, ya siendo mayor de edad, dignidad y gobierno, poder ser interventora de «su» partido. Dicho esto, Isabel Alvargonzález Suárez ha sido hasta ahora ese espécimen raro de fidelidad a unas siglas que todo partido desearía, que trabaja donde le pongan, que nunca ha exigido nada y que jamás ha salido en la foto de un periódico, ni de perfil: «Eso no era lo mío». Dicen sus compañeros de cartelón azul y bandera española -del que es afiliada desde tres décadas- que es «el modelo de persona leal y fiel», esa que cualquiera querría tener de vecina en la vida privada y en la contienda política. Aunque es Escorpio -nació el 11 de noviembre de 1972- no es hiriente aunque tiene aguijón, apasionada y bastante asertiva.
En su cocina -es una extraordinaria y original guisandera- huele tanto a fabada asturiana como a cocido montañés, aunque el brownie «lo borda», explica, relamiéndose, Germán, su marido, con quien «maravillosamente» se casó hace un par de años. Lo de las fabes le viene de sus padres, José María e Isabel, que dejaron en los años 60 la casa familiar en el gijonés Somió para venir a Torrelavega donde el trabajo sobraba: «Mi padre -químico de profesión- llegó desde Asturias a esta ciudad porque había empleo y yo quiero que esto vuelva a ocurrir aunque solo va a pasar cuando el Partido Popular vuelva a estar al frente, en el gobierno regional y municipal», defiende con vehemencia. Esta devota al alimón de la Santina y de la Virgen Grande, reconoce que, precisamente la muerte prematura del progenitor sobrevino cuando Isa, como mejor le conocen en Torrelavega, era aún una chavalilla, lo que le animó, con más ahínco si cabe, a seguir la estela política de su padre.
Ni por asomo esperaba que algún día el PP, en el que ha sido cartelista -«de las de pegar con cola en las paredes, no de diseño»-, interventora, ensobradora de votos, relleno en los mítines de aquí y de allí «para que en el periódico no apareciera en la foto una silla vacía», que ha repartido bocadillos por las mesas electorales, que iba a hacer bulto en los mítines vascos en la bronca era del plomo, y que ha aceptado «siempre lo que sea bueno para nuestro partido, con el nombre propio que los militantes decidan», se fuera a acordar de ella para situarle en el número seis de la lista de concejales al Ayuntamiento de Torrelavega. En absoluto mansa, «discutir con ella es meterse en un laberinto más proceloso que el de Cerrazo», precisa una buena amiga, es de las que creen que «la Iglesia, el Ejército, los sindicatos y los partidos políticos desaparecerían sin obediencia y crítica».
Sin mojigaterías, dice que para ella, su familia es más grande que aquella que veíamos en los cines con Alberto Closas y Amparo Soler Leal como idílicos padres, la suya -presume- es, «de verdad, una gran familia», vamos, casi una tribu como la de los televisivos Brady. Cuarta de seis hermanos que perdieron a su padre demasiado pronto, supo trazar su camino en la vida. Alumna, como las niñas 'bien' de entonces, del colegio de los Sagrados Corazones de Torrelavega, su vida laboral ha seguido unida a las 'madres' de la congregación que Enriqueta Aimer de la Chevalerie fundó en la Francia revolucionaria.
¿Su trabajo?, ser una todo terreno, «según una religiosa de nuestra congregación, soy todera, es decir, que hago un poco de todo. Madrugo con un grupo de niños que vienen a desayunar a primerísima hora y luego paso a la recepción del colegio donde atiendo a los chavales, las familias, los profesores y todo aquel que se acerque al colegio. Mi jornada termina cuidando el comedor en el almuerzo y vigilando para que nadie se escape sin terminar el plato».
El Partido Popular de Torrelavega nunca le pondrá, seguramente, una placa recordando el edificio en el que nació -por cierto, el inmueble que Ricardo Lorenzo diseñó en 'El Mortuorio'- y donde sigue 'la casa madre' por lo que, cuando recibió la llamada de su partido para formar parte del nuevo equipo de Marta Fernández-Teijeiro, se quedó a bajo cero, helada: «Me sorprendí mucho, lo medité bastante antes de decir que sí, y llegué a la conclusión de que si puedo aportar un poquito para hacer que Torrelavega vuelva a ser lo que era, y que si confían en mí, y creen que puedo echar una mano ¿por qué no? Y aquí estoy».
Alvargonzález nunca -o casi nunca, explican sus amigos- levanta la voz. No es de las que responden rápido a una pregunta. Algo testaruda, concluye después de pensárselo un rato, que decidió servir al PP «porque crecí bajo un nefasto gobierno socialista y me convencí de que, más que criticar por las terrazas, había que arrimar el hombro si quieres que este país y esta ciudad tengan un futuro ilusionante».
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