Eduardo Strauch
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Eduardo Strauch
El día 13 de octubre de 1972, viernes para más señas, un avión Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya que volaba con 45 personas a bordo -incluidos 19 miembros del equipo de rugby Old Christians Club- se estrelló en la cordillera de los ... Andes, en un inhóspito glaciar llamado el Valle de las Lágrimas, tras colisionar con una montaña. Tres tripulantes y diez pasajeros resultaron muertos en el acto, otras cuatro personas fallecieron a lo largo de la primera noche a causa de sus graves heridas y una docena más pereció durante las tres semanas posteriores. Autores del episodio más espeluznante, impactante y emotivo jamás escrito sobre la aviación, el resto, 16 supervivientes, fueron rescatados 72 días después tras vencer a la muerte comiéndose a sus compañeros muertos. El mundo entero se refiere a ello como 'El milagro de los Andes', del que hoy va a hablar en Potes uno de aquellos que lo obraron, el arquitecto Eduardo Strauch (Uruguay, Montevideo, 1947), invitado a participar en las X Jornadas de la Montaña Lebaniega organizadas y supervisadas por la Asociación Cultural y Deportiva Torrecerredo con la colaboración, esencial, de la Fundación Camino Lebaniego.
-Recorre el mundo con una experiencia vital que ya ha contado ¿cuántos cientos de veces?
-Algunos cientos, ciertamente, aunque cada vez que lo hago es distinto porque no es algo que recite de memoria sino algo que revivo cada vez.
-Además ha vuelto al menos una veintena de veces a Los Andes para guiar a grupos de turistas que querían asomarse al lugar donde todo aconteció.
-Exacto, sí.
-¿Rememorar ese episodio de su vida así, de forma tan constante y tan cruda, no le supone un castigo psicológico?
-En absoluto. Yo nunca tuve problemas en relación con aquello. Lo procesé hace mucho tiempo. Jamás tuve pesadillas ni remordimientos ni nada parecido a eso. No me mortifica lo más mínimo. Al contrario, para mí es gratificante poder contarlo.
-En sus charlas pide a los asistentes que le hablen sin rodeos. ¿Por qué? ¿Percibe que se cortan a la hora de preguntarle por detalles macabros?
-Lo percibía más al principio. Ahora se animan un poco más. Pero sí, siempre hay personas que tienen preguntas morbosas que les gustaría hacer y no hacen quizá porque piensan que son tonterías, o que no aportan nada, o que haciéndomelas puedan herirme o puedan molestarme... Pero yo nunca tuve ningún problema en responder.
-¿Qué pregunta se hace usted que no le hayan hecho todavía?
-Creo que me las han hecho todas, aunque últimamente me están haciendo algunas que me interesan especialmente.
-¿Sobre qué?
-A raíz del accidente experimenté un cambio en mi estado de conciencia y cada vez me preguntan más acerca de eso y los efectos que eso ha causado en mi vida. Ese apartado me interesa mucho. Lo estoy investigando.
-¿Y qué va descubriendo?
-Que ese cambio me ha ayudado a verlo todo desde una perspectiva distinta.
-El 'milagro de los Andes' lo es por muchas y variadas razones, pero, a fuerza de ser realistas, ustedes lo obraron porque se comieron a sus amigos.
-Bueno, y, como bien ha dicho, por otras y variadas razones. Por lo que tuvimos que soportar, por lo que tuvimos que padecer... Pero sí, también porque nos comimos a nuestros amigos.
-¿Recuerda el momento preciso en que tomó esa decisión?
-Perfectamente. Cuando nos estábamos quedando ya muy débiles y nos estaba costando pensar. Ahí nos dimos cuenta de que en dos o tres días íbamos a ser incapaces de tomar decisiones y que, en consecuencia, íbamos a terminar muriéndonos todos. Así que después de pensar y repensar de dónde podíamos sacar proteínas descubrimos que las únicas que había allí estaban en los cuerpos de los muertos.
-No había otra opción.
-A mí me parecía imposible estar siquiera pensando en eso, pero concluí que si quería vivir esa era la única manera.
-Precisamente usted y sus primos asumieron la difícil tarea de cortar la carne y distribuirla como alimento.
-Un momento durísimo.
-Luego, a diferencia del resto, ustedes tres sí sabían a quién se estaban comiendo.
-Sí. Y eso es lo único que no se ha desvelado, ni creo que se desvele nunca.
-¿Cómo explicaron a las familias, si es que alguna vez lo hicieron, que se habían tenido que comer a sus seres queridos?
-Nunca lo tuvimos que explicar. Se enteraron escuchando la conferencia de prensa que ofrecimos al llegar a Chile y por las noticias que fueron surgiendo después. En todo caso, me consta que esas familias entendieron perfectamente lo que tuvieron que vivir sus seres queridos y lo que tuvimos que vivir nosotros.
-¿En algún momento se planteó dejarse morir?
-Alguna vez me han preguntado si tuvimos intenciones suicidas. Jamás. Estábamos aferrados a la vida y el objetivo era sobrevivir. Flojeábamos, sí, pero siempre se producía una reacción.
-¿Cuál era su principal motivo para salir vivo de allí?
-Llegar a casa y abrazar a mis seres queridos.
-¿Le costó reinsertarse en la sociedad?
-Me costó mucho, sí, más de lo que me imaginé. Esa fue una tarea muy difícil.
-Se han rodado tres películas sobre aquella catástrofe aérea; 'Supervivientes de los Andes' (1976), 'Viven' (1993) y 'La sociedad de la nieve' (2023).
-Correcto, sí.
-¿Cree que la película de Bayona refleja bien lo que aconteció en los Alpes?
-Sí, de una manera magistral. Está hecha con mucho respeto y una gran sensibilidad.
-¿Es verdad que la ha visto siete veces?
-Es verdad, sí, en distintos lugares y con distintos acompañantes. Como dice el propio Bayona, esta es una película que está fabricada con distintas capas, cada vez que la ves encuentras cosas distintas.
-¿Cómo lleva un uruguayo que le encarne un argentino?
-Jajaja. Me llevo estupendamente bien con Rafael Federman. Hemos conectado mucho.
-También lo han hecho entre los supervivientes.
-Nos reunimos cada 22 de diciembre para conmemorar el día en que nos rescataron.
-El día en que volvieron a nacer.
-Sí, podría decirse así.
-Se dice que tienen un grupo de Whatsapp.
-Cordillera, se llama.
-Y que usted no crea ni en Dios ni en el destino...
-Mire. Después de lo que he vivido, solo creo en el ser humano. Detrás de esta vida no hay nada. Por eso tengo un profundo interés en aprovechar al máximo el resto de mi vida.
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