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En agosto de 1986, Ramón López se sacó en propinas 35.000 pesetas. «De aquellas». Fue su primer trabajo como camarero, «como aprendiz». Con 16 ... años y en el Hotel Real. «Era el lugar de referencia para los veraneos de un mes de entonces». Le gustó cómo se trabajaba allí y también el dinero 'extra'. «Yo quiero ser camarero», se dijo. Luego fue el Rhin. «Más duro». Pero las propinas seguían siendo «impresionantes». En verano, se tiraba de ese dinero para los gastos (la ropa, las «fiestas») y el sueldo se daba en casa o se guardaba para pagar los estudios o, sencillamente, ahorrar. López, ahora uno de los propietarios de las Tabernas del Herrero (con tres locales en Santander), dice que todo eso ha pasado a la historia. Que la propina entró en decadencia hace años y que quedó como costumbre. Sin embargo, la pandemia –y la tarjeta de crédito, porque se ha multiplicado su uso–, pese a lo que pueda parecer, no ha terminado de matar del todo el bote en los restaurantes. Hay cambios en las formas, sí. También sectores más afectados que otros (en el taxi, cuentan los profesionales, está ya en peligro de extinción). Pero en la restauración, mal que bien, aún existe.
«No tiene nada que ver con lo que era antes. Antes se calculaba como un complemento del salario y ahora es algo simbólico. Pero no he visto que haya cambiado especialmente tras la pandemia. No es lo que era hace años, es algo simbólico, pero sobrevive», valora el hostelero, que deja una frase que no augura, eso sí, mucho futuro a ese reparto de monedas entre el personal. «Como costumbre que es, no se pierde de la noche a la mañana, pero no hay relevo».
Ramón López
Taberna del Herrero
Julio Ramírez
Santander Veinte
Manu Andoni Ruiz
Federación Cántabra del Taxi
Todo viene a cuenta de la cada vez más frecuente ausencia de dinero en metálico en los bolsillos. Es un hecho y los datos lo avalan. La Encuesta nacional sobre el uso del efectivo del Banco de España confirma que en 2020 (último año con el trabajo elaborado), sólo el 35,9% de los ciudadanos manifestó utilizar el efectivo como medio de pago más habitual. El 54,1% se decantaba ya por la tarjeta de débito. Hay que tener en cuenta que en 2014, los partidarios del efectivo alcanzaban casi el 80%. Y va a más. De eso no hay duda.
«Ha bajado mucho el pago en metálico. El aumento del uso de la tarjeta será como de un 60% o 70% y más del 90% de la flota tiene ya para pagar con tarjeta o con el móvil», asegura Manu Andoni Ruiz, de la Federación Cántabra del Taxi. Se paga con tarjeta y hasta con aplicaciones como el Bizum (aunque es menos frecuente y muchos taxistas no son partidarios de dar su número de teléfono). ¿Ha influido en las propinas? Pues depende a qué taxista se le pregunte, pero, en general, sí. Mucho. «El pago con tarjeta, sobre todo tras el covid, ayuda al que de por sí no tenía la costumbre. Lo que queda es el que, si el servicio mínimo es 4,25, te dice que le cobres 4,50. O en el nocturno, de 5,35 a 5,50 euros. Se deshacen de las monedas de cinco o diez céntimos», apunta Ruiz, que recoge mensajes de compañeros. «Propinas cada día dan menos» o «en mi caso han bajado como un 80%» (aunque hay alguno que dice que no lo ha notado tanto). Y hasta alguna anécdota en el sector: «Una vez hasta esperaron el céntimo de 4,99 euros».
El relato de Julio Ramírez, del restaurante arrocería Santander Veinte, confirma esa tendencia superviviente en los comedores.
–¿Desaparece la propina tras la pandemia?
–Ha bajado, pero el que la quiere dejar la deja y no ha bajado tanto como puede parecer.
Es su primera respuesta, pero, para asegurarse, pega una voz a la cocina, «que está allí el que controla el bote». Y la respuesta sorprende: «Pues te diría que incluso un poco más». Influye, claro, el volumen de trabajo (ha sido un buen verano). Pero sobrevive. «Ahora se paga con el teléfono, con el reloj, con el móvil. Pero existe una costumbre y se sigue dejando, aunque no sea al mismo nivel. Hay gente que, directamente, no lleva dinero», explica Ramírez. Hay cambios en la forma. «Una cuenta de 87, que pagan con tarjeta y te dicen que que les cobres 90. Eso antes era extraño. Pasaba, pero menos. Y ahora es mucho más habitual. La propina sobrevive, aunque cambie la forma de pago».
Y no es lo mismo la barra que el comedor. Para la pequeña consumición de pie «es más del céntimo, de la moneda, y es más fácil que ahí sí baje». En la mesa «es donde más cantidad de bote se genera, donde mejor se mantiene la propina».
«No llevo suelto». Se decía antes, pero ahora el uso de esta frase se ha multiplicado. La ausencia de dinero en metálico en los bolsillos influye en las propinas (que en otros países están reguladas con porcentajes concretos sobre el total de lo consumido o incluidas en la factura como pago por el servicio), pero también a la hora de dejar unas monedas y agradecer, por ejemplo, la actuación de un artista callejero. La gorra (pasarla tras la actuación) tiende a ir ahora más vacía. Y eso también ocurre ante personas que, por necesidad, piden una ayuda en la calle o a las puertas de algún supermercado. Se paga con tarjeta y no hay 'vueltas' que dejen unas monedas en el bolsillo.
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Ana del Castillo
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