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Se habló del asunto por primera vez en 2014. Por julio, hace ahora cinco años. Pero la obra no salió a licitación hasta 2017. Fue también en verano. En enero de 2018 se hizo pública la anulación del expediente. Sólo se presentó una oferta ... y, además, la UTE que la formalizó incluía «una variable que no era compatible con el proyecto técnico». Vuelta a empezar. Y eso se hizo en el mes de marzo de este año. La web de Aena volvió a incluir el proyecto entre las licitaciones. Todo apuntaba ya a un avance definitivo, pero las obras de la «Aproximación a la Cabecera 29 del aeropuerto Seve Ballesteros-Santander» volvieron a desaparecer del tablón de anuncios. «Quedó desierta», explicaron desde el operador aeroportuario. Ahora –por tercera vez– los trabajos que supondrán la iluminación de la ría para facilitar a los pilotos la maniobra de aproximación vuelven a estar esperando quién los haga en la página de proveedores. Para evitar otro retraso, el presupuesto se eleva hasta 1.6 millones de euros (600.000 más que la última vez).
«Confirmamos que el expediente DIN 39/2019 ha sido anulado por haber quedado desierta la licitación del mismo. No obstante, Aena volverá a licitar esta actuación próximamente al tratarse de una actuación significativa para el aeropuerto». Esa fue la respuesta a este periódico con motivo de la última anulación. El «próximamente» ha supuesto, en concreto, sólo dos meses de espera, lo que sí parece mostrar una intención real de ejecutar el proyecto (el objetivo que se expresó en su día desde el aeropuerto era que estuviera «finalizado en 2020»).
¿Para qué servirá exactamente la obra? La explicación se ha publicado en este periódico tantas veces como la idea ha ido apareciendo y desapareciendo del tablón. La cabecera 29 es por la que entra la mayoría de los vuelos en el Seve. Hace años se instaló un nuevo ILS (Sistema de Aterrizaje Instrumental), una tecnología que supuso una inversión de un millón de euros. Este nuevo modelo mejora las condiciones de seguridad al aproximarse a la pista. Pero los expertos –los pilotos– siempre han dicho que, sin ampliar la iluminación previa a esa pista, es difícil poder acercarse más cuando no hay condiciones de visibilidad. Y lo que hay justo antes en Santander es la ría. Sin luces allí, los nuevos aparatos no pueden evitar que haya que cancelar vuelos cuando aparece la niebla. Esta obra supondría, entonces, mejorar esas condiciones. Más seguridad y puede, incluso, que menos cancelaciones de vuelos llegado el caso.
Lo cierto es que sacar la obra adelante no está resultando fácil. Más allá de la falta de ofertas (o de que no se ajustaran a lo que pedían), el proyecto ha sido modificado en sus condiciones técnicas y, para ejecutarlo, requería, además, de varios permisos. Por un lado, la autorización de la entidad pública empresarial Enaire y, por otro, el visto bueno de la Autoridad Portuaria (necesario, ya que supone tocar la ría).
La idea inicial, según aparecía en los planos, suponía adentrarse en el agua más de setecientos metros. Demasiado. Hubo que cambiarlo (reducirlo). Finalmente –al menos según la última vez que se licitó– serán 140, con 28 luces en total (catorce de ellas en el agua). Se estimaba que las actuaciones supondrían un movimiento de tierras total de 149,04 metros cúbicos, necesario para la cimentación de la estructura que soportaría las luces elevadas dentro de la ría y la ejecución de un banco de tubos.
También que sería necesaria la demolición de un total de 12,53 toneladas de estructuras de hormigón y la colocación de una pasarela para el correcto mantenimiento de toda la estructura.
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