El coronavirus no da tregua a las residencias cántabras y ya hay 79 muertos

La cara positiva: Cantabria acaba de superar la barrera del medio millar de curados, concretamente 510. A la par, la curva de casos activos con COVID-19 sigue en descenso y hoy ya son 36 menos que ayer, lo que sitúa la cifra en 1.230, de los que 223 están hospitalizados y 1.007 permanecen en aislamiento domiciliario. También desciende paulatinamente el número de pacientes ingresados en las Unidades de Cuidados Intensivos, 22 (5 menos que ayer), ya que no se registraba una cifra tan baja en Intensivos desde el pasado 24 de marzo.

De las 144 víctimas mortales en Cantabria, 79 residían en centros de atención a la dependencia, los más castigados en esta crisis sanitaria.

«Llevamos tres días sin ningún fallecido. Te parecerá poco, pero después de lo que hemos pasado aquí nos lo tomamos como un logro». Juan Miguel Jiménez, gerente de la residencia La Loma, de Castro Urdiales, se agarra a un clavo ardiendo. Después de haber registrado desde el inicio de la pandemia de coronavirus 16 fallecidos entre los cerca de 180 residentes, no le queda otra que buscar el lado menos negativo de una situación dramática como la que nunca antes había vivido el sector: el de una tendencia que parece que empieza a evolucionar. Cambia allí, o también en la residencia Fuente Ventura, de Luey, donde han llorado la pérdida de otros cinco usuarios. «Era de justicia… Fuimos los primeros afectados y por suerte ahora también estamos siendo los primeros en salir», apunta Víctor Pandal, su gerente. La segunda quincena del mes de marzo fue «de pánico» y ahora respiran un poco más aliviados. Sólo les quedan dos casos activos, ambos fuera de peligro.

Mientras en unos centros remite, en otros todavía está en pleno apogeo. La prueba la aporta la estadística oficial que publica cada mañana la Consejería de Sanidad con el balance realizado durante la jornada anterior. El de ayer volvió a ser escalofriante. Otros cinco fallecidos y todos en centros de atención a personas dependientes. Por segundo día consecutivo –veníamos de 12 bajas durante las 24 horas precedentes–, todos los que engrosaron la lista negra del coronavirus eran personas con domicilio en centros de mayores. Como ha ocurrido en la mayoría de comunidades autónomas, los 82 edificios habilitados para este fin en Cantabria se han convertido en el epicentro de la crisis sanitaria.

16fallecidos ha habido en La Loma hasta el miércoles, la residencia con más casos de la comunidad autónoma.

Lo son porque lo dicen los números. De los 144 fallecidos de la región, 79 procedían de residencias –la cifra la da el Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass) y no concuerda con la de Sanidad, que habla de uno más–. Pero también lo son por las situaciones de gran tensión que se han vivido a un lado y otro de sus paredes. Dentro, con los profesionales saturados, doblando turnos para cubrir las bajas de los compañeros que caían enfermos e incluso trabajando infectados con unos medios que, hasta la semana pasada, todos coinciden en afirmar que han sido «insuficientes». Era eso o dejar desatendidos a los ancianos. Y tensión fuera, porque antes incluso de que se decretara el estado de alarma, cuando legalmente no podían impedir a las familias que continuaran las visitas, comenzaron a establecer fuertes restricciones.

«¿La clave para que aquí no hayamos tenido ningún caso? No creo que nadie lo pueda decir con certeza. Los que no hemos tenido positivos no creo que podamos ponernos medallas, porque casi todos los centros hemos tomado las mismas medidas. Imagino que también hay un factor de la suerte», apunta Jesús González, de la residencia Las Cumbres, en San Salvador. A esa tesis se apunta Alberto Aragón, de la residencia Alborada, en Torrelavega. Allí tampoco tienen positivos por Covid-19. Ni entre los usuarios ni entre los trabajadores, pero actúan como si lo tuvieran. Todas prevenciones son pocas. Lo primero que hace nada más llegar a su puesto de trabajo es comprobar en el correo si ha llegado alguna notificación del Icass con nuevas órdenes o protocolos. Han ido cambiando durante todo el mes a medida que se conocían nuevos datos de la epidemia y de cómo enfrentarse a ella.

53infectados hay en el CAD de Sierrallana, el centro con más empleados afectados.

En la residencia Alborada, además, aplican otras medidas adicionales. En lo que tiene que ver con la higiene y también en la parte asistencial y de cuidados. Los grupos para las comidas más reducidos para mantener la distancia social de seguridad, videoconferencias con las que los mayores pueden estar en contacto con sus familias... «Los familiares están siendo muy comprensivos y están muy agradecidos. Antes de que se prohibiera la entrada, nosotros ya pedimos que no vinieran y todo el mundo colaboró», subraya.

Desde la Federación Empresarial de la Dependencia en Cantabria, su presidente, Rubén Otero, insiste en que estas dos últimas residencias con 'cero' contagiados no son casos aislados. Ni mucho menos. Más de dos tercios (57) de los centros que funcionan en la comunidad autónoma no tienen ningún enfermo a causa del mal de Wuhan. En cambio, de los 79 fallecidos en centros de atención a la dependencia, la mitad se concentran únicamente en tres residencias, muestra de la gran capacidad de expansión del virus. «El problema es que entre. Si lo pilla uno, es difícil pararlo. Aquí nos pasó con una trabajadora, pero hicimos los test bastante rápido a los usuarios y se contuvo», detallan en la residencia La Caridad, de la capital.

La Loma, en Castro Urdiales, con 18 muertes hasta el jueves, es hasta el momento el mayor foco. Le sigue la residencia Sagrada Familia, de Carrejo, con 12 fallecidos y un acumulado de 60 contagiados entre los residentes y otros 15 entre el personal. «Parece que ya estamos un poco mejor y la gente se va recuperando», decía ayer la directora. La tercera es la residencia de Limpias, donde se detectó el primer positivo en un centro de este tipo cuando los fallecidos en otros territorios como Madrid ya se contabilizaban por decenas. Allí han fallecido siete residentes, ya sea en el propio edificio o en el hospital. Ocho, si se tiene en cuenta a una mujer a la que sus familiares decidieron llevar a casa. «No le hicieron la prueba, pero por los síntomas que presentaba estoy convencida de que lo tenía», cuenta Pilar Mateo. Desde el principio ha defendido que la falta de medios y barreras protectoras contra el coronavirus fue lo que provocó la rápida extensión del bicho.

9muertos en las residencias tenían síntomas compatibles con Covid, pero no se les hizo prueba.

Otero pone el acento en el trabajo que han hecho los profesionales del sector y agradece la «comprensión» de las familias de los usuarios. También de los particulares y empresas que han proporcionado material: «Por lo menos nosotros ahora sí que tenemos material. Cada dos o tres días nos llega de la Consejería de Servicios Sociales. Ahora tenemos, sí. La pregunta es: ¿hasta cuándo? Porque no sabemos cuánto va a durar esta situación». La Federación Empresarial también detecta que el mercado está volviendo a los términos normales y se están racionalizando los precios que se habían desbocado. Pone un ejemplo: las mascarillas FFP2 que hace una semana compraron por siete euros ahora las tienen a 50 céntimos.

Los más de 65 centros consultados por este periódico –en Cantabria hay reconocidos por la consejería casi 80– coinciden en que las medidas de higiene y protección han sido fundamentales en aquellos edificios donde no ha penetrado la pandemia y que la falta de medios en los primeros momentos no contribuyó a frenar su expansión. También dan máxima relevancia a las pruebas. Después de la decepción que ha supuesto la llegada de los test rápidos por su baja efectividad y porque no sirven para detectar casos asintomáticos, esperan que la Consejería no deje de realizar los PCR.

Gema de la Concha, de la residencia San Cándido, afirma que les llegan noticias contradictorias. Esperan que Sanidad no deje de desplazarse hasta los centros de mayores a partir del 26 de abril para realizar los análisis de forma presencial como les han avanzado, y tampoco que se suspendan los trabajos de desinfección en residencias dos veces por semana a partir de esa misma fecha.

Precisamente los PCR son los que han permitido confirmar hasta el momento 550 positivos entre usuarios de residencias –Sanidad baja la cifra a 509– y 200 entre trabajadores. En este último apartado, sólo el Centro de Atención a la Dependencia de Sierrallana, de titularidad pública, concentra más de un tercio de los profesionales alcanzados.

66muertos en las residencias tenían síntomas compatibles con Covid, pero no se les hizo prueba.

En la residencia La Arboleda también recurren a la «suerte» para justificar que allí no haya enfermos por Covid-19. El relato posterior de una de sus empleadas confirma que ha habido bastante más que azar. Los primeros 22 días, hasta que llegaron los medios de protección de la Administración, tres trabajadoras se encerraron con los 22 abuelos. Encierro con todas las letras. Sin pisar por casa ni estar con sus familias: «Ahora ya tenemos casi de todo, pero entonces… Oíamos lo que pasaba en otras residencias y estaban tan mal que optamos por esto. Parece que nos ha funcionado». No es el único caso de estas características.

La lista de positivos en las tres residencias de Ampros sigue a cero. Una alegría para los centros que desde el principio optaron por cambiar la gestión y el modelo de trabajo para adaptarse a la crisis sanitaria y sin descuidar las necesidades de los usuarios. La primera decisión fue reducir todo lo posible las rotaciones del personal. En estos momentos funcionan con turnos de siete días. Es decir, los trabajadores se encierran durante una semana en el centro, viven allí y se encargan del cuidado de los residentes. Así no hay entradas y salidas constantes de gente. Una iniciativa que en la asociación señalan, «está dejando historias preciosas». Y que, por el momento, se refleja en los resultados.