Buruaga se rodea de un equipo con fuerte perfil técnico y político

Ellos dos serán la mano derecha e izquierda de la presidenta junto a César Pascual. El exdirector del Hospital Valdecilla, que durante la etapa de la pandemia fue el portavoz del PP en la materia, se incorpora a la Consejería de Salud, que cambia el nombre y ya no será la de Sanidad. Lo dijo durante la campaña y lo repitió durante sus sucesivas intervenciones en las sesiones del pleno de investidura. Si una de las prioridades del mandato de Buruaga será la reactivación económica, el otro serán los asuntos sanitarios, tanto en lo que tiene que ver con la mejora de los servicios que reciben los ciudadanos como en lo relativo al reconocimiento de los profesionales del sistema público. Ese trío estarán en la cúpula del nuevo Ejecutivo porque Buruaga ha tomado la decisión de prescindir de la figura del vicepresidente, de la misma forma que tampoco nombrará a un portavoz.

En un equipo de Gobierno que tiene perfiles con fuerte carácter político como Urrutia y Media y otros con mucho más perfil técnico, la nueva presidenta ha recuperado a Eduardo Arasti para la Consejería de Industria, Empleo, Innovación y Comercio, y ficha a Sergio Silva, una persona con relevancia en el partido pero conocida por su labor docente para Educación, FP y Universidades. Además, pesca en las aguas del Ayuntamiento de Santander a su directora general de Cultura, Eva Guillermina Fernández, a la que pondrá al frente de Cultura, Turismo y Deporte. La configuración de esta cartera es una de las pocas cosas que sí había avanzado Buruaga en los últimos días. Al menos había deslizado la necesidad de unir las políticas turísticas y culturales. Una revolución respecto a la etapa del bipartito y algo que también le han demandado los sectores implicados. Novedad en el último bipartito, porque es cierto que esa consejería es prácticamente un calco a la que tenía el regionalista Javier López Marcano antes de 2011. En Gobierno de Ignacio Diego, por ejemplo, Cultura estaba con Educación y Turismo con Industria.

Precisamente de ese último Ejecutivo del PP (2011-2015) Buruaga recupera, además de a Arasti –ya gestionó la política industrial durante cuatro años–, a Begoña Gómez del Río. En aquella etapa esta letrada pública fue alto cargo de Sanidad y ahora salta directamente a la nueva Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad, encargada entre otros asuntos de las políticas de dependencia. No mantiene Vivienda, que se va a la macroconsejería de Fomento, otra de las que cambia de nombre. Tras el caso de corrupción de la anterior legislatura en Obras Públicas, Buruaga ha preferido elegir esta nueva nomenclatura para el área inversor por excelencia, que con el nuevo organigrama tendrá aún más recursos públicos a su disposición.

Los dos nombres más novedosos son los de Pablo Palencia para Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca y Alimentación –esta área pierde Medio Ambiente, pero mantiene las políticas forestales y de biodiversidad– y Luis Ángel Agüeros para Economía, Hacienda y Fondos Europeos. El primero llega del sector privado, donde ha desarrollado proyectos relacionados con las competencias que asumirá ahora en su irrupción en la política, y el segundo es un alto funcionario del Gobierno que, aunque fue alcalde de Lamasón con el PP, no ha hecho vida de partido. A este último le corresponderá acometer de forma inmediata la reforma fiscal con la premisa de bajar impuestos «todo lo posible y todos los posibles».

«Mi máxima siempre ha sido la misma, contar con los mejores. Todos mis consejeros son mejores que yo, se lo puedo asegurar», defendió la líder popular, que considera que esa receta es fundamental para llegar al éxito. ¿Qué tienen en común? Según Buruaga, que son perfiles moderados, posibilistas y pragmáticos. Personas con «criterio y cintura política, capacidad de diálogo y escucha». En ese último punto insistió la popular en diversas ocasiones la presidenta con la vista puesta en la negociación con los grupos de la oposición y consciente de que el PP gobierna en minoría. Porque si ha sido importante en la elección «la lealtad y el compromiso con Cantabria y con el proyecto del PP» y no menos el «talento, la capacidad y la trayectoria profesional» de cada uno de los integrantes de su nuevo equipo, la jefa del Ejecutivo también ha tenido muy en cuenta que todos ellos tengan «habilidad y capacidad política» para buscar puntos de encuentro y concertación con PRC, PSOE y Vox, los caladeros en los que tendrá que buscar votos para sacar adelante leyes y presupuestos.

Y si los perfiles elegidos están al servicio del programa electoral, la estructura también está al servicio del programa electoral. De ahí, por ejemplo, que el departamento de Urrutia tenga el 'apellido' de Simplificación Administrativa, porque esta es una de las promesas del PP para apoyar a las familias, empresas y autónomos para dinamizar la economía. La prioridad en la estructura no ha sido la reducción del número de consejerías, sino una organización más racional, eficaz y coherente para hacer realidad las medidas con las que se presentó a las elecciones. Lo que califica como «mi contrato con los cántabros». Lo que ha hecho es agrupar competencias con la idea de que se generen sinergias –es el caso de unir Cultura y Turismo o Urbanismo y Medio Ambiente, aunque finalmente no Sanidad con Servicios Sociales– y evitar duplicidades.