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El cronograma interno del PSOE de los próximos meses tiene tantos hitos señalados en rojo que difícilmente le van a quedar fechas libres para hacer ... política de puertas afuera. Ahora que el partido debiera estar volcado en potenciar la acción de gobierno para salir vivo de las elecciones de mayo de 2019, lo que enseña en el escaparate es la guerra de desgaste en el Gobierno entre la ejecutiva de Pablo Zuloaga y la facción de la vicepresidenta Eva Díaz Tezanos. A la vuelta de la esquina espera la catarata de procesos de renovación orgánica en las agrupaciones locales y luego las primarias para definir las candidaturas electorales, más las escaramuzas que vayan surgiendo en el camino. Eso si no se complica el calendario con una convocatoria de elecciones generales como consecuencia de la crisis en Cataluña que también provoca sonoras turbulencias por las sensibilidades tan distintas que conviven a duras penas en el partido. Los socialistas cántabros se han instalado a vivir en un conflicto de creciente intensidad sólo comparable al hartazgo de su electorado y sin remedio a la vista.
En el campo de batalla, los nuevos dirigentes han elegido la estrategia de atacar por los flancos hasta dejar aislada en el Gobierno a Díaz Tezanos. Primero consiguieron la obediencia de los consejeros Juan José Sota y Luisa Real, luego el cese forzoso de Ramón Ruiz y ahora las renuncias voluntarias de Salvador Blanco y Rosa Inés García, que dimiten con críticas muy severas sobre el acoso de la ejecutiva a la vicepresidenta y justo a tiempo de evitarle a la jefa un expediente disciplinario que la pudiera apartar de la carrera hacia las primarias preelectorales. Ahora toca cubrir las vacantes en Sodercán y MARE, con el riesgo evidente de que el trámite sólo sirva para reproducir el problema.
Zuloaga y su ejecutiva han preferido hasta ahora evitarse el trance de pedir directamente el cese de la vicepresidenta, lo que quieren es que se rinda. Ella les ha sugerido justamente lo contrario: que se atrevan a reclamar su cabeza, a recurrir otra vez al presidente Revilla para que firme la sentencia, les eche otra bronca y tal vez les pase otra factura en el pacto de gobierno. Y que asuman el coste que la ejecución de la exsecretaria general tenga en el partido, ahora dividido casi a partes iguales entre los dos bandos.
O sea, lo que se pedía a Díaz Tezanos era un buen ‘martirio’ como el de Ramón Ruiz. En efecto, su abrupto cese por oponerse radicalmente a los cambios que exigía la ejecutiva le ha reportado a cambio un cierto crecimiento político, lo cual supone un raro progreso para alguien que ha entrado ya en la edad de la jubilación. De ser básicamente un buen consejero de Educación –desde la perspectiva socialista– y el más fiel escudero de Díaz Tezanos durante los últimos 14 años, Ruiz ha pasado a ser un referente para sus partidarios, que hoy le brindan en Puente Arce un homenaje de desagravio y de adhesión para el futuro.
El salto de calidad de Ruiz ha sido percibido incluso por sus adversarios internos. Tanto es así que ya lo sitúan como probable aspirante al liderazgo del partido en Santander en la elección que deberá celebrarse antes del 30 de noviembre. La conjetura tiene fundamento. Desde luego, Ruiz estará en la primera línea de la ofensiva, falta por ver si además portará el estandarte. Él y su gente han dedicado tiempo a verificar si el actual secretario general y portavoz municipal, Pedro Casares, estrecho colaborador de Pablo Zuloaga, puede optar a la reelección del cargo orgánico, ahora que también forma parte de la ejecutiva federal de Pedro Sánchez. Y efectivamente, las funciones son compatibles. A Casares ya intentaron moverle la silla mucho antes de las enconadas primarias. Si ahora se postula para seguir tendrá enfrente a algunos de los que en su día apoyaron su acceso a la secretaria general, como el propio Ramón Ruiz o Rosa Inés García. El bando de Díaz Tezanos se propone competir por el mando de muchas agrupaciones importantes, con el objetivo de mantener las que le dieron su apoyo en las primarias y conquistar algunas que respaldaron a Zuloaga. Más difícil lo tendrán en Torrelavega, donde ya hay dos candidatos –Bernardo Bustillo por el oficialismo y José Otto Oyarbide por el sector crítico– y en Santander, la agrupación más numerosa de Cantabria.
Más allá de la batalla interna, Santander constituye el más importante desafío electoral para el PSOE. El declive en las urnas ha sido constante, con unos candidatos y con otros, uno distinto cada cuatro años, al menos hasta que en 2015, como mal menor, Pedro Casares mantuvo los cinco escaños que tenía el partido frente al nuevo descalabro sufrido en el ámbito autonómico. La recuperación que pretende el PSOE de Cantabria no será posible sin un impulso muy poderoso en Santander. Las guerras internas que se libran y las que se avecinan no autorizan el optimismo socialista ni en la capital ni en el conjunto de la región.
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