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Un buen resultado electoral no se traduce automáticamente en éxito político. En Cantabria sobran los ejemplos. El PP no ha parado de ganar elecciones, una tras otra, y se ha pasado en la oposición once de los quince últimos años. El PRC no ganó nunca, ... pero se las ha arreglado para gobernar con unos y con otros durante dos décadas. El PSOE también está familiarizado con ese tipo de discordancias entre lo que contabiliza en las urnas y el rédito que le reporta, en función de cómo operen las alianzas políticas. En 1991 fue el partido más votado en Cantabria y en Santander, pero se quedó a verlas venir en el Gobierno y en el Ayuntamiento por la reunificación de la derecha dividida entre el PP y la UPCA de Hormaechea. En los últimos lustros al PSOE le ha ido cada vez peor en las elecciones, porque los pactos con el regionalismo le han pasado una elevada factura, aunque también le han permitido instalarse en el Gobierno en tres legislaturas, manejar el 80% de cada presupuesto y alcanzar en este cuatrienio una cuota de poder municipal muy superior de la que corresponde a sus prestaciones electorales. Ahora el nuevo PSOE de Pablo Zuloaga se ve capaz de mejorar sustancialmente su fuerza en las urnas de mayo, pero afronta el riesgo de verse relegado a la oposición si al PRC de Miguel Ángel Revilla le salen las cuentas con otro socio.
Los socialistas cántabros activan los engranajes electorales desde el optimismo, bien conectados con La Moncloa y Ferraz a través del polifacético Zuloaga, delegado del Gobierno, secretario general y candidato autonómico, y con una cierta tranquilidad interna. Los críticos no les han presentado batalla ni en el Comité Regional ni en las primarias electorales, ni siquiera donde la esperaban, en Torrelavega. Su coartada es que no quieren hacer ruido cuando el partido está en el Gobierno central, seguramente también prefieren ahorrarse más derrotas contundentes.
El comienzo de la agitación preelectoral tendrá como marco la Conferencia Política de noviembre en la que 300 delegados darán forma definitiva al programa socialista, a partir de un documento que tiene como enfoque general la apuesta por la transformación socio-económica de Cantabria. Antes de la cumbre, Zuloaga emprenderá una nueva gira por las agrupaciones, acompañado por los consejeros socialistas en el Gobierno regional. Su relevo en la Delegación del Gobierno puede esperar hasta marzo, cuando toque cerrar las listas y dedicarse plenamente a su candidatura a la Presidencia de Cantabria. La secretaria de organización, Noelia Cobo, pudo ser en su día la delegada del Gobierno, pero es probable que ahora prefiera seguir en la primera línea política, como número dos en el partido y en la lista autonómica.
El PSOE se dice convencido de poder pasar de 5 a 8-9 escaños en los comicios autonómicos, aunque para eso tendría que crecer casi en la misma proporción en Santander y lograr buenos resultados en Torrelavega y en los municipios más poblados, precisamente los que gobierna con alcaldes que en su mayoría apoyaron al sector crítico de Eva Díaz Tezanos y que ahora tendrán que arrimar el hombro, aunque solo sea para proteger sus propios intereses electorales.
Habrá que ver si se cumple ese pronóstico feliz, en buena medida dependerá de la situación política nacional y de la deriva del Gobierno Sánchez, pero la incógnita principal espera después de las urnas. El PSOE se reafirma como un partido de gobierno y para seguir siéndolo no se vislumbra otro camino que el muy transitado pacto con el PRC, cada vez más zarandeado por las colisiones en la gestión de gobierno –en la sanidad, en la educación, en los proyectos industriales, en la negociación de los presupuestos, en las relaciones institucionales–y por las turbulencias en no pocos municipios.
Pablo Zuloaga declara muy ufano que Revilla no se siente cómodo con el empuje del nuevo PSOE, después de tanto tiempo subordinado al liderazgo del dirigente regionalista, desde que en 2003 consintió, Zapatero mediante, en hacerle presidente, cuando era el candidato menos votado. Zuloaga tiene razón, lo que no sabe es lo que Revilla pueda hacer al respecto. Para empezar, el PRC presume de que después de las elecciones va a tener donde elegir como socio de gobierno, por ejemplo una mayoría justita con Ciudadanos u otra muy holgada con el PP necesitado de tocar poder. Aviso a navegantes.
Los críticos de Zuloaga creen que se equivoca en sus desaires a Revilla y al tensionar tanto las relaciones con el socio regionalista. Opinan que el riesgo de ruptura es real, que al PSOE le irá mejor si aguarda el adiós de Revilla resguardado en el Gobierno y en el poder municipal, y no a la intemperie de la oposición. Zuloaga tiene en cuenta que la sucesión del histórico líder regionalista puede producirse más pronto que tarde, acaso en la primera fase de la próxima legislatura, pero no renuncia a su estrategia de marcar distancias para crecer en las urnas. Tampoco se plantea un futuro del PSOE descolocado en la oposición. No al menos hasta el día después del 26-M, con los resultados electorales en la mano.
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