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M ás vale un mal arreglo que un buen pleito’, aconseja la sabiduría popular, pero los socialistas cántabros se muestran refractarios a esa idea. Ni antes ni después de las primarias y el congreso que iban a ser el principio del fin del declive ... progresivo que las urnas han constatado en los últimos años, los dirigentes de los dos sectores enfrentados no han podido, o no han querido, alcanzar un punto de encuentro para avanzar juntos hacia la ambiciosa recuperación que postulan. La unidad de acción ya no es un bien sagrado en los partidos, como lo demuestra la epidemia de conflictos internos que se ha extendido en Cantabria. En el pecado llevarán la penitencia, dice otro refrán.
El cambio de paisaje en el PSOE de Cantabria en solo un semestre ha sido asombroso. De las unanimidades a la búlgara que reinaban en los órganos de dirección a la batalla sin cuartel. El hecho de que el partido estuviese en el Gobierno y que la secretaria general fuese además su vicepresidenta era un factor de riesgo añadido en la pugna interna, pero la ola del cambio desatada por la resurrección de Pedro Sánchez era imparable y Pablo Zuloaga puso fin al liderazgo de cinco años de Eva Díaz Tezanos.
Vencedores y vencidos se culpan mutuamente estos días de la fractura, públicamente y sin recato. Aluden, según los casos, a la arrogancia excluyente de los primeros o a la cerrazón indisciplinada de los segundos. De todo hay. Zuloaga tiene toda la legitimidad como nuevo líder del PSOE, pero está obligado a derrochar generosidad para preservar la cohesión, que es ahora una de sus responsabilidades esenciales. Díaz Tezanos, siempre tan escrupulosa con los códigos del partido, no puede negar a estas alturas el derecho de la ejecutiva a marcar directrices y a incorporar personas de su plena confianza al Gobierno.
La desconexión entre las dos facciones socialistas ha sido casi completa en las últimas semanas. Entre los recaditos con las ‘listas negras’ de los ceses y el ‘no nos moverán’ de Puertochico, la tensión se ha desbordado y se han ido rompiendo los frágiles puentes que quedaban hasta un punto de no retorno en una crisis que ha terminado involucrando directamente a Miguel Ángel Revilla y a Pedro Sánchez. De los relevos menores que se manejaban al principio a los pesos pesados que se han concretado después. Zuloaga y su equipo han resuelto que el principio de autoridad era ya más importante que mantener en el cargo a Ramón Ruiz. El consejero de Educación goza de un notable reconocimiento en su sector –el ruido que ha provocado su cese así lo indica–, pero es también la mano derecha de Díaz Tezanos, y por eso mismo, el menos receptivo a las demandas de los nuevos dirigentes
En realidad, todos los cambios que plantea Zuloaga le siegan la hierba bajo los pies a la anterior líder socialista. También la del consejero delegado de Sodercán Salvador Blanco. Bien es verdad que su nombramiento para un cargo de tanta relevancia fue muy arriesgado en su día, dados sus controvertidos antecedentes. Pero el cese que no consiguió el largo asedio de Podemos y concedido ahora por el propio PSOE va a recibir más aplausos ajenos que propios.
El caso de Rosa Inés García al frente de MARE tuvo su debate entre los nuevos dirigentes del PSOE. Los más proclives al relevo, los que alguna vez fueron de su cuerda. Las adhesiones políticas tienden a ser volátiles, como ha constatado Díaz Tezanos en su propio equipo gubernamental. También el nuevo consejero in péctore, Francisco Fernández Mañanes, adquirió esa experiencia en sus horas bajas.
La ejecutiva de Zuloaga no ha propuesto el cese de Díaz Tezanos –Ferraz recomendó que se la tratase con consideración en la amarga derrota–, pero le traslada por la vía de los hechos una nada sutil invitación a que se vaya del Gobierno. Ya era bastante incómodo quedarse tras perder las primarias y el congreso; ahora, aislada por los suyos, y con el aparato, las competencias y los recursos muy disminuidos, lo será todavía más.
Sus fieles la animan a aguantar el tirón, aferrados a la idea de dar la batalla de las primarias electorales de 2019 con la visibilidad y los medios que le queden en el Gobierno, y con los errores que cometa el nuevo secretario general y su ejecutiva. Por ejemplo, en la renegociación del pacto con el PRC de Revilla. Es una conjetura como otra cualquiera. Otra es que una porción de sus partidarios empiecen a emigrar hacia el calor de quienes manejan la batuta.
Han bastado unas pocas semanas para que el PSOE de Cantabria se rompiera en dos mitades. Recuperar la cohesión llevará mucho más tiempo. Sólo falta un año y medio para que arranque la maquinaria electoral y hasta entonces quedan muchas escaramuzas que librar. Para empezar, las primarias locales, con Santander en primer plano, y el debate sobre la crisis interna en el Comité Regional. O sea, en la fase decisiva de la legislatura un pleito interminable en el que todo el partido lleva las de perder.
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