Pueblos separados por un semáforo
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Ribamontán al Mar y Marina de Cudeyo, dos municipios colindantes, tienen distintos niveles de riesgo sanitario, y eso marca restricciones que condicionan su día a día¿Tú te crees?», comenta Vidal Maza con cara de circunstancias, la cabeza empapada bajo la lluvia y un blanco en la mano. «He pegado dos tragos y sigue en el mismo nivel, se me está rellenando de agua», ironiza. Es vecino de Pedreña (Marina ... de Cudeyo) y todos los días alterna en el pequeño bar que hay en el supermercado Covirán, en el barrio Monte. Es una costumbre que comparte con dos amigos, y todos se han pegado lo máximo posible a la pared para resguardarse bajo la repisa de la ventana del piso superior.
A sólo unos pocos metros de allí, en Somo (Ribamontán al Mar), se encuentra otra realidad completamente diferente. Una familia degusta un menú del día en el comedor interior del restaurante Pinar. Están todos a resguardo, no pasan frío y no se mojan.
¿Cómo son posibles dos realidades tan distantes en tan pocos metros?Máxime en este caso, cuando las dos localidades funcionan en la práctica como una sola, compartiendo servicios y con un tránsito de vecinos que a diario cruzan el puente para ir a la carnicería o la pescadería. La respuesta está en el nuevo semáforo covid que Sanidad ha establecido para prevenir la progresión de la pandemia y decidir la intensidad de las restricciones.
Ribamontán al Mar ostenta un nivel 2 de riesgo sanitario, más relajado en cuanto a las prohibiciones y los aforos. Marina de Cudeyo, un 4, que obliga a tener mucho más cuidado con la transmisión. En la práctica, por ejemplo, los vecinos de Somo pueden comer en el interior de un restaurante mientras en Pedreña beben un vino aguado por la lluvia a la puerta de un bar donde no se puede entrar.
«¿Qué sentido tiene que estando tan cerca tengamos limitaciones tan diferentes? Porque además nosotros, si quisiéramos, podríamos ir al interior de un bar de Somo a tomar el blanco. ¿Qué previenen con esto? Nada», resuelve Maza, que ya no sabe si reírse o llorar ante una situación «con la que ya llevamos más de año y medio y no termina de resolverse». Ni él ni sus amigos Leandro Fernández y José Ignacio González entienden la distinción entre Pedreña y Somo. «Creo que la suerte va por barrios. Ahora nos ha tocado estar aquí en nivel peligroso; pero mañana será al revés, estoy seguro», agrega Maza. Y está en lo cierto.
La incidencia acumulada a siete días de Ribamontán al Mar alcanzó ayer los 133 casos por cada 100.000 habitantes, una cifra que, de mantenerse hasta el martes próximo, catapultaría directamente al municipio al nivel 4 de riesgo sanitario.
Vidal Maza - Vecino de Pedreña
Francisco Pellón - Vecino de Somo
«Lógico. Allí tienen más turismo y además nadie me impide a mí, que vivo en un municipio que se supone que tiene más riesgo de contagio, moverme hacia Somo e ir allí a contagiárselo a todos. ¿Nadie ha pensado esto?», razona.
Sea como fuere, hay negocios que van a ver cómo su caja se resiente considerablemente en el que va a ser el primer fin de semana completo de libertad de movimiento entre comunidades autónomas, que ya avanza una importante ocupación en hoteles y casas rurales de la región. Por ejemplo, justo al lado de este bar, la Posada de Pedreña está cerrada a cal y canto, y no hay visos de que vaya a abrir.
Ha salvado algo mejor la situación María Ángeles Lastra, propietaria del bar Raba. «Nosotras tenemos una buena terraza y estamos mejor por eso», cuenta. Ella es partidaria de los confinamientos quirúrgicos. Medidas muy concretas que, por ejemplo, llevaron a cerrar durante unos días el barrio de La Inmobiliaria, en Torrelavega. «Aquí somos pocos habitantes y un solo positivo sube muchísimo los porcentajes de incidencia;pero se sabe dónde están los brotes, porque son familias muy localizadas».
Cabizbajos, abatidos, están los empleados del restaurante Tronqui, conocida parrilla en la curva de Pedreña. Tuvieron que cerrar el pasado 1 de mayo por un brote de coronavirus y este fin de semana podrán funcionar a medio gas, sólo con la terraza. «Estoy manteniendo todos los gastos, no he mandado a nadie al ERTE porque me parece inmoral, pero es que se está juntando una cosa con la otra y es una sangría de dinero que no podemos asumir», critica Pedro Guevara, propietario del establecimiento. «Deberían estudiar mucho más los casos y no generalizar. Me parece absurdo que en municipios como el nuestro, donde un brote de tres personas puede marcar una diferencia de muchos puntos de incidencia, nos obligue a todos a cerrar el interior de los negocios».
En el polo opuesto, la hostelería disfrutará de esta semana de tregua en Ribamontán al Mar. «Nos parece bien que podamos servir en el interior del comedor pero no lanzamos los cohetes porque la semana que viene pueden cerrarnos otra vez. Eso es lo que nos inquieta», reflexiona Marcos Sánchez, responsable del restaurante Pinar, en Somo. No ha reservado mesas pero a media mañana su comedor se empieza a llenar. «El peligro es que los contagios se disparen y nos cierren completamente. Ese retroceso sería una estocada mortal», añade.
La lluvia ha enturbiado por completo el día y eso invita a ir a resguardo. Ocurre también en el hotel Bemon Playa. Dentro, hay varios grupos de personas que ocupan las mesas manteniendo las distancias. «El problema de estos pueblos es que unos están en nivel 2 y otros en 3, o en 4, y al final la gente se mueve de un sitio a otro sin control y entonces no entiendo muy bien de qué valen las restricciones», argumenta Francisco Pellón, que toma un vino con su mujer y otros amigos. Opina que sólo el confinamiento municipal tendría sentido. «Si no, lo mejor es que adopten las mismas condiciones para toda Cantabria. Porque si lo revisan cada semana, como afirman, va a llegar un momento en que no vamos a saber ni en qué nivel estamos».
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