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Hacía ya tiempo que Ciudadanos venía preparando su propio funeral. Uno en Cantabria para que pudieran asistir los pocos afiliados que continuaban fieles a las siglas en la comunidad autónoma y otro a nivel nacional, donde las perspectivas de cara al 28M –ahora ya certezas– ... eran igual de negativas que las de la lista que encabezaba aquí, por segunda vez consecutiva, Félix Álvarez. El cómico y actor, también jefe regional de la formación naranja por designación directa de Inés Arrimadas, trataba en las últimas semanas de tranquilizar a los que preguntaban por el estado del enfermo diciendo que con él las encuestas, «para bien o para mal», siempre se habían equivocado. Pero el mensaje sonaba poco creíble cuando, a renglón seguido, se esforzaba por poner en el altar las contribuciones de Cs a la política cántabra desde que entró en el Parlamento hace dos legislaturas. Como cuando se magnífica la obra de un difunto, exagerando todo lo bueno y guardando en un cajón bajo tres llaves lo malo.
Felisuco, que previsiblemente ahora retomará su nombre artístico tras un verano que dedicará a tomarse esas vacaciones de las que no ha podido disfrutar en ocho años, apelaba en esta campaña a los votantes que ven con buenos ojos que en Cantabria los herederos no tengan que pagar el Impuesto de Sucesiones si el patrimonio procedente de familiares más cercanos. Fue una concesión que los naranjas arrancaron al bipartito PRC-PSOE en 2018 a cambio del voto favorable a los Presupuestos del año.
«¿Se imaginan al PP aprobando unas cuentas del PSOE, o viceversa?», insistía Álvarez para poner en valor ese carácter transversal. Esa capacidad de bisagra que Cs Cantabria sí ha ejercido –apoyando a alcaldes socialistas en muchos ayuntamientos– pero a la que el partido renunció en buena parte del país, para disgusto de su electorado.
El condicional le delató en la entrevista electoral de este periódico: «Si me votara un tercio de los que piensan que lo hemos hecho bien sería presidente». Daba por hecho que la premisa inicial no se cumpliría. Y sí le han querido como presidente los 7.451 que eligieron su papeleta. Es el 2,31%, el mejor porcentaje de Cs en las doce comunidades autónomas que el domingo renovaban su Parlamento. Una muerte dulce, con un punto más de apoyo que los colegas en Madrid (1,56%), el territorio que sigue a Cantabria. Dos diputados en 2015, tres en 2019 y cero en 2023. Pero antes del entierro, el cuerpo de la naranja ha sufrido amputaciones. En la primera legislatura rompió el carné Juan Ramón Carrancio y creó su propio partido y esto hizo la ganadera Marta García mientras la mayoría de cargos de la organización se bajaban del barco. En teoría no lo ha hecho –en la práctica, sí– Javier Fernández Soberón, que ha cosechado un espectacular resultado en El Astillero con 15 de los 17 ediles. Para buscar al concejal 16 y último de Cs en la región hay que viajar a Castro Urdiales. Y ya.
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