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N ada como una buena purga para que el partido se haga más fuerte', proclamaban los jerarcas comunistas, entre aliviados y eufóricos, cuando salían indemnes ... de la última escabechina e incluso ascendían en el escalafón del aparato a costa de las víctimas de la permanente depuración interna. Tantos años después, Podemos cultiva la vieja tradición de las purgas, que quizá sirvan para reforzar el control del partido y la unidad de acción política, pero también lo debilitan y dividen cuando se trata de hacer frente a los enemigos externos en la competencia electoral.
La crisis del partido en Cantabria ha alcanzado una dimensión estratosférica, incluso para los altos índices de hostilidad a los que nos tenían acostumbrados en los últimos tiempos PP, PSOE y Ciudadanos en sus batallas domésticas. La que sacude al partido morado ya ha penetrado en la categoría del bochorno, con chistes y chascarrillos sobre los pormenores de la acusación a un diputado por acoso, sobre las grabaciones 'a la villareja' de las denunciantes, sobre las filtraciones traicioneras y las puñaladas traperas que ilustran el episodio.
Otro frente más en el mapa bélico de Podemos, que se extiende desde Galicia a Andalucía, de Cataluña a Extremadura, pasando por el País Vasco, las dos Castillas, La Rioja… y, naturalmente, Madrid. Los dos Pablos, Iglesias y Echenique, empuñan el evangelio y el hacha en la cruzada contra la disidencia interna que sucesivamente han encarnado los Errejón, Alegre, Bescansa, Maestre y tantos otros.
Del movimiento asambleario y horizontal que inspiró el origen de Podemos en las calles y plazas del 15-M a la disciplina vertical y estricta que hoy impera, y a las correspondientes rebeliones de quienes no comulgan con las directrices oficiales. Como en ese tránsito no han regido o al menos no se han aplicado sistemáticamente normas para la organización y el funcionamiento cotidiano del partido que todos los grupos pudiesen asumir con normalidad, el clima se ha hecho propicio a los enfrentamientos, no tanto por diferencias ideológicas sino más frecuentemente por las luchas de poder que alcanzan su máxima intensidad en momentos decisivos como las primarias que deciden las listas y el futuro de los dirigentes.
En Cantabria, la verdad, el conflicto se instaló en Podemos desde el principio: cuatro dirigentes al mando en cuatro años y un enfrentamiento visceral entre los tres parlamentarios regionales, hasta llegar a la situación actual de las primarias electorales paralizadas en los tribunales. Muchas dudas y ninguna certeza en el horizonte. Todo son cábalas: sobre los tiempos de la justicia a la hora de resolver el litigio, con los eventuales recursos que puedan surgir. Si se confirmará Verónica Ordóñez como única candidata como pretende el oficialismo o se restablecerá el duelo pendiente con la purgada Rosana Alonso. Si aparecerán nuevos contendientes, si Madrid intervendrá para imponer su autoridad por las bravas o para propiciar una mediación pacificadora o si al conflicto le sobrevuela el riesgo de la escisión del partido. En los prolegómenos de las primarias, hubo algún tímido intento de buscar una fórmula de integración con un candidato nuevo al frente, pero fracasó enseguida. Desde entonces la situación no ha hecho más que enconarse entre las facciones y no será fácil encontrar referentes capaces de recuperar la cohesión.
El conflicto interno dirige a Podemos hacia la irrelevancia. Como indicio reciente, el 'papelón' en los Presupuestos 2019 que iba a pactar sólo con el PSOE. El estallido de la crisis interna hizo evidente que ese diálogo resultaba muy poco fiable, aunque la secretaria general, Rosana Alonso, intenta ahora, un poco a la desesperada, que el Gobierno de coalición siga teniendo en cuenta a su partido en la negociación presupuestaria.
Pero la auténtica prueba de fuego para Podemos Cantabria le espera en las elecciones de mayo, con el riesgo cierto de perder la representación parlamentaria que estrenó en 2015 con tres escaños. En los dos bandos se resisten a contemplar esa posibilidad dramática y confían en la potencia que todavía acredita la marca morada en España.
Los partidos políticos observan expectantes la evolución de la crisis podemita, sobre todo por el costado izquierdo del escenario político. Al PSOE de Zuloaga le falló el pacto previo de los Presupuestos con Podemos, pero a modo de compensación, ahora siente que tiene más a tiro su objetivo de recuperar muchos de los votos que antes le había birlado el partido de Pablo Iglesias.
En Izquierda Unida no creen que el conflicto de Podemos tenga una solución fácil ni rápida para avanzar a continuación hacia la confluencia electoral, así que por el momento mantiene activa su propia agenda. Quien sabe si en la travesía hasta las urnas podrán aprovechar algún resto del naufragio podemita. En IU confían, al menos, que la crisis de Podemos no contamine más de la cuenta el largo diálogo que tiene lugar en Santander para alcanzar la alianza electoral de los partidos de izquierdas en la capital cántabra.
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