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José María Gutiérrez
Santander
Lunes, 8 de abril 2019, 09:10
«Me interesaba participar en una convocatoria que tuviera que ver con la lucha por la igualdad, que es muy necesaria hoy en día. Es un terreno en el que queda mucho por hacer para romper brechas de género, techos de cristal... Creo que ... se está trabajando bien, pero se puede y se debe hacer más para seguir avanzando, cualquier medida es poca porque queda aún mucho por mejorar», explica Natalia Martínez Cagigas, alumna de 4º de la ESO del colegio Cumbres, de Santander, sobre las motivaciones que la llevaron a participar en la sexta edición del concurso literario escolar 'Carta a un militar español' que organiza el Ministerio de Defensa.
Este año, con motivo del 30 aniversario de la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas, el certamen ha pretendido provocar entre los estudiantes de 4º de la ESO, Bachillerato y Formación Profesional «una reflexión acerca de la importancia de la igualdad en una sociedad moderna, plural y justa». Bajo el lema '30 años trabajando en igualdad', los alumnos participantes tenían que redactar una carta a una militar anónima en la que expresaran su opinión acerca de la contribución de la mujer a las Fuerzas Armadas, qué retos han tenido que superar y por qué es fundamental la igualdad de género, no sólo en los cuerpos militares, sino en todos los ámbitos de la sociedad.
Ganadora: Natalia Martínez Cagigas, del colegio Cumbres (Santander), por su trabajo 'Y los sueños... se hicieron realidad'.
Finalistas: Andrés González Tejedor, del IES Alisal (Santander); Pedro Gómez Fernández, del colegio Torrevelo-Peñalabra (Mogro); y Erik Guzmán Prieto, del colegio Puente III (El Astillero).
Organización: Ministerio de Defensa.
Finalmente, el trabajo de Martínez, titulado 'Y los sueños… se hicieron realidad', se ha convertido en el ganador de la fase regional del concurso. «No me imaginaba que pudiera ganar, en ningún momento lo pensé, sinceramente. Me quedé alucinada cuando me lo dijeron», asegura la joven estudiante cántabra, de 15 años. Además del «reconocimiento» y la «confianza» que la aporta para «seguir escribiendo», este triunfo la da derecho a participar ahora en la fase nacional del certamen junto a las mejores cartas del resto de comunidades autónomas.
Natalia Martínez redactó una emotiva carta sobre una madre que escribe a su hija militar cuando está a punto de emprender una nueva misión internacional. En ella le muestra su orgullo por haber alcanzado su sueño de formar parte de las Fuerzas Armadas españolas, un sueño que su abuela no pudo cumplir porque entonces las puertas sólo estaban «entreabiertas». Eran otros tiempos, muy distintos a los actuales. «No es biográfica, no hay nadie en mi familia que encaje en esos personajes, es ficción», detalla la estudiante, que recuerda con cariño las 'batallitas' que le contaba su padre cuando ella era pequeña sobre sus peripecias en la 'mili'.
No tiene aún claro Martínez hacia dónde enfocar su futuro en los estudios –el curso próximo comienza el Bachillerato– ni tiene contemplado, por el momento, hacer carrera militar, pero sí reconoce que la gusta escribir. «Escribir y leer me relaja muchísimo, es mi forma de desconexión. Leo de todo, pero me gustan especialmente las biografías, lo realista. La Historia es increíble, supera a cualquier ficción», reflexiona.
El delegado de Defensa en Cantabria, el coronel de Infantería de Marina Ignacio Yáñez, presidió la entrega de galardones a los alumnos distinguidos en un acto en el que destacó la finalidad que busca el concurso: acercar a la sociedad civil el trabajo diario que realizan las Fuerzas Armadas, en muchos casos desconocido. Además de la ganadora, quedaron finalistas Andrés González Tejedor, del IES Alisal, por su trabajo 'Gracias'; Pedro Gómez Fernández, del colegio Torrevelo-Peñalabra, por 'Añoranza'; y Erik Guzmán Prieto, del colegio Puente III, autor de la carta 'Ejército militar español de Tierra', que fueron premiados por ser los mejores de sus respectivos centros.
El jurado de esta fase provincial, presidido por el propio Yáñez, estuvo compuesto por el comandante naval de Santander, capitán de navío Fernando Brinquis; la asesora técnica docente de la Consejería de Educación, Ángela Cárdaba; el vicerrector de Cultura y Participación Social de la Universidad de Cantabria, Tomás Mantecón; y el periodista de El Diario Montañés, José María Gutiérrez.
Querida hija mía,
Quién me iba a decir a mí que hoy, Día de las Fuerzas Armadas, iba a estar escribiéndote esta carta para desearte suerte en la nueva misión que te ha sido encomendada fuera de nuestro país. Aún guardo en el escritorio que la abuela me legó tras su fallecimiento, una emotiva carta en la que me confesaba sus inquietudes y deseos juveniles, así como sus secretos más íntimos y frustraciones. Es de estas últimas de las que quiero hablarte. Como bien sabes, ella fue siempre una mujer abnegada que no dudó en sacrificar parte de sí misma por amor a nosotros. Sin embargo, sus pensamientos y aspiraciones estuvieron siempre izados en un mástil del que pendía una gran bandera, que para ella representaba el amor a la historia, a sus compatriotas y a su país.
Su padre, tu bisabuelo, militar de alta graduación, forjado en el esfuerzo, la obediencia y la lucha, se convirtió, sin saberlo ni desearlo siquiera, en el estandarte al que ella quería abrazarse y entregar su valentía, su esfuerzo y generosidad. Nunca se atrevió a desvelarle su más preciado secreto hasta que nací yo, su primera hija. Según me cuenta en su carta, el día de mi bautizo sintió que era el más feliz de su vida. Sólo una inconfundible y sinuosa sombra atravesó sus más preciados sentimientos, le faltaba algo para ser plenamente feliz y sentir que su vida adquiriría una mayor proyección y entrega a los demás.
Mientras se deslizaba el agua bautismal sobre mi cabecita, imaginó cómo sería mi vida y se permitió soñar cambiando mi recién estrenado faldón por un reluciente uniforme de infantería que ella secretamente imaginó llevar y nunca pudo sentir sobre su piel. Decidió que ya no callaría más. Temía que mi recién estrenada vida se viera truncada por una frustración similar a la suya y deseaba iniciar su lucha para que esto no fuera así.
Habló con mi bisabuelo, vio cómo éste acusaba un gesto de sorpresa en el rostro que paulatinamente dio paso a un abrazo protector cargado de palabras que no tuvieron más eco que un sentimiento compartido. Ella lloró, lloró lágrimas de silencio que anunciaban que un nuevo camino de abría frente a sí. Se sentía comprendida, apoyada, pero con la sensación de que tenía que atravesar de alguna forma el inmenso abismo que separaba sus anhelos de la imposibilidad de vestir con orgullo el uniforme de sus sueños, hasta ese momento truncados.
Su padre se unió a su lucha, juntos escribieron muchas cartas, solicitaron audiencias, visitaron amigos... Las puertas sólo estaban entreabiertas. Era cuestión de ideas, de tiempo, les decían. Tiempo era lo que tu abuela no tenía. Sentía que su tiempo había pasado, pero aún le quedaba el de tu madre, el tuyo... Ella quería que las nuevas generaciones de mujeres pudierais elegir libremente y entregar lo mejor de vosotras mismas como hacen los hombres que portan sobre su hombro el fusil de la valentía y el honor.
Es por esto, hija mía, por lo que hoy me siento afortunada al poder dirigirte estas palabras de aliento y despedida en esta tu nueva misión fuera de nuestras fronteras, donde codo con codo, hombres y mujeres, todos iguales, lucháis por forjar un mundo mejor y más justo.
Mientras escucho las últimas notas de 'Las Corsarias', pliego cuidadosamente la carta de mi abuela y deseo con todo mi amor maternal que la bandera que enarboló tu bisabuela te acompañe en esta tu nueva andadura junto a tus compañeros y compañeras y os haga sentir orgullosos de lo que sois y de lo que representáis.
Un abrazo, hija mía.
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