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JAVIER CUESTA
Santander
Lunes, 17 de agosto 2020, 07:17
«Nuestro objetivo es llegar donde, hasta ahora, no llegaba nadie». Con esta premisa surge Amet Cantabria, la empresa que se ha propuesto llevar los servicios «más esenciales» a las zonas rurales en riesgo de despoblamiento de la comunidad autónoma. La falta de recursos y el gran número de dificultades a las que aquellos que habitan en los pueblos más recónditos de la región deben enfrentarse en su vida diaria parecen haber encontrado solución gracias al ingenio de Alfonso Ibáñez Ruiz.
«Mis padres son de Cabuérniga y, con los años, me fui dando cuenta de la, cada vez más, falta de servicios básicos para la gente de pueblo», narra Ibáñez. Tras 17 años de profesión en el sector sanitario, una baja le hizo replantearse su futuro, a sabiendas de que no le quedaban muchos años más trabajando en el hospital: «Todo se remonta a 2019. Un familiar me animó a buscar alternativas y me sugirió montar una empresa de servicios a domicilio». Desde entonces, la idea comenzó a rondar por su cabeza: «Al principio pensé en enfocarlo sólo en Santander, pero luego, dándole más vueltas, me dije: ¿Por qué no a nivel rural?». Ese pensamiento caló hondo en él, cambiando completamente el concepto tradicional de una empresa de estas características: «Se me ocurrió acercar los servicios esenciales, de los que carecían la mayoría de pueblos de las zonas rurales, a sus habitantes, todo aquello a desmano».
El planteamiento fue evolucionando y, poco a poco, se fueron sumando todos aquellos servicios que creía de utilidad y que, con el tiempo, podrían ser demandados por los clientes. Actualmente, la empresa cuenta con multitud de prestaciones con el propósito de cubrir cualquier necesidad que el usuario pueda requerir: peluqueros, cuidadores, terapeutas, fisioterapeutas, podólogos, psicólogos, limpiadores de hogar e incluso la posibilidad de transporte. «Están todos bien formados», recalca Ibáñez.
Sin embargo, el más demandado, sin duda, es el servicio de comida a domicilio, del que se encarga una empresa de Santander «con más de 13 años de experiencia. Hasta ahora había gente que no tenía acceso a ello. Mi intención era acercar este servicio a zonas más lejanas». El 'catering' está disponible todas las semanas y se puede escoger un menú distinto para cada día de la semana.
Ibáñez recuerda que, aunque la esencia de esta empresa está dirigida al despoblamiento rural, «no hay distinción de edades para hacer uso de cualquier prestación». La iniciativa se dirige a todas las personas que lo necesiten o tengan algún tipo de dependencia. «Cuando hablo de dependencia, no sólo hablo de alguien impedido, también de cualquiera que dependa de otra persona para, por ejemplo, ir al supermercado».
La idea, aunque originada antes de la crisis sanitaria provocada por el covid-19, parece hecha a medida para esta situación. «La empresa estaba enfocada sin la pandemia, pero encaja perfectamente en estos tiempos». El término 'esencial', en este caso, coge más peso que nunca. «Es algo que matizo siempre, la gente no se va a quedar sin ello porque son servicios básicos». El número de clientes ha crecido durante los meses que ha durado el estado de alarma. «Mucha gente mayor no podía cocinar y comía fuera, pero con el confinamiento necesitaban una alternativa».
«Estamos a la expectativa, viendo cómo se van aclimatando los clientes, pues es algo nuevo para ellos», advierte Ibáñez, a la espera de conocer cómo se adaptan los usuarios a esta nueva forma de acceder a los servicios básicos. Algunos, como Ángel, recurrieron a él al comienzo del confinamiento. «Acababa de suceder lo de la pandemia, allá por marzo, y como tengo 72 años y no sé cocinar, me interesó y llamé». Desde entonces, este vecino de Sarón recurre cada semana al servicio de comidas que ofrece Amet Cantabria.
Puede que por esas mismas razones Fernando contratara el mismo servicio para su madre, de 86 años, que reside en Solares. «Aunque está bien, está un poco limitada para hacer las labores. Es una manera de quitarle trabajo». Desde el pasado junio él y su familia eligen cada semana el menú idóneo para ella.
Pero, como ya avisaba Ibáñez, los servicios que se ofrecen no están limitados, ni mucho menos, por la edad. Es el caso de Mari Jose, ganadera y agricultora de 42 años en Los Tojos, que confiesa no tener tiempo para ir a la peluquería más cercana. «Para nosotros es muy difícil, no puedo perder 3 o 4 horas en ir a cortarme el pelo o hacerme las mechas». Para ella, «como para muchas otras», esta iniciativa ha facilitado en gran medida su vida diaria y ya están esperando «que vuelva el mes que viene».
Cada mes, los núcleos rurales más pequeños de la región, como Los Tojos o Tudanca, reciben estos servicios, a excepción del 'catering', que está disponible todos los días. Cada semana del mes se acercan a un valle distinto.
Todos los meses se realiza la misma ruta: la primera semana, en Cabuérniga; la segunda, en la Mancomunidad de Municipios del Nansa; la tercera, en Liébana, y la cuarta y última en la zona pasiega. «La idea se la he presentado a varios ayuntamientos y algunos ya han empezado a trabajar conmigo», concluye Ibáñez.
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