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Quería ir a ver a Aitana, una de sus cantantes preferidas, a los Campos de Sport en junio pero sus propios padres le dijeron que era mejor desistir. Porque pagar unas entradas tan caras para que ocurriese lo de siempre, que es acabar ubicada en ... el último rincón sin posibilidad de disfrutar del momento y sin poder ir acompañada de más de una persona, no tenía demasiado sentido. La pequeña Lucía Navarro Santamaría, de ocho años de edad, es una amante de la cultura en general y de la música en particular, pero su condición de persona con movilidad reducida y la poca o nula empatía que en muchas ocasiones demuestra la sociedad con este colectivo le ha puesto muy difícil, cuando no imposible, disfrutar de esas pasiones.
Cansada de tener que ver los conciertos desde la última fila -lo de 'ver' es en este caso un eufemismo-, o de enfrentarse a realidades como el hecho de que las personas con movilidad reducida fueran las únicas que tenían que ir físicamente a las taquillas de espacios como el Palacio de Festivales para comprar sus entradas, tanto Lucía como sus padres decidieron empezar a luchar por dar visibilidad a la situación con el objetivo de fomentar un cambio que en muchos casos no depende de otros factores que la actitud y la sensibilidad de los organizadores, en el caso de los eventos privados, o de los políticos en el caso de los públicos.
Ahí comenzó su activismo en las redes sociales, donde se ha hecho conocida bajo el nombre de SuperLu. Y ha sido en estas plataformas donde su mensaje se ha hecho viral en los últimos días, con un video que ya suma, entre todos sus perfiles, más de cinco millones de visualizaciones en poco más de 24 horas. Su madre, Lucía Santamaría, explica que se sienten desbordados por las respuestas que están recibiendo , tantas que «no nos da tiempo a contestar a todos como nos gustaría», explica. Pero la lucha de SuperLu y su familia va más allá de su propio caso: «No queremos un trato especial, sino simplemente que las personas con movilidad reducida (PMR) tengan los mismos derechos y reciban el mismo trato que los demás», resalta Santamaría, quien insiste en que su objetivo «es intentar mejorar la vida de todas estas personas, que sufren los mismos problemas que nuestra hija». Y si esa lista ya es por naturaleza amplia, cuando se le suman las consecuencias de la falta de conciencia sobre la realidad de este colectivo se hace poco menos que inabarcable.
En el video viral, la pequeña Lucía explica su hartazgo ante el trato que recibe cuando va a algún evento: «Estoy harta de que en los conciertos siempre me pongan en los peores sitios». SuperLu continúa hablando del disgusto que ha supuesto saber que Aitana va a ofrecer una actuación en el festival My Fest Cantabria Infinita en junio: «Hoy me he enterado de que va a ser el concierto de Aitana en Santander y ya veis dónde me van a colocar», hecho que explica con una captura de la distribución del público y la ubicación, en la última fila, de las plazas para personas con movilidad reducida. «Encima sólo me dejan ir con un acompañante, y si quiero ir con mis padres y mi hermana... ¿qué pasa?», se pregunta.
SuperLu continúa explicando las circunstancias en las que se ve cuando quiere disfrutar de otras opciones de ocio: «Cuando voy al cine me ponen en el peor sitio, en la primera fila», critica, para continuar explicando que «por eso mis padres, para que pueda ver bien la película, me suben mucho más arriba». En el vídeo se puede ver cómo su padre carga en brazos con la pequeña para ubicarla en una de las filas centrales de la sala, las que normalmente querría ocupar cualquier persona. «No es justo», denuncia la pequeña. «Y si quiero ir al Palacio de Festivales tengo que comprar las entradas en la taquilla, en vez de por internet», añade.
«No se dan cuenta de que tenemos movilidad reducida», añade, para pedir «que nos faciliten la vida». «Así mil cosas os podría contar», afirma al final del vídeo, que concluye con una petición: «Os pido a todos que compartáis este vídeo para que me ayudéis a cambiar estas cosas. Muchas gracias. Juntos somos más fuertes», concluye.
Veinticuatro horas después, tanto Lucía como su familia han visto cómo miles de personas apoyaban esa petición, compartiendo su video y enviando mensajes llenos de comprensión y buenos deseos. Entre otros, las respuestas han llegado de personajes como la actriz Lydia Bosch, la cantante Belén Aguilera -que también participará en el festival santanderino y ese día que quiere conocer a la pequeña y a su familia-, la 'influencer' Lucía MiPediatra o la surfista Sara Almagro, que también tiene su movilidad reducida a causa de una meningitis meningocócica que provocó la amputación de sus dos piernas. Son solo algunos ejemplos que ilustran el alcance y el impacto del mensaje viral de SuperLu en las redes sociales.
«Estamos muy agradecidos de que sea un referente para quienes padecen problema similares», explica orgullosa Lucía Santamaría, madre de la pequeña. «Esta iniciativa busca ayudar a que todos los que sufren circunstancias como éstas puedan disfrutar como las demás personas, que es lo que son, de sus gustos y aficiones, y poder llevar una vida lo más normal posible», destaca la progenitora. Y lo bueno es que lo está consiguiendo.
El mejor ejemplo de ello se produjo el viernes en Cantabria. Tras conocer el vídeo de SuperLu, el vicepresidente regional, Pablo Zuloaga, que es también consejero de Cultura y por tanto responsable político del Palacio de Festivales, respondió a la niña para anunciar que iba a cambiar el sistema de adquisición de entradas para personas con movilidad reducida en el edificio de Gamazo, de forma que a partir de ahora este colectivo podrá realizar el gesto sin tener que acudir físicamente a la capital cántabra.
«Anoche vi el vídeo, contacté con su familia y ya estamos manos a la obra para resolver la parte que me toca desde el @PFCantabria y hacer de Cantabria una tierra más justa y accesible para todos y todas. Gracias SuperLu», fue el mensaje de Zuloaga. Un gesto que ️refuerza la convicción y el compromiso de Lucía y su familia en favor de las personas con movilidad reducida.
Aunque se van dando pasos, a menudo forzados pero no por ello menos efectivos, lo cierto es que, a tenor de la experiencia de esta familia, queda mucho camino por recorrer para que la sociedad comprenda, acoja y ayude realmente al colectivo PMR. Porque, por desgracia, son muchos los ejemplos que pueden poner tanto la pequeña Lucía como su familia de esa falta de atención y empatía, desde el tránsito por las calles hasta el acceso a cines, playas o aparcamientos. Un crudo retrato que evidencia la falta de civismo y solidaridad que en muchos casos caracteriza a nuestra sociedad.
«El otro día fuimos a una gran superficie que tenía siete plazas reservadas para personas con movilidad reducida cerca de la puerta, pero no pudimos aparcar ahí porque estaban todas ocupadas por coches que no tenían la etiqueta», explica Lucía Santamaría. «Como así tienen que andar menos distancia cuando salen cargados, aparcan ahí y los demás les dan igual», critica la madre de SuperLu, quien destaca que se trata de una dinámica mucho más habitual de lo que pueda parecer: «En Santander hay muchas personas con la tarjeta azul de aparcamiento gracias a sus padres o abuelos, e incluso de gente que ya ha fallecido, y las utilizan para aparcar en esas plazas, por lo que casi nunca encontramos una disponible», señala.
Tampoco los cines son espacios amables con las personas con movilidad reducida, destaca la progenitora. «Cuando abrieron los cines de Maliaño fuimos con toda la ilusión porque pensamos que al ser nuevos habrían tenido más en cuenta a este colectivo, pero nos encontramos con que las plazas están ubicadas en la primera fila, que es donde nadie aguanta una película, y menos una persona con problemas físicos», continúa.
Otro de los ejemplos de la falta de atención a la realidad de estas personas son las playas y sus accesos, que aunque en los últimos años han mejorado siguen presentando muchos defectos para atender como corresponde a las personas con movilidad reducida. «En el Sardinero, por ejemplo, hay un ascensor para ayudar a subir y a bajar a las personas con problemas de movilidad, pero sólo funciona entre julio y septiembre y sólo hasta las siete de la tarde», señala Lucía Santamaría. «El pasado verano se nos pasó la hora y por suerte nosotros podemos cargar con Lucía, porque es una niña, pero si le ocurre a un adulto no hubiera podido salir», denuncia.
Los condicionantes también se dan en Los Peligros, donde «hay que pedir cita para las sillas anfibias y es un problema porque no puedes decidir un día tranquilamente ir a la playa, tienes que planearlo y a veces ni así consigues plaza», resalta Santamaría, quien se pregunta «por qué si somos tantos no ponen más sillas o establecen un sistema más realista y normal».
«Cuando Lucía sea mayor... ¿tampoco podrá ir a la playa el día que quiera, como hace cualquier persona cuando le apetece?», se pregunta. «Por eso peleamos, para que estas personas tengan los mismos derechos y oportunidades que los demás». Lo hacen y lo seguirán haciendo porque de ello depende no solo la calidad de vida de su propia hija, sino de otros muchas personas con movilidad reducida. Su triunfo será el de toda la sociedad.
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