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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, volvió a insistir hace una semana en que el uso obligatorio de las mascarillas en espacios cerrados verá su fin «pronto, muy pronto». Es cierto que el anuncio fue lo suficientemente vago como para no comprometerse a nada, que ... lo dijo ante el Comité Federal del PSOE, por lo que, en parte, debe interpretarse como un mensaje de optimismo hacia sus correligionarios, y que, en cualquier caso, fió su aplicación al momento en que lo decida el Ministerio de Sanidad, pero fue suficiente para generar un debate en torno a la conveniencia de suprimir la mascarilla.
Madrid es, hasta el momento, la única comunidad que ha pedido con claridad iniciar su retirada, al entender, como manifestó su consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, que «hay que ir hablando» de quitarlas. En el extremo opuesto, el País Vasco, que exige un consenso del Ministerio y de las regiones antes de decirle adiós. En medio, otras, como Cantabria, cuya postura se limita a acatar lo que diga Sanidad, sin entrar en valoraciones.
¿Qué opinan los expertos? Los tres consultados por este periódico -un inmunólogo, un especialista en medicina preventiva y un pediatra-, consideran, en líneas generales, que resulta «prematuro» desprenderse de esta protección sin más.
Marcos López Hoyos - Sociedad Española de Inmunología
Jesús Mozota - Medicina Preventiva (Mompía)
Alberto Bercedo - Sdad. de Pediatría Extrahospitalaria
Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), opina que «es un poco precoz retirarla en interiores». «Han demostrado su utilidad en la contención de la pandemia, junto con las vacunas, y aún tenemos cifras de incidencia demasiado altas para relajarnos».
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Subraya que alguna comunidad -«no Cantabria»-, se ha resentido de la celebración de las recientes fiestas de carnaval, con repuntes en los contagios. «Esto demuestra que seguimos con niveles altos y que si al virus le dejamos la capacidad de expandirse, se va a expandir».
El presidente de la SEI reconoce que la presión asistencial ha bajado mucho, y que, en esa nueva situación, existe una tendencia a quitar la mascarilla que ya se ha iniciado en países nórdicos como Dinamarca, y también en algunos puntos de EE UU. No obstante, en su opinión, «no cuesta nada aguantar un poco más para evitar sobresaltos».
Tal y como explica, hay dos formas de protegerse contra el covid: con medidas físicas, como la mascarilla, o con las vacunas. Dice que estas últimas ya han demostrado sobradamente su eficacia para controlar la enfermedad, pero también se ha comprobado que en una gran parte de la población el escudo que ofrecen comienza a debilitarse a partir de los seis meses. Ante esta situación, la idea de revacunar continuamente cada vez que los anticuerpos comiencen a disminuir no resulta lo más recomendable. «Para evitar que aumente otra vez la incidencia parece conveniente usar la mascarilla en interiores hasta que la consigamos controlar».
Entonces, ¿en qué momento se puede empezar a hablar de quitarla? «Cuando bajemos de una incidencia de cincuenta -a catorce días-; estamos en cuatrocientos y pico y son cifras muy altas. Nos encontramos en esa fase en que no hay que correr, porque si lo hacemos podemos dar un paso atrás, y no cuesta tanto hacer un esfuerzo adicional».
El jefe de Medicina Preventiva de la Clínica Mompía, Jesús Mozota, también recomienda no apresurarse. «Yo todavía esperaría un poco más: sinceramente, aquí, en Cantabria, vamos bien, pero no acabamos de rematar. Todavía se reciben nuevos ingresos en cuidados intensivos, el número de contagios diarios sigue alto... En mi opinión, esta medida de las mascarillas en interior es de las más efectivas para evitar nuevas infecciones, y la mantendría un poco más. Es prematuro quitarlas».
Aprueba que se eliminara la obligación de llevarla al aire libre, aunque observa que la gente sigue utilizándola, especialmente cuando se producen aglomeraciones. «Debemos esperar a que llegue el momento oportuno, y una incidencia de cincuenta casos a catorce días es un buen punto de partida. También hay que fijarse en los contagios diarios, que constituyen un indicador muy precoz». Para Mozota, las próximas fiestas pueden dar una pista sobre lo que hay que hacer. «A ver qué ocurre en la Semana Santa».
La Asociación Española de Pediatría (AEP) ya sugirió hace un mes comenzar una progresiva retirada de las mascarillas en los centros escolares, empezando por las clases de alumnos más pequeños, teniendo en cuenta que raramente la enfermedad provoca entre ellos casos graves, y después de comprobar que no existe una diferencia significativa entre el número de infecciones que se registran en las aulas de Infantil, donde no se lleva mascarilla, respecto a los primeros cursos de Primaria, en los que sí se usa. «Beneficiándonos de la menor infecciosidad de los niños y de su también menor riesgo de enfermar, nos parecería razonable utilizar la plataforma de las escuelas como primer paso para monitorizar el impacto de una desescalada progresiva de mascarillas en interiores cuando la situación epidemiológica lo permita», argumentaba la AEP en un comunicado.
El presidente de la Sociedad de Pediatría Extrahospitalaria de Cantabria, Alberto Bercedo, sostiene que abril, una vez pasada la Semana Santa, puede ser un buen momento para empezar a quitar las mascarillas dentro de las clases.
«La retirada de la mascarilla en el ámbito escolar tiene que llegar y no tardando mucho, aunque la decisión debe tomarse a nivel nacional y de forma consensuada. Desde las asociaciones de pediatría ya nos posicionamos diciendo que el fin de la mascarilla obligatoria en interiores debería empezar en el entorno escolar, que podría servir como prueba antes de extenderlo al resto de edades».
Este plan se ha topado con un inconveniente, y es que el avance de la vacunación entre los más jóvenes está siendo muy lento. «Hemos avanzado muy poco: estamos cerca de un 66% de niños de cinco a once años que han recibido al menos una dosis -un porcentaje superior al 35% tiene la pauta completa-, y pensábamos que para abrir podríamos llegar a un 75%». La multiplicación de contagios en la sexta ola -«casi uno de cada tres niños ha pasado el covid»-, ha contribuido a ralentizar la campaña en las edades más tempranas.
«El mes de abril, después de las vacaciones, puede ser un buen momento para empezar a quitarla. Habíamos planteado empezar con los niños más pequeños, con los primeros grupos de Primaria, para ir viendo qué situación nos vamos encontrando, y dejar la mascarilla para centros sanitarios, hospitales, para el transporte público y los actos sociales multitudinarios, hasta ver si viene una séptima ola, o si aparece una nueva variante. Entramos en otra fase, y hay que empezar a quitar la mascarilla a los niños, sobre todo a los menores de doce años, que han visto afectadas sus relaciones sociales y tienen que normalizar su vida».
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