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Nacho González Ucelay
Sábado, 30 de diciembre 2017, 08:07
El Palacio de Exposiciones y Congresos de Santander, nave de la ‘‘Starcon Exhibition’ dedicada a la popular saga Star Wars, recibió ayer viernes la fugaz visita del ingenioso droide astromecánico R2-D2, que se presentó a sus fans sin su quisquilloso amigo C-3PO acaparando para sí todo el protagonismo de una espectacular muestra articulada con más de 5.000 piezas cedidas por coleccionistas privados que permanecerá abierta al público hasta el día 7 de enero.
De fama universal, intergaláctica, el robot más querido del cine llegó de la mano de Rafael Martín, que con la criatura, considerada una réplica exacta del modelo original –una de las mejores de Europa, dicen–, se trajo la mejor demostración de lo que se puede llegar a hacer sin tener ni idea de ingeniería.
La copia es de tal precisión que cuesta bastante creer, en verdad, que detrás de dos partos tan iguales (la misma apariencia, las mismas dimensiones, los mismos movimientos, los mismos destellos, los mismos sonidos...) se oculten gestaciones tan distintas.
Como saben los fans de Star Wars, el R2-D2 original, también conocido en los países hispanohablantes como ‘Arturito’ por la pronunciación de las siglas en inglés, fue una creación del cineasta estadounidense George Lucas para la saga fílmica con más seguidores de la historia. Su nombre surgió durante el doblaje de la película ‘American Graffiti’, cuando un miembro del equipo que necesitaba el rollo 2 del diálogo 2 (Reel 2, Dialog 2) gritó con desesperación: ‘R2 D2’.
De aquel estudio de postproducción, Lucas sacó ese día el nombre con el que bautizaría al robot que ya por entonces estaban construyendo el diseñador Ralph McQuarrie y el profesor de robótica Tony Dyson y al que daría vida el actor británico Kenny Baker, a quien su corta estatura, 1 metro y 12 centímetros, le hizo el hombre perfecto para representar el papel.
En la ficción, R2-D2, un astrodroide un poco testarudo que en ocasiones va en contra incluso de su propia programación desobedeciendo algunas órdenes de sus amos, fue creado por Anakin Skywalker, más tarde Darth Vader.
Hasta aquí, lo que ya conocen los más fieles seguidores de la saga, que lo que no saben es que la réplica que vieron ayer es producto de una ‘bilbainada’.
Conocedor de la saga galáctica, pero ni mucho menos fanático, Rafael Martín, un vasco de 45 años que planeaba casarse por la iglesia, acabó haciéndolo por el juzgado y vestido como uno de los personajes de Star Wars. Él, su novia y los 110 invitados a una boda en la que todos colaboraron con la iniciativa de la chica, parece ser que ‘alérgica’ al blanco.
«Montamos un sarao de la virgen», recuerda Rafa, que ya metido en harina decidió ahorrarse el dinero de los puros y los tradicionales regalitos del convite y donar lo que se ahorró a la Legión 501, una fundación de carácter benéfico que toma su nombre de Star Wars y a la que ya de paso se acabó alistando. Ahora, dice orgulloso, «visitamos hospitales y le alegramos el día a los niños».
Abducido por la temática, Rafa, que no tenía ni idea de ingeniería ni de electrónica ni de robótica (trabajó como administrativo en una empresa naviera del País Vasco) se dejó arrastrar por un desafío. «Un día estaba tomando algo con un amigo y me dijo: ‘¿A que no eres capaz de construir un R2-D2?’. Y yo, que con tres cervezas soy muy peligroso, acepté el reto».
Dicho y hecho, Rafa se inscribió en el R2-D2 Builders Club, una comunidad entregada a la construcción de réplicas del famoso droide con la ayuda de los planos reales, y, pieza a pieza, acabó construyendo su propio robot, una extraordinaria obra de ingeniería que solamente en materiales le ha costado más de 25.000 euros y cuyo valor es para él incalculable.
«Ver a los niños acercarse, rodearlo, abrazarlo, hablarlo y hasta besarlo no tiene precio», confiesa Rafa, que apenas sale del lado oscuro para pasearse con su criatura por ferias, exposiciones y platós de televisión de toda España.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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