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Raquel Fidalgo Santamaría (Ávila, 2000) tiene que consultar en su teléfono móvil la nota que ha sacado en el examen para convertirse en Enfermera Interna ... Residente (EIR)porque aún se le escurren de la memoria esos decimales que tanto marcan la diferencia en esta prueba a escala nacional, a cuya última edición concurrieron más de 6.000 aspirantes. Ha logrado 132,4371 puntos, dice lentamente como queriendo memorizar la cifra, y ese número le sitúa en segunda posición en los listados del EIR, es decir, le va a permitir elegir dónde realizar su Formación Sanitaria Especializada (FSE). ¿Y qué se propone hacer durante los dos próximos años? «Tengo clara la especialidad, que es Enfermería Familiar y Comunitaria, y el lugar es lo que no tengo tan claro», admite. Baraja formarse en centros de salud de Cantabria o de Ávila, y esa es la decisión que tendrá que tomar de aquí al próximo 16 de junio. Un mes después, ella y sus compañeros de EIRse irán incorporando a sus destinos.
¿Qué le atrae de Enfermería Familia y Comunitaria? Descartado el ámbito hospitalario, Raquel tenía clara su elección casi desde el principio: «Me gustan mucho más el trabajo, las tareas que tienes, la autonomía y la relación con el paciente, que es más de confianza», expone al poco de comenzar una entrevista que tiene lugar en la Facultad de Enfermería de la Universidad de Cantabria (UC), donde ha cursado la carrera entre los años 2018 y 2022, y en cuyos pasillos reverberan esa mañana las explicaciones del profesorado.
Hasta llegar a esta entrevista, Raquel admite que su mayor reto académico ha sido la prueba del EIR, un examen que comenzó a preparar en octubre de 2021, compaginándolo entonces con 4º de Enfermería, y ya desde junio de 2022 en exclusiva, con largas jornadas de estudio diarias –«mañana y tarde, madrugando» y renunciando a los planes de ocio– a las que ya estaba acostumbrada. «Ha sido un poco continuar con el ritmo que ya tenía», resume.
Al concluir la ristra de preguntas tipo test del examen del EIR, Raquel no tenía demasiadas certezas. «No es un examen del que salgas con una sensación clara: 'me ha salido genial' o 'me ha salido fatal'. Al final hay muchas preguntas, un temario abierto y te pueden preguntar lo que quieran. Hay cuestiones que no te esperas o no sabes, y tienes que tirar de conocimientos, de técnica test y de intuición», evoca. Abandonó el aula de la prueba con una sensación «neutra», hasta el punto de que, al comprobar las calificaciones, tuvo que cerciorarse varias veces de que estaba en segunda posición: «No me lo esperaba».
Comprobó las notas junto con su padre, enfermero y su referente desde la infancia. Sin embargo, Raquel Fidalgo no se ve a sí misma como una enfermera cien por cien vocacional, sino como una estudiante que ha ido dirigiendo sus pasos hacia las ciencias de la salud y que ha terminado abrazando la Enfermería con convicción y asumiendo por el camino que tendrá que formarse y reciclarse constantemente y que será, además, una de las primeras puertas que toquen los pacientes para acceder al sistema público de salud.
Ahora, a las puertas de su especialización, Raquel identifica ya algunos de los retos que tiene por delante su profesión. «La población envejece cada vez más y, por lo tanto, hay más enfermedades crónicas, y ahí la Enfermería tiene mucho que hacer. Porque cada vez es más importante prevenir y acompañar al paciente», reflexiona.
Y además de desafíos, también vislumbra algunos aspectos formativos o profesionales que le gustaría que mejoraran. El reconocimiento de las especialidades –ahora se dividen, además de en Enfermería Familiar y Comunitaria, en Ginecológica y Obstétrica (Matrona), Pediátrica, de Salud Mental, del Trabajo y Geriátrica– es uno de esos asuntos. «El EIR no es nada nuevo y lleva ya muchos años. Hay ya muchos compañeros que hacen la residencia, con una preparación que es dura», señala esta estudiante, que cree que lo ideal es que puedan llegar a ocupar un puesto que tenga que ver con la especialidad. Si no, el sistema pierde. Y también lo hace el profesional, que carece de incentivos a lo largo de su carrera. A ella le gustaría que se estimularan más la participación o la puesta en marcha de proyectos. «Estaría muy bien tener incentivos profesionales», insiste.
Haciendo un pequeño esfuerzo, en diez o quince años puede llegar a verse en una consulta de un centro de salud con su «listado de pacientes», dice no sin sonreír. Con ellos pondrá en práctica el conocimiento que refleja su buen expediente académico, pero no solo. Hay otras cualidades que desplegar: «La empatía, el respeto, la capacidad de escucha, el trabajo en equipo y –el hecho de– seguir formándose para dar una atención mejor», enumera.
Al final de la entrevista, Raquel Fidalgo recibe una llamada y al otro lado del teléfono alguien le pregunta por la nota del EIR. Vuelve a consultarla, quizá los decimales aún se le escapan. Al poco responde: 132,4371 puntos. La segunda mejor nota de todo el país.
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