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Rasines de los Salmones
Leyendas de Cantabria

Rasines de los Salmones

Franco tenía mucha fortuna cuando iba a pescar al Asón, pero según el saber popular recibía alguna que otra ayuda

Aser Falagán

Santander

Domingo, 9 de julio 2023, 07:52

Rasines tiene una plaza de toros cuadrada y una iglesia medieval con una torre reconstruida tras un incendio y derrumbe en un estilo tan integrado que ni el ojo más avispado podría detectar el cambio de época. O quizá sí. No son los únicos clásicos del pueblo. A orillas del Asón un puente cruza el río orgulloso tras décadas de servicio.. Lo llaman el puente colgante. Y colgante, estrictamente colgante, es, aunque no responde al prototipo paradigmático. Pero todavía hay en el pueblo quien le llama el Puente de Franco. No es la denominación oficial –en realidad nunca lo fue–, pero todavía la mantiene como reminiscencias de otros tiempos y otros contextos; como testimonio de alguna visita que habría quien considerara ilustre. Pero sobre todo notoria. Más aún en un pequeño pueblo como Rasines.

En plenos años sesenta, en la España del desarrollismo tecnócrata que despertaba ya de la pesadilla de la postguerra tenía una escena clásica: las cacerías y pesquerías de Franco. Aficionado como era a ambas cosas, era habitual que organizara –y le organizaran, sobre todo– jornadas de caza y pesca en las que el jefe del Estado era el eje de gravedad; la figura mediática de la época. Una de esas excursiones le llevó al valle del Asón. Franco había visitado Cantabria en infinidad de ocasiones. Santander, Torrelavega, Castro Urdiales... Pero aquello no era una visita oficial, sino de ocio. Había salido a pescar salmones.

Las visitas no están documentadas en el NoDo, pero según la vox populi del valle, de Colindres al Asón, era bastante frecuente que Franco visitara la zona para pescar salmones. Que no es que el Asón anduviera excesivamente sobrado, tampoco en aquella época, cuando el cambio climático tampoco se había dejado ver tanto, pero ya comenzaban a escasear.

De ahí que se corriera la voz de que el generalísimo tenía mucho éxito en la pesca no por su maña, sino porque le acompañaba un equipo logístico encargado de colocar los salmones para que picaran. Submarinistas y buzos, se decía, pero aquello resulta especialmente increíble con el escaso calado del río por la zona. Más complicado se antoja desmentir que hubiera una cuadrilla cauce arriba liberando piezas para que pasaran oportunamente por donde se encontraba el jefe del Estado. Para más señas, por el puente Batuerto, que era donde se apostaba.

El caso es que con el paso de los años ese puente colgante, que en cierto modo lo es, porque no descansa sobre pilares, pero sin cesta suspendida para a atravesar la cuenca, pasó a ser conocido con el Puente de Franco, como aún se le reconoce en la zona.

Conecta Udalla, un pequeño núcleo de Ampuero de poco más de 200 habitantes, y Rasines, un pequeño municipio vecino que ronda el millar, y enlaza sendas peatonales en pleno entorno natural y sin viviendas alrededor; un lugar perfecto para disfrutar de la calma y evitar las miradas curiosas.

Resulta imposible acreditar si efectivamente a Franco se le preparaban las capturas o no, y tampoco era aquella una época propicia para preguntar, pero el relato hizo fortuna y se consolidó en toda la zona hasta darlo por un hecho. Tampoco resulta tan descabellado, o al menos es una historia común en infinidad de lugares, como una costumbre instaurada y un secreto a voces que solo el caudillo parecía no conocer.

Al fin y al cabo, las historia de ese tipo tampoco son tan excepcionales. Existen muchos ejemplos de peloteos similares en la historia. Uno de ellos, un clásico del leguaje popular. ¿Quién no ha escuchado aquello de 'Así se las ponían a Felipe II?' En realidad no era a Felipe II, sino a Fernando VII, y lo que le ponían no era, estrictamente, lo que mucha gente puede creer, al menos en aquel momento. No. Eran las bolas de billar. El rey tenía mucha afición al billar pool, pero al parecer no debía ser el mejor jugador de la corte, por lo que la costumbre era hacer jugadas de modo que le quedara una buena mesa para lucirse. Sin que él se enterara, claro.

Algo similar ocurría según la tradición popular con Franco, los salmones y los venaos. A día de hoy pescar un salmón en el Asón sigue siendo un reto. Más incluso que entonces, a pesar de los esfuerzos de repoblación del Gobierno de Cantabria, así que quizá aquellas cuadrillas contribuyeran a preservar de algún modo una especie que poco a poco se retira de los ríos cántabros, y no solo por la pesca. De momento el Puente de Franco sigue con el mismo nombre por la tenaz costumbre, que no como homenaje. Pero el valle prefiere el nombre de puente Batuerto, que es el de toda la vida. Al menos hasta que Rasines se convirtió durante un tiempo en Rasines de los Salmones.

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