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Jóvenes que no informan de los amigos con los que han estado en situación de riesgo (sin mascarilla y sin distancia) para evitar los diez días de rigor en cuarentena; otros que, pese a tener indicado el aislamiento en casa, se lo saltan y ... quedan con la pandilla «porque no tenían síntomas»; y una «falsa sensación de seguridad» que los rastreadores perciben a diario entre quienes argumentan que «mis padres y mis abuelos ya están vacunados».
«Aquí todo eso desespera un poco», reconoce la responsable de la Unidad de Vigilancia e Intervención (UVEI) de Liencres, Silvia Ventisca, donde no dan abasto para enlazar las cadenas de contagio, sobre todo cuando comprueban que faltan piezas de forma deliberada. Por eso, hace un llamamiento a la población más joven para que colaboren: «Por favor, que no se confíen, que nos ayuden a identificar a sus contactos y nos den toda la información para poder contener la propagación del virus y que cumplan las cuarentenas. Entendemos que quieran salir y divertirse, pero creen que son inmunes y no sabemos las secuelas que puede tener en ellos esta infección a largo plazo».
Ventisca insiste en que «no deben bajar la guardia. Antes tenían más respeto al virus por sus abuelos, pero ahora que los familiares están vacunados, tienen una falsa percepción de la realidad». Y esa forma de pensar está dificultando sobre manera las labores de rastreo. «Si antes una llamada nos llevaba media hora, ahora tenemos que hacer hasta tres y cuatro llamadas para conseguir más información. Nos lleva más tiempo, el rastreo es mucho más difícil».
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