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A las once de la mañana de ayer, una chica que cargaba bolsas con ropa trotaba por la calle Burgos como quien está a punto de perder un tren mientras hablaba por teléfono. «Voy a empezar a hacer la ruta: Stradivarius, Pull&Bear y Zara», ... anunciaba la joven a quienquiera que estuviera al otro lado del aparato y se quejaba de que «esto me estresa un montón». Y no es para menos, puesto que pese a que la mayoría de grandes tiendas hacía menos de una hora que habían abierto, ya iba tarde. «A las nueve −levantaban la persiana a las diez− ya estaba esperando en Zara», comentaba otra compradora con el móvil pegado a la oreja aguardando para pagar. Para entonces ya había retenciones en la entrada de El Corte Inglés y el aparcamiento se reducía a un ritmo vertiginoso en Valle Real. Un primer domingo del año que por el inicio de las rebajas poca estampa tuvo de eso mismo, de domingo, aunque en Torrelavega sí estuvo la jornada más tranquila.
Los escaparates de las grandes cadenas amanecieron ayer con potentes carteles rojos anunciando las rebajas. Descuentos de hasta el 50% y el 60% en la mayoría de ellas servían de reclamo para no perder la ocasión de entrar y cazar algún chollo. Y aunque el arranque comercial en el centro de Santander fue más lento que en las grandes superficies, poco a poco se fue animando. Tanto que se hizo complicado no ver a alguien paseando con bolsas. Que o bien venían o bien volvían. Porque a la tienda la mayoría −como la chica de paso ligero de la calle Burgos− ya salieron de casa cargados. ¿Por qué? Porque los Reyes son magos, pero el 6 de enero tienen mucha faena y a veces no terminan de acertar, así que más de uno aprovecha ya el día 7 para 'descambiar' los presentes y encima llevarse lo que quieren incluso a la mitad de precio de lo que habrían pagado sólo unas jornadas antes.
Una particularidad que a las dependientas les acarrea trabajo doble. «Sí, sí, pero primero tengo que 'desalarmar' una prenda para luego 'alarmar' otra», le decía una de ellas a una clienta que devolvía un jersey para llevarse otro. Mientras, la compañera le explicaba a un caballero que la devolución del importe, al presentar un tique regalo, debía abonársela en una tarjeta que podría gastar en todas las tiendas del grupo Inditex. Un trajín sin fin. Y eso que no había una gran fila en Pull&Bear, pero el goteo era contante. Mientras, las trabajadoras de Mango aún estaban pegando pegatinas rojas con los nuevos precios en las etiquetas de la ropa que iban ojeando los compradores que revoloteaban a su alrededor.
También estaban abiertas otras como Intimissimi, Bimba y Lola, La Casa del Libro y Tramas −el pequeño comercio, en su mayoría, ni siquiera lo intentó−. En donde sin duda se amontonó más gente fue en Zara. Ahí incluso las responsables del establecimiento tuvieron que ceder ante la evidencia. «Esta caja es sólo para devoluciones, pero, si alguien quiere pagar, también le cobraremos aquí excepcionalmente», avisó en voz alta una dependienta con amabilidad a todos los clientes que se amontonaban en fila tras el mostrador. «¡Gracias hija, que Dios te lo pague!», le respondió una de las señoras con humor entre la muchedumbre. Eso en el establecimiento de la cadena de la Calle Lealtad, pero en el de Valle Real más de lo mismo. Y era evidente que más de uno tenía ya fichado el objetivo a comprar y estaba aguardando los descuentos. «Yo venía a por una cazadora y ya ha volado», se lamentaba un chaval a su amigo al tiempo que sacaba una sudadera de un perchero y añadía:«Estas no las han rebajado». «No, es que todo no lo ponen», le respondía el otro.
En Valle Real la frase más repetida ayer fue la de: «¡Vaya colas!», que exhaló más de uno. «Incluso hay que esperar mucho para las de autopago», incidían también. Y es que los trenes llegaban casi llenos y en al aparcamiento poca plaza había libre. Así que encontrar mesa para comer fue cuestión de suerte, y eso pese a que a las dos en la zona comercial a todos parecía que se les había olvidado que ya era la hora de comer. Sí estuvo más tranquila la jornada al otro lado de las vías, en Bahía Real, donde los descuentos que anunciaban algunas de las tiendas de muebles no fueron suficiente acicate.
En El Corte Inglés hubo contrastes. La mañana arrancó intensa, y en la rotonda de acceso ya hubo atascos de todos aquellos que creyeron que, si se quitaban los recados a primera hora, se librarían del gentío. «¡Y yo que pensaba que íbamos a estar solos!», ironizaba una mujer mientras compraba. Sin embargo, durante el mediodía las aguas del centro comercial parecieron apaciguarse un poco, hasta que hacia las cuatro volvieron las colas de coches para entrar. No se hizo difícil encontrar a todos en todas partes. Más de uno fue tanto a Valle Real como a El Corte Inglés antes o después. «¡Pero bueno, volvemos a vernos las caras!», decían dos amigos que ya se habían visto antes en el otro destino comercial. Mientras, una dependienta también saludaba a una conocida. «¿Han sido buenos los Reyes?», quería saber. «Si estoy aquí es porque algo se han dejado», le contestó la otra. Y precisamente para eso sirven las rebajas, para terminar de resarcirnos.
El de ayer además de ser el primer domingo del año fue el primero de los que está acordado que los comercios abran este 2024. También podrán hacerlo el 21 y 28 de julio, el 4 de agosto y el 1, 22 y 29 de diciembre. A eso se juntan los festivos del 15 de agosto y 12 de octubre, días de la Asunción y del Pilar, respectivamente, así como el 28 de marzo, Jueves Santo, que igualmente el sector podrá abrir. La Consejería de Industria, Empleo, Innovación y Comercio del Gobierno de Cantabria fijó estos diez días, el número al que está obligado por la normativa, consultando previamente a los agentes implicados.
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