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El sector primario en Cantabria tiene una mala salud de hierro que le mantiene vivo. Acumula achaques, la mano de obra está cada vez más envejecida y la actual coyuntura económica dominada por una inflación desbocada y unos costes de producción disparados añade aún más ... dificultad. Desde hace unos años, está inmersa en una encrucijada de la que trata de salir. Los expertos hablan de «cambio de modelo» y de «reconversión», pero lo cierto es que, en términos económicos, ha perdido mucha fuerza. En poco más de dos décadas ha pasado de aportar del 4,3% al PIB regional –cifrado en 13.846 millones– , a sólo el 1,1%, según los últimos datos sobre Contabilidad Regional del Instituto Cántabro de Estadística (Icane) tomados a su vez del Instituto Nacional de Estadística (INE). En euros, de 342 millones en 2000, a sólo 151 en 2021: 191 millones menos.
El sector primario, para Economía, lo componen la agricultura, la ganadería, la pesca, la silvicultura (explotación de los bosques) y la caza, aunque Guillermo Blanco, consejero de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca y Alimentación y Medio Ambiente, considera que a esta radiografía «habría que añadir también el dato del sector agroalimentario y la industria ligera de transformación de Cantabria, que son los que trabajan con las materias primas, y que suponen, a su vez, el 24% de todo el PIB industrial de la región».
A falta de conocer el dato del PIB regional con el que se cerró 2022, este enero se publicó el parcial del tercer trimestre del año pasado, que dejó en mal lugar a todos los sectores tras detectarse un frenazo en la economía regional. Todos cosecharon peores cifras con respecto al segundo trimestre, pero el batacazo principal se lo dieron la industria (–1,6%) y el sector primario (–3,3%). La comparativa anual es aún peor para el campo y la pesca, al caer un 10%.
4,5 por ciento
bajó la aportación del sector primario al PIB entre 2020 y 2021: 7,1 millones menos.
2.571 afiliados
menos registra el campo en la Seguridad Social en los últimos diez años
518 ganaderos
de vacuno de carne más se registraron entre 2019 y 2021. En total, 6.017.
«La cifra del PIB nos genera muchos problemas porque nos anula como sector», afirma rotundo Gaspar Anabitarte, secretario general de UGAM-COAG. «Somos de las pocas actividades económicas que tenemos todos nuestros productos vendidos de antemano, no como, por ejemplo, la industria del automóvil, que fabrica y almacena. El problema es que sí, lo tenemos todo vendido, pero a precio de ganga», recalca. «Y esto es muy importante, porque lo que el PIB mide en base al precio y los alimentos hasta ahora han estado muy bajos. Con la reciente subida, en parte impulsados por la inflación, crecerá nuestra aportación», añade Raúl Guillarón, secretario general de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja).
Otro indicador que dibuja el camino recorrido por el campo autonómico en este tiempo es el de las contrataciones. Pese a la buena cifra del año pasado, 661 contratos indefinidos más –un incremento del 249%–, sindicatos y patronal no quedaron contentos. La Secretaría General de UGT le restó valor en un informe porque «el dato es el segundo más bajo de España, sólo superior al de Canarias (+187%)» y la CEOE-Cepyme, a través de su directora general, Isabel Cuesta, señaló que supone «una dependencia del sector servicios frente a otros tradicionales como la industria o el sector primario».
Una mirada más global la ofrecen las afiliaciones a la Seguridad Social. Hace diez años, el sector primario aportaba el 3,6% del total de afiliados de la región. En 2012, según los datos del Icane, eran 7.153 los agricultores, ganaderos y pescadores apuntados (199.144 entre todos los sectores). Este pasado enero, esos 7.153 afiliados se habían quedado en 4.582. Una bajada de casi el 36%. Sólo la selvicultura logró repuntar con 75 incorporaciones más.
Hablar del sector primario en Cantabria es hacerlo, principalmente, de la ganadería y la pesca. Son los dos bastiones que lo sostienen. La agricultura y la selvicultura se encuentran en segundo plano.
La vaca ha sido tradicionalmente el tótem del campo. Durante muchos años, la de leche, pero ahora parece que se ha invertido la tendencia y es la de carne la que ha tomado el relevo. En 2001 había 3.811 ganaderos que entregan leche a la industria. En diciembre pasado, sólo 905: 2.906 productores menos en poco más de dos décadas, según el registro del Icane. «Sólo el año pasado perdimos de media unos cinco ganaderos de leche al mes. Desde los años noventa, no conozco ningún mes, salvo uno, en el que la cifra no haya descendido de manera paulatina», señala Anabitarte.
Contrataciones Los indefinidos crecieron un 249% el año pasado, pero fue el segundo dato más bajo de todo el país
El porqué de esta desbandada lo tiene claro. «Lo de la leche es un cambio de paradigma», razona el secretario general de UGAM-COAG. «En definitiva, va ganando peso la pluriactividad frente a la actividad agraria a tiempo completo», añade Guillarón. Las exigencias de una explotación láctea son muy superiores a las de una de carne. «Antes, sobre todo al lado de los principales núcleos industriales, había muchos obreros mixtos que trabajaban en la fábrica y a la vez tenían vacas en casa, primero para autoconsumo y luego para sacar un rendimiento económico», explica el secretario general de Asaja. «Pero la leche exige dedicación exclusiva, hay que ordeñar todos los días, sin excepción, y la carne te permite dedicarte a otras cosas», subraya.
La Consejería de Ganadería corrobora esta tendencia. «El número de ganaderos, teniendo en cuenta los solicitantes de las ayudas PAC, en vacuno de leche han descendido entre 2019 y 2022 en 194 y los de carne han subido en 518», señala Guillermo Blanco. Este motivo es el que explica por qué el número de cabezas de ganado se haya incrementado en diez años, entre 2011 y 2021, en 2.282, hasta las 274.962. Por situar: hay 30.741 frisonas menos y, en cambio, 20.359 limusinas más. «La servidumbre laboral en la ganadería de carne es menor, el trabajo es menos exigente y eso permite resistir mejor al ganadero», zanja Anabitarte. «La producción de carne de vacuno de nuestra región representa el 1,5% del total de España, con un incremento del 6,2% en el último año del que disponemos datos, 2021, y de un 10% en relación al periodo 2019-2021», apunta el consejero.
Aun así, las vacas de leche siguen siendo un símbolo. A pesar de la reducción del número de empresas dedicadas al ordeño, la productividad ha aumentado. En 2015 había 1.514 explotaciones que entregaron 437.387 litros a la industria. Cinco años después –el último dato del Icane es de 2021–, este número se redujo a 1.053. Sin embargo, esas 461 explotaciones menos consiguieron enviar prácticamente la misma cifra a las fábricas (431.624 litros, exactamente). «En definitiva, baja el número pero aumenta la productividad. El futuro del sector sigue pasando por la profesionalización, esa es y debe seguir siendo la apuesta. Cantabria sigue aportando el 6% de la leche producida en España; Asturias, aún siendo más grande, el 8%, y el País Vasco el 2%. De toda la cornisa cantábrica, Galicia es el mayor productor con un 40%», explica el consejero.
Ni siquiera el incremento del precio de la leche, el principal caballo de batalla de los ganaderos, ha conseguido frenar el cierre de negocios. De hecho, el año pasado iniciaron una cruzada contra las grandes cadenas de distribución alimentaria, responsables, según denuncian, de «tirar el precio» al situar el cartón como reclamo para atraer a los consumidores. Comenzó a subir en enero de 2022 al situarse, de media, en 0,363 euros el litro y cerró diciembre en el 0,604. «El aumento es bueno pero aun así la rentabilidad no ha aumentado porque los costes de producción, desde los combustibles hasta los piensos y todo lo que rodea a los ganaderos, también ha subido», afirman desde UGAM-COAG.
Otra de las grandes incertidumbres del sector es el relevo generacional. «Es un grave problema, sobre todo a corto plazo. La edad media de los trabajadores de las explotaciones supera los 50 años. También hay un parón entre los jóvenes que se incorporan. Antes se registraban entre 70 y 100 solicitudes al año, y ahora han bajado a la mitad», añaden desde Asaja.
La agricultura en Cantabria, además de la pequeña aportación de los productores hortofrutículas, se centra principalmente en la patata de Valderredible. La pesca es el segundo gran baluarte del sector primario. Aquí sucede como con las vacas de leche. Hay menos barcos que salen a faenar, pero la pesca capturada es mayor. La Consejería tiene censadas en total 130 embarcaciones, que son dos menos de las que había cuando se inició la legislatura en 2019, pero se han perdido 94 tripulantes –había 709 en total a finales del año pasado–. La Federación de Cofradía de Pescadores, que atiende a los de cerco y otras artes, tiene su propio registro. «Nosotros, en 2013, éramos 40 barcos y ahora 30, así que un 25% se han quedado por el camino. Sin embargo, seguimos siendo igual de productivos», explica su presidente, César Nates, que anda cerrando todos los preparativos para el inicio de la costera de la anchoa este miércoles.
«El problema es que la rentabilidad es muchísimo menor. Un barco de cerco de los que van a bonitos puede consumir unos 200.000 litros de gasóleo al año, por poner un ejemplo. Y mira al precio a que se llegó a poner. Incluso subimos el hielo por el aumento de la electricidad», añade Nates. «Otro problema es el del relevo generacional, porque el de las pesquerías, afortunadamente, está bien. Sólo la del chicharro se ha visto afectada», concluye.
Por último, el sector forestal lo componen 500 empresas, de los tres sectores (primario, secundario y terciario), que dan trabajo a dos mil personas y generan un negocio de 470 millones, según los datos aportados por la Asociación Forestal de Cantabria (Asforcan). El 68% de la superficie de Cantabria es forestal, pero el 42% está desarbolada. El 74% de la superficie arbolada la ocupan especies autóctonas y el resto especies comerciales, principalmente eucaliptos y pinos. «Producimos mucho eucalipto pero, con el cierre de Sniace no tenemos ninguna industria de aquí que los consuma y se pierde valor añadido. En cambio, hay empresas que necesitan más pino y lo tienen que traer de fuera», concluye Carlos Tejedor, presidente de Asforcan.
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