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Dentro de la Consejería de Sanidad, a más de uno la campaña de vacunación anticovid le está quitando el sueño, entre programaciones, ajustes numéricos, órdenes y contraórdenes. El recorte en el envío semanal de Pfizer-BioNtech, reducido a la mitad (el lunes llegaron sólo ... 3.510 unidades), ha «trastocado» la programación prevista para esta semana, que incluía no sólo a los profesionales hospitalarios del Servicio Cántabro de Salud (SCS) aún pendientes del pinchazo (1.022), la mayoría de Sierrallana, Laredo y Tres Mares, sino también a las plantillas de los centros privados -el lunes se estrenó la campaña en Santa Clotilde-. Pero los «problemas de logística» de la farmacéutica estadounidense han obligado a Sanidad a cambiar el paso. Otra vez. Porque si se analiza el recorrido de la campaña, que por el camino se ha cruzado con el relevo al frente de la Dirección General de Salud Pública de Paloma Navas por Reinhard Wallmann, se encuentran al menos cuatro reajustes, no exentos de polémicas y críticas políticas, en menos de un mes.
El plan arrancó a ritmo lento el 27 de diciembre -cuando se administraron las primeras dosis en el CAD de Cueto-, tanto que Cantabria se quedó a la cola de España cuando tocó hacer balance de la primera semana: 304 dosis, las que se repetirán hoy en la residencia de Cueto en el comienzo de la segunda ronda. En aquel momento, con los ultracongeladores llenos de viales de Pfizer y desde Madrid preguntando qué pasaba en Cantabria, que había vacunado veinte veces menos que su vecina Asturias (la más aplicada y, por tanto primera en el ranking), el Gobierno de Revilla dio instrucciones de apretar el acelerador. Y con el nuevo año llegó el primer cambio. Aunque la prioridad de la estrategia nacional eran los centros de mayores, que acogen a la población más vulnerable frente al covid, se adelantó el inicio de la inmunización del personal sanitario, con Valdecilla al frente de un gran despliegue enfermero que permitió vacunar a más de 5.000 profesionales en cinco días, fin de semana y colas incluidas.
Fue tan masiva la respuesta, en busca de una mayor protección para hacer frente a la tercera ola de la pandemia, tras la resaca social de las Navidades, que cuando se hicieron las cuentas de las dosis que quedaban para completar la vacunación en los geriátricos, ya con la red de enfermería de Atención Primaria volcada también en la campaña (a la par que se vacunaba al personal de los centros de salud, SUAP y 061), vieron que el suministro se quedaba corto. Y ahí se volvió a reajustar el cronograma, aplazando las citas concertadas entre los trabajadores de los hospitales comarcales hasta esta misma semana, con idea de completar la ronda de vacunación en las residencias. Como así fue.
La propia gerente del SCS, Celia Gómez, recién incorporada a su puesto después de tres meses de baja, explicó que el cambio de tercio entre la primera y la segunda semana de la campaña tuvo que ver con la estrategia adoptada con las reservas de segundas dosis. Si primero se optó por guardar el equivalente a las inyecciones puestas, para no exponerse a quedarse sin suministro en caso de rotura de stock, la experiencia seguida por el resto de autonomías y la recepción en tiempo y volumen de la segunda entrega de viales, animó a ponerlas todas. Y el domingo pasado, estaban administradas más del 99% de las dosis recibidas. Hasta ahí, todo perfecto. Cantabria pasaba de ser la más rezagada en la protección vacunal de los colectivos recogidos en la primera fase del plan (residencias, personal sanitario, público y privado, más dependientes no institucionalizados -los que viven en sus propios domicilios-) a ocupar los puestos de cabeza. Pero entonces llegó el imprevisto que partió por la mitad las previsiones: este lunes llegaron a Cantabria sólo 3.510 dosis de las 7.020 comprometidas. De nuevo, los responsables de organizar la campaña tuvieron que sacar la calculadora para ver hasta dónde podían llegar con los viales en cartera en una semana en la que estaba programado vacunar también al personal de los hospitales privados (Santa Clotilde, Mompía y Mutua Montañesa) y empezar con colectivos profesionales con consulta privada, una lista que se iba a empezar por odontólogos y dentistas. «Recibir la mitad de las vacunas prevista nos obliga a ajustar la estrategia para garantizar la vacunación completa de la población más vulnerable, las personas mayores institucionalizadas», señaló ayer Wallmann.
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El lunes el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, reconocía que la reducción de dosis iba a repercutir en la intensidad de la vacunación, pero aún confiaba en mantener los planes. Sin embargo, esa misma tarde-noche, se avisó a las Gerencias de los hospitales públicos de que había que aplazar la vacunación pendiente para garantizar que hubiera segundas dosis suficientes, por si transcurridos los 21 días de la primera no se habían repuesto los almacenes. Una orden que a la mañana siguiente se anuló. Salud Pública determinó entonces que la prioridad era el personal sanitario del SCS, «dado que son los centros que están en primera línea y concentran la atención a los pacientes covid». En la lista de pendientes figuraban 1.022 nombres, de los cuales 522 serán vacunados con la fórmula de Pfizer (muchos ya lo hicieron ayer) y otros 500 con la de Moderna -compuesto del que Cantabria recibirá 9.000 dosis en cuatro envíos-.
Precisamente, con la siguiente entrega de Moderna, que tendría que llegar hoy (800 dosis), se retomará la inmunización en los centros privados la próxima semana. Así, una vez completada hoy la vacunación en el CAD de Cueto (304 pinchazos) -en las circunstancias actuales, el retraso inicial supone ahora una ventaja-, el SCS se reservaría las más de 2.700 unidades restantes de la última remesa de Pfizer para el aluvión de segundas dosis de la semana del 25 de enero: unas 8.500, entre la plantilla de Valdecilla y las residencias vacunadas entre los días 4 y 10.
Una vez resueltos los problemas de suministro de la vacuna de Pfizer, el Gobierno regional cuenta con «retomar la vacunación general a principios de febrero». Los continuos vaivenes de la campaña han suscitado críticas desde su arranque. Ayer fue Izquierda Unida quien pidió a Sanidad que deje de funcionar «por impulsos» y elabore un plan de vacunación «definitivo», que contemple «alternativas ante posibles imprevistos». El coordinador de la formación, Israel Ruiz Salmón, criticó «los giros de guión» en relación a la campaña, tras varias semanas «sin que la población sepa realmente qué criterio están siguiendo». A su juicio, «no parece muy normal» que un día se informe al personal sanitario de la suspensión de la vacunación por problemas en el suministro y al día siguiente se diga que «no pasa nada». «No es serio y traslada incertidumbre y falta de ideas claras cuando más evidencias se necesitan».
La vacunación
Melchor Sáiz-Pardo
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