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Tratándose de nuestro pueblo, el recto camino para llegar a la ética es la estética», dejó grabado para la Columbia Gramophone en 1932 el ministro ... socialista Fernando de los Ríos Urruti, que por entonces estaba creando la Universidad de Verano de Santander. También insistió en que el objetivo de la educación no puede reducirse a formar profesionales, sino que debe formar personas «sensibles a los valores espirituales universales». De ahí el esfuerzo por apoyar proyectos como el teatro universitario 'La Barraca', con el que Lorca vino a La Magdalena.
La idea era muy anterior y no especialmente socialista. En la vigésimo tercera de sus célebres 'Cartas sobre la educación estética del hombre' (1795), el dramaturgo e historiador alemán Friedrich Schiller había sostenido que «la transición desde la sensibilidad pasiva a la actividad del pensamiento solo puede efectuarse por el estado intermedio de la libertad estética» o, dicho más llano, que «no hay otro modo de convertir un hombre sensible en un ser razonable sino convertirlo antes en estético». Así, se podría pasar del estado estético al estado lógico y moral, «de lo bello a la verdad y el deber», mucho más sencillamente que en el primer paso desde «la vida pura y ciega» a «la forma». También el ministro español, en su grabación, proclamaba la necesidad de un «connubio» entre el saber y el deber.
Admitamos que el 'recto camino' tiene aún muchas posibilidades en nuestro sistema de enseñanza, con clases de español que promuevan más la creatividad que la memoria, o de filosofía que sean discusión de frases inolvidables por ingeniosas (como la de Pierre Bayle: «La perfección de una historia es disgustar a todas las sectas»), o que la educación física tenga un poco más de relación con la danza, o que la realización de micro-vídeos tenga más protagonismo en un mundo que hará uso y abuso masivos de tales formatos narrativos.
Con todo, si recordamos que Mark Twain escribió un ensayo sobre 'La decadencia en el arte de mentir' (1880), tendremos presente un desagradable aspecto, retórico, de la estética. A través de la estética de la propaganda se han colocado graves contenidos haciéndolos pasar por 'éticos'. La formación estética del ciudadano debe ser así doble: de facilitación de la base para su uso de la razón teórica y moral, y de protección frente a los (bellos, sí) cantos de sirena que nada bueno le preparan. Hay peces abisales que capturan a sus víctimas atrayéndolas con la luz que despide un tentáculo frontal. Así muchos poderosos cazan a los incautos mediante una de las bellas artes más antiguas y brillantes: la dramatización.
Twain proponía enseñar, en escuelas y prensa, el arte de mentir «juiciosamente». «A veces pienso que sería incluso mejor y más seguro no mentir en absoluto, que mentir no juiciosamente», señaló, aunque esta original idea no le reportó el premio de 30 dólares que esperaba. Cuando nuestra Consejería educadora, que suponemos inspirada por De los Ríos Urruti, acabe el apasionante libro sobre 'El Arte de Hacer Calendarios Escolares', podría plantearse ya la educación estética del cántabro, siendo optativa la asignatura del 'Art of Lying', que sería como la Defensa contra las Artes Oscuras en la saga de Harry Potter. Falta sí que hace.
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Ana del Castillo
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