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Diez charlas ·
¿En qué situación quedaremos? ¿Cuánto llevará volver a la normalidad? ¿Qué cambios provocará en nuestros hábitos? Esas son las preguntas en una decena de conversaciones telefónicas con representantes de la sociedad cántabra
Tres planos. En el socioeconómico, apunta Ángel Pazos, la salida a la crisis sólo será posible a través de «un auténtico plan de reconstrucción, con una solución, al menos, europea (y no digo mundial por las dificultades que conlleva)». En el sanitario, «saldremos con una enorme herida por la pérdida de vidas que nos va a marcar». Con eso y con la lección «de mantener un sistema sanitario sólido y engrasado –que, a su juicio, ha funcionado «razonablemente bien, pese a las críticas»–, inmune a cualquier recorte». Y lo mismo, añade, para el «sistema investigador». «Ha sufrido muchos recortes y no debemos volver a cometer ese error ahora que todo el mundo pregunta por una vacuna». Sanidad, investigación, educación... En lo puramente social, varios apuntes, «porque lo razonable es que de esta crisis aprendamos mucho». Uno: «Un cambio importante con el teletrabajo. Lo hemos hecho ahora a marchas forzadas y no podemos perder la oportunidad de poner en marcha algo que se estaba haciendo con timidez». Multitud de reuniones que pueden suplirse por videoconferencias. Dos: «Como sociedad, aprovecharnos para canalizar bien todos los sentimientos de solidaridad». Frente al excesivo consumismo, individualismo y el sentido más superficial, «valorar lo verdaderamente importante». «Incluso, sería un buen momento para perder un nivel de crispación que antes no existía, para vacunarse también contra eso». Y tres: «Sólo hay algo que va mejor con todo esto, el clima. Esto nos debería hacer pensar, aunque lo estemos aprendiendo a base de una medicina terrible».
Hay que recordar –advierte Enrique Conde– que la situación en Cantabria a principios de año no era buena, con el escenario que ya dibujábamos de la industria». Por eso, en la previsión para España del PIB, coloca a la región en el tramo más débil. «Una caída cercana al 10%». A partir de ahí, plazos concretos. «El 1 de enero de 2020 lo trasladaremos a principios de 2021 y empezaremos a recuperar». Con «empresarios optimistas que tiraremos adelante», pero, obligatoriamente, con medidas desde la Administración. «Las que lanzan a bombo y platillo no se ven reflejadas en la realidad. Las empresas, sobre todo pequeñas y autónomos, no tienen acceso real a la liquidez. El que evalúa primero es el banco y con empresas sobreviviendo y con nada en el zurrón, la ayuda real no existe. Es vergonzoso que no se hayan anulado cuotas». También con la «necesidad» de que el Gobierno regional «acompañe». A su juicio, aquí «Sogarca –Sociedad de Garantía Recíproca– está defenestrada» frente al papel del crédito en otras autonomías, «lo que nos deja rezagados». En ese contexto de «economía lastrada» cree que la forma de trabajar «sufrirá los cambios que ya estábamos llamados a vivir (digitalización, sostenibilidad...)». Sí que habla, al hilo de los problemas con mascarillas o test, de algo que las «administraciones deberían aprender». «Desglobalizar, descentralizar... No que desaparezca el mercado, pero sí confiar más en lo de aquí. Que los pedidos no se basen sólo en el precio. Es vergonzoso que los gobiernos apenas se fijen en la calidad. Compran barato en países con circunstancias que para nosotros serían imposibles».
Para reflejar que «un virus ha puesto en evidencia lo frágil de la sociedad en la que vivimos y que pensábamos que era indestructible» o la diferencia entre «lo esencial y lo frívolo», Piero Crespo pone un ejemplo. «Que se paga diez veces más a Belén Esteban que a Mariano Barbacid». «La ciencia –dice– es la que nos va a sacar de esta y debemos confiar en ella para que nos saque de la siguiente». A su juicio, saldremos «más sensibilizados y más realistas ante los riesgos de que los imponderables nos pueden cambiar la vida de un día para otro». Sobre todo, «más precavidos». Porque él se pregunta «cómo es posible que, ante los avisos de la comunidad científica, no tuviéramos ni siquiera una reserva de mascarillas o guantes». «Es una regla biológica, los ecosistemas se regulan con pandemias. Yo lo he oído toda la vida y nos ha pillado en pelotas». Por eso, la primera consecuencia –dice– debería ser «invertir más en ciencia». Eso supone «tener gente preparada». «Los gobiernos deberían plantearse maniobras, como los ejércitos, para ver en qué fallamos y tener reservas estratégicas». En ese sentido, también cree que podría cambiar el «concepto de externalización». «No nos podemos permitir el lujo de que los bienes necesarios para algo así vengan de fuera. Necesitamos una industria a nivel basal que nos pueda abastecer». Porque «es mucho más caro curar que prevenir». Y ojo, «sin perder de vista las tragedias humanas, como especie nos tenemos que sentir afortunados. Porque si este virus tuviera una letalidad mayor o si hubiera sido, por ejemplo, como el ébola...». Para tomar nota del aviso.
Lo primero que dice Pilar Fatás es que las preguntas «no son fáciles». Plazos, cambios... «Es que estamos ante una situación nunca vista por esta generación». Quedaremos, dice, «muy tocados en muchos sentidos». «El parón en la actividad tendrá consecuencias sociales y económicas graves, con familias y profesionales en una situación difícil muchos meses». Primero, «los que han perdido a seres queridos». Después, «los que ven que sus negocios se van a pique». Y, en general, «todos». «No estábamos preparados y no lo esperábamos, psicológicamente nos va a afectar». Por eso, aunque se siente «incapaz» de marcar fechas, cree que serán «meses y, en algún sector, incluso años» para recuperarse y que «una generación va a quedar hipotecada y con secuelas» al tratarse de una crisis mundial. En su ámbito andan «en fase de reflexión». «La confianza del ciudadano tardará en recuperarse. Seremos más precavidos en los desplazamientos, en las reuniones, la vida social...». Consciente de una limitación de aforos en los museos o de que la afluencia en el de Altamira no será «como la de los 18 años que lleva abierto», «debemos reflexionar sobre cómo vamos a ofrecer propuestas a los ciudadanos para que se sientan seguros y cómodos cuando nos visiten». Con todo, también se empeña en resaltar aspectos «positivos» que deben mantenerse. «El refuerzo de la cooperación y la solidaridad», la «revalorización de profesiones como la de sanitarios, policías, bomberos o militares» y hasta «unos hábitos más saludables con acciones que quedarán en la memoria como prevención».
Más como empresario que como presidente de un equipo de fútbol, Alfredo Pérez hace un par de predicciones y una reflexión. «Tengo la sensación de que no vamos a volver a una normalidad de funcionamiento hasta el segundo semestre del año que viene (2021). Este segundo semestre va a ser muy duro porque la puesta en funcionamiento no será fácil. Será un invierno complicado en Europa y, especialmente, en España. En la primavera de 2021 se empezará a notar el efecto de las medidas y en el segundo semestre estaremos al mismo ritmo que hace cuatro meses». Con un matiz, porque para entonces «estaremos más bajos de lo que estábamos». «Una cosa es recuperar el ritmo de trabajo y otra, la caída. Eso llevará más». La segunda predicción tiene que ver con los hábitos. Pérez habla de un tiempo «de adaptación». De «entrar en un bar y pensar dónde me pongo». Aunque, a su juicio, acabará pesando el «gen latino». «No nos convertiremos en suecos». A partir de ahí, la reflexión. «Me preocupa que aprendamos como sociedad que, a la hora de elegir representantes políticos y sociales, debemos ser responsables. La decadencia generalizada que hemos ido permitiendo por desidia es una clara lección. No vale escoger filósofos para los puestos ejecutivos. En momentos importantes, no tenemos gente que nos dirija. No hay pilotos. Y no me ciño a un partido o sólo a la política. Representantes políticos y sociales. El nivel es muy bajo. Hay que conseguir que la gente de valor esté disponible. No puede ser que alguien con un sueldo de ejecutivo de cuarta nivel maneje millones de euros y dirija a miles de personas».
Antes de responder a cómo vamos a salir, Ana Cabrero aclara que «no vamos a salir todos». «Se queda por el camino gente de gran valía, experiencia y sabiduría. Me llama la atención que se diga con tanta ligereza que la mayoría de los fallecidos es de edad avanzada y con patologías previas. Es injusto y, como sociedad, nuestros dirigentes no lo han sabido o no lo han querido prever». Dicho esto, tiene claro que, además, saldremos «económicamente destrozados». «Como España y como Europa hay dinero y no habría que dejar a nadie atrás». En ese sentido –y aunque las últimas noticias de Bruselas le hacen ser más optimista– se cuestionaba esta semana para qué sirve una Unión Europea sin respuesta en situaciones así. Centrada en los autónomos, recuerda que son, a la vez, «el eslabón más débil» y el «70% del tejido productivo». «Y van a salir muy dañados. De adivinos, lo justo, pero sabemos que el 2020 está prácticamente perdido». Crítica con las medidas, habla de «suspender impuestos» y de que «el famoso ICO llegue de verdad a todos». Eso sí, para 2021 pronostica una «recuperación con más brío que en la última crisis, porque esta es coyuntural, temporal, y no estructural». Siempre, claro, que el coronavirus de tregua, «porque hasta que no tengamos tratamiento o vacuna conviviremos de otra manera». «La primera salida que hice a por el pan me sentí como un bicho raro y en la vuelta a la normalidad tendremos la idea de un mundo más aséptico y menos despreocupado», dice respecto al corto plazo. ¿Cambios? Más teletrabajo y la necesidad de «valorar los avisos de riesgo y reforzar la sanidad».
Vamos a poner que se abre el 5 de junio», empieza Ángel Cuevas. Por poner una fecha. A partir de ahí, dibuja escenarios. De entrada, en un sector «muy lesionado» y con el puente de San José y la Semana Santa perdidos. «Estaremos activos lentamente, no va a ser pulsar un interruptor. Un retorno gradual, con la economía resentida y un cliente que no va a actuar igual». Primer cambio predecible: «Es muy posible que toquen los aforos». No habrá, dice, trabajo para todos. «Esta semana he hablado con una empresa con casi cien empleados. Si cuando volvamos a trabajar con el ERTE terminado, no hay trabajo y tiene a cincuenta en casa, eso se lleva por delante el negocio». Por eso, Cuevas pide que esos ERTE sean graduales. «En la Asociación manejamos tres estudios. La conclusión es que la bajada en la facturación a final de año va a ser de entre el 50 y el 60%». Y eso, si no hay un rebrote entre «octubre y noviembre». Bodas, reuniones, conciertos... «También se meterán con ellos». En el caso de los hoteles, «la competencia por el madrileño que viene aquí va a ser brutal». Sin extranjeros, en toda España irán a por el turista nacional (el de Cantabria). «Todos los gatos a por el mismo ratón». Y tal vez lo más importante: «El primer día que abran yo visitaré cuatro o cinco locales, pero marcaré más distancias. Como todos. El primer cimiento de la hostelería va a ser generar confianza. Si el 5 de junio vas a tomar café donde ibas siempre tienes que notar que algo ha cambiado para sentirte cómodo y volver. Esa será la base de la hostelería en España». Ellos ya preparan un protocolo, «más allá, claro, de lo que diga Sanidad».
Serán dos consecuencias inmediatas en su campo. La primera, una demora fácil de calcular. La actividad parada en los juzgados, pongamos dos meses, «pues dos meses tardará en recuperarse». La segunda, según José Luis López del Moral, tendrá un impacto «más importante». «Una fuerte demanda de respuesta judicial». Con puestos de trabajo perdidos, empresas en crisis y situaciones laborales complicadas, la jurisdicción social tendrá mucha tarea. También la de familia («cuestiones económicas o de régimen de visitas que habrá que modificar») o todo el apartado civil y mercantil («arrendamientos, hipotecas...»). Más allá de eso, cree que esta «situación desgraciada» requerirá «un periodo de reflexión». «Pararnos a pensar si todo lo que hacíamos era imprescindible». «Desde la más absoluta humildad», cree que «pensábamos que teníamos todo controlado y esto demuestra que no es así». «Vamos a tener que pensar que la vida es un bien a conservar y tendremos que adecuar la conducta a utilizar los recursos más racionalmente y también nuestras capacidades económicas». Consumo «exarcebado», medio ambiente... «Será necesario hacer efectiva la conciencia de solidaridad que predicamos. Vamos a tener que serlo. Aquellos que queden en mejor situación tendrán que ayudar. Y no porque lo imponga nadie, vendrá desde abajo». En ese sentido, como en otras crisis, «la familia» volverá a ser trascendental. «Todos los jóvenes van a recordar esto toda su vida y supondrá un cambio. Esto nos va a dejar un poso de humildad y la necesidad de reflexionar. Tardaremos en superarlo».
Es, dice, «una rueda». Más paro, menos dinero, menos consumo y menos producción. Por eso, Modesto Piñeiro entiende que, además de facilitar crédito o reducir impuestos y cotizaciones, es clave «ampliar la duración de los ERTE», «para que no se conviertan en ERE». Sobre todo, para las pequeñas empresas y autónomos, «en situación dramática». «Si no se les apoya será difícil recuperarse y hasta subsistir». Tiene claro que la salida «no será inmediata» porque «el día después no será igual que el día antes». Gradual y distinta, según sectores. Complicado para el turismo, por ejemplo, y mejor para lo vinculado a nuevas tecnologías o servicios de teletrabajo, «porque se está demostrando que desde casa se puede ser productivo» en muchos campos. De hecho, «cientos de empresas» se han apuntado a la escuela de comercio electrónico de la Cámara. Una salida. Cree que la pandemia deja como lección que es «necesaria una mayor relación entre la Administración y las empresas, que son las que aportan desarrollo económico y social». A su juicio, de hecho, «la Administración no se ha apoyado lo suficiente en ellas». Y espera que la solidaridad de estos días «incluso a riesgo de la salud» se mantenga porque «va a hacer falta». En todo caso, entiende que la «recuperación va a llevar muchos meses». Hasta finales de 2021 no será «total y dejará un coste importante de paro y de desaparición de empresas». Eso sí, a diferencia de 2008, esta crisis no afectará a la liquidez de la banca, que podrá inyectar capital junto a las instituciones para que esa recuperación sea menos lenta que la última vez.
Cuenta que, en su asesoría, están «tramitando bajas» de las pequeñas empresas y autónomos que «dicen que no van a continuar». A partir de ahí, las claves de su discurso se centran en «una crisis importante con destrucción masiva de empleo» y, especialmente, justo en ese sector de pymes y autónomos. «Se están tomando medidas, sobre todo desde Cantabria. Pero las del gobierno central son insuficientes porque se queda mucha gente atrás». Habla de una visión «espeluznante» y del ERE después del ERTE. «O se toman más medidas y Europa se pone manos a la obra o será un caos». Incluso, de situaciones complicadas desde un punto de vista de orden público: «¿Qué va a pasar cuando familias enteras se encuentren con todos sus miembros en la calle? Da pánico». Y, al hilo de eso, el papel de las mujeres le preocupa «doblemente». «El porcentaje más alto de personas que dejan el trabajo en tiempos de crisis es de mujeres». Por todo ello, no ve «luz a corto plazo». «A medio remontaremos. Tendremos que reiventarnos». Y ahí hila con otra de sus conclusiones. «Va a haber un cambio social generalizado a la hora de trabajar». Teletrabajo. «Mucha pequeña empresa obligada a recortar gastos no dispondrá de un sitio físico y seguirá con la actividad desde casa». Por eso cree que también debe hacerse algo en este campo. «Formar, proporcionar los medios...». «No significa que todos vayamos a hacer todo desde casa, pero muchos sí y en la asesoría vemos que mucha gente no sabe». Todo, en un contexto de «cambio social», de «miedo». Porque «vamos a tardar en volver a ser como antes».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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