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Hay fotógrafos pacientes, que aguardan días para captar esta imagen. Al menos un día al mes tienen la oportunidad de inmortalizar el momento en que dos ciudades flotantes recalan en la capital cántabra. De un lado uno de los cruceros más grandes que han ... parado en Santander, el Ventura, con 288 metros de eslora. De otro, el Pont Aven, que con 184 metros es un viejo conocido de la compañía Brittany Ferries. Los dos colosos atracados uno junto al otro en el frente marítimo son carne de postal, o de selfie, pero más allá de su belleza ponen a prueba a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado porque de las entrañas de ambos entran y salen prácticamente al tiempo más de 6.000 pasajeros.
«Es un tránsito muy denso de viajeros que puede dar muchos problemas si no se gestiona bien», explica Javier, jefe de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional de Santander. Por eso ayer se desplegó un dispositivo especial con más de treinta agentes dedicados en exclusiva a este fin. Policía montada, guías caninos, el helicóptero, la unidad Troya (policía a caballo), seguridad ciudadana y la Brigada de Respuesta a la Inmigración Clandestina (Bric) trabajaron de forma coordinada en el Puerto.
Hay dos frentes sobre los que poner atención, en la propia zona portuaria y en la ciudad. «Lo primero es asegurar el buen funcionamiento en el control fronterizo dentro de la zona del Puerto, donde se hace una vigilancia integral», señala Francisco, jefe de Extranjería y Fronteras. «No deben mezclarse nunca los flujos de ambos buques y por nada del mundo debe haber aglomeraciones». Lo han conseguido a base de ensayo y error. Pese a la gran cantidad de viajeros que ayer llegaron a Santander -la mayoría ciudadanos británicos de edad avanzada y familias-, no hubo colas en ningún acceso.
Solo a la hora de revisar los vehículos que bajaron del Pont Aven, pues son inevitables. Hasta 700 coches pasaron el control fronterizo. Todos entregaron su documentación y algunos seleccionados -unas veces de forma aleatoria y otras por suspicacias de los agentes-, se sometieron a la inspección más exhaustiva de los perros, con el olfato entrenado para hallar pólvora, dinero en efectivo y varios tipos de droga. Al agente Diego Agüero, oficial de la Unidad de Guías Caninos, le abren la puerta trasera de una furgoneta que alberga un montón de cajas y trastos ordenados de manera tan caótica que es un milagro que no se hayan desmoronado. Roxy, una de las perras que estaban ayer preparadas para trabajar, no marcó ninguna de las cajas, síntoma inequívoco de que no había mercancía sospechosa.
Más movilidad hubo todavía con los pasajeros del crucero Ventura, que transitaron por la ciudad a pie. «Con ellos también tenemos especial cuidado porque es un perfil de persona algo mayor que nos gusta cuidar en el sentido de garantizar la seguridad», argumenta Javier. Él es también quien da instrucciones a la Policía Montada, el Equipo Troya, lo llaman. Los turistas incluso se fotografían con ellos porque llama la atención ver al agente sobre el caballo. «Somos muy útiles en muchos sentidos. Imponemos más, somos más eficaces a la hora de controlar las masas y también tenemos la ventaja de la visibilidad por nuestra posición más elevada», argumenta el agente Julián, que patrulla sobre uno de esos animales.
Decenas de agentes de paisano se mezclan con el gentío en las calles de Santander e incluso suben al transporte público. «Lo que necesitamos es controlar la pequeña delincuencia porque esta tiene que ser una ciudad segura para todo el mundo y para el turismo también», remarcan desde la Policía. El dispositivo se repetirá todos los lunes -uno al mes- en que el ferri coincide con el crucero Ventura, o tantas otras veces en que llegue otro de similares características.
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