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Ana del Castillo y Sheila Izquierdo
Santander | Renedo de Piélagos
Lunes, 29 de noviembre 2021, 09:09
Coches flotando. Familias desalojadas de sus viviendas en pala excavadora. Carreteras cortadas. Animales atrapados y ganaderos con el agua hasta el pecho en un intento ... desesperado por salvarles... Las escenas insólitas, especialmente en las localidades de Vioño y Oruña de Piélagos, no dejaron de repetirse este lunes. Eran un no parar difícil de asimilar. El desbordamiento del río Pas volvió a causar importantes daños en viviendas, garajes, granjas y establecimientos del municipio, recordando que, en época de fuertes lluvias, el cauce es una bestia imparable que se lleva todo a su paso y contra la que tan sólo cabe esperar. Una situación en la que aflora un sentimiento compartido: impotencia.
«No nos dejan pasar. No sé ni cómo está el bar», comentaba Antonio Portilla, gerente del bar El Varuko, en el barrio La Ventilla de Vioño, a media mañana de este lunes. A él, los vecinos atrapados en el edificio donde tiene el establecimiento le fueron informando con vídeos del estado que presentaba su terraza. A esa hora ya se había convertido en una piscina, con sillas y mesas flotando. «Está todo completamente anegado y el agua debe superar dentro ya el metro de altura», lamentaba el hombre, que había cerrado el bar la noche anterior precisamente tras una conversación con unos clientes sobre si esta vez el río se desbordaría o no. Y lo hizo.
La escena es aún más demoledora fuera. A escasos metros, un coche con el agua hasta el techo; otro flota a merced del río en el patio de una urbanización de la que están desalojando de sus casas a 67 familias en pala excavadora; y mientras, justo en frente, a Miguel Ángel Martínez, un ganadero con explotación, se le caen las lágrimas relatando que se siente «hundido». Ha perdido todos los silos y al mediodía no había conseguido rescatar a sus animales. «El agua me llegaba por el pecho; he intentado conducir a las cabras, las he gritado para que buscaran camino y los perros me han ayudado. Las gallinas ya, nada... Estaban todas muertas».
Antonio y Miguel Ángel son dos de los innumerables vecinos que no pudieron pegar ojo en toda la noche del domingo y la madrugada de este lunes. En los barrios de La Ventilla, San Vicente, San Lorenzo y Salcedo, en Vioño, el nivel del agua no dejó de subir desde la madrugada y los problemas no dejaron de sucederse desde el amanecer. «Está todo destrozado. Esto es horroroso», comentaba un vecino de San Vicente. La escena se repitió en otros puntos, como el barrio San Juan o la zona del muelle (Oruña), e incluso en el barrio La Isla (Renedo).
A esa hora, el Ayuntamiento de Piélagos ya había advertido de que el agua hacía imposible la circulación por la CA-233 entre Renedo y Puente Arce; la CA-234 desde Renedo a Zurita; la CA-321 que une Oruña y Vioño o el acceso hacia la autovía Santander-Torrelavega desde Oruña. Mientras, los colegios adelantaban el horario de cierre e, incluso, el Antonio Robinet, ubicado en el barrio San Lorenzo, suspendía las clases.
La situación de emergencia que vivió este lunes Piélagos no dejó de arrojar testimonios de personas que no daban crédito a lo que estaba sucediendo. A Fernando Martínez y Almudena Fernández les avisaron los vecinos de su propia urbanización, en La Ventilla, de que el agua se había desbordado a primera hora de la mañana. «He podido coger las medicinas de la niña, pero se me han olvidado las llaves del coche con el que iremos a Santander a dormir esta noche», comentaba Almudena, tras ser desalojada.
Tanto ella como su pareja forman parte de las 67 familias que se quedaron sin luz desde la madrugada y que tuvieron que ser evacuadas en pala excavadora en esta urbanización de Vioño. «El agua supera en los garajes varios metros de altura y en cuanto ha llegado a la instalación eléctrica, nos hemos quedado sin luz», explicaban a El Diario Montañés todavía con el susto en el cuerpo.
También José Luis de Carlos, que vive en un primer piso desde hace años, aseguraba temer que no podrá volver a casa en una temporada. Él trabaja en una panadería y tras su jornada laboral, ni siquiera había podido acceder a la vivienda, donde se encontraba su mujer. «Creo que vamos a estar una semana sin luz, por lo que tendremos que hablar con la familia para ver dónde nos podemos quedar», comenta.
A esa hora, el Ayuntamiento de Piélagos ya había puesto a disposición de los vecinos sin opciones de alojamiento locales municipales, y algunas juntas vecinales, como la de Arce, también ofrecieron cobijo.
«Yo si llego a saber esto, no compro piso aquí», comentaba Javier, otro vecino del tercer piso de uno de los edificios de La Ventilla. «Nunca he visto algo así», añadía Jorge, un residente de la zona desde hace más de cuarenta años, mientras miraba con resignación e impotencia los garajes. A escasos metros, los vecinos del bloque colindante, el número 1, hacían piña e intentaban entre unos cuantos abrir la portilla eléctrica del aparcamiento convencidos de que así el agua lograría bajar unos centímetros. La solidaridad intentó paliar los devastadores efectos de una jornada de inundaciones, en la que el 112, Cruz Roja, Guardia Civil y Policía Local no dieron abasto.
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