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Confieso que he creído en el paradigma del ‘desarrollo sostenible’ hasta hace poco. Se trataba de negociar equilibrios entre crecimiento económico, equidad social ... y cuidado medioambiental. Esa negociación sería ayudada por la ciencia básica y por los tecnólogos y tecnócratas que la trasladarían a resultados políticos prácticos. Y todos felices y a comer perdices, que ya no se iban a extinguir.

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