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La Constitución de 1978 distingue, astuta pero incoherente, entre «nacionalidades» y «regiones» a la hora de expresar la diversidad territorial. En el propio Preámbulo había ... mencionado primero «la Nación española» (con la ene mayúscula) y después «los españoles y pueblos de España», como si existieran dos diversidades, las individuales y las colectivas.
Lo lógico hubiera sido escribir o 'naciones y regiones' o 'nacionalidades y regionalidades'. Pero esto primero hubiera chirriado con la 'Nación' mayúscula, ya que aún no había venido el genio de Sánchez con su fórmula de la «nación de naciones». Cuando se redactó «nacionalidad», fue con la clara intención de admitir una diversidad cultural, por ejemplo, las lenguas no castellanas de España, que proporcionaba rasgos diferenciales que recuerdan los de las verdaderas naciones, aunque no tan intensos como para desvirtuar la unidad nacional española y constituir naciones aparte. Se reconoce así la diferencia cultural gallega o vasca o catalana, pero no la nación Galicia o la nación Cataluña.
Este punto medio constitucional es lo que los nacionalistas periféricos quieren alterar, para que se reconozcan sus «nacionalidades» como «naciones» y, con ello, ciertos derechos mayores, como la autodeterminación, la soberanía o co-soberanía, etcétera. Para ello, han trabajado en profundizar la diferencia. La autonomía era una etapa provisional en la construcción de nacioncitas autodeterminadas. Sin embargo, se están dando cuenta de que la necrológica sobre la nación española podría ser, como aquella que daba por muerto al más que vivo Mark Twain, un tanto prematura.
Más interesante es la noción de «regionalidad», al menos para los cántabros, que somos región. Algunas regiones proceden de las que se llamaban en el siglo XIX provincias históricas, en realidad herederas de nomenclaturas de los antiguos reinos, que hacían tan largos los títulos de los reyes españoles. Pero otras, como Cantabria, nunca habían sido ni reino ni 'región', y su provincia dieciochesca era un ente administrativo incluido en las estructuras castellanas. El sentimiento de 'regionalidad' es algo de hace cien años, cuando los catalanistas se llamaban a sí mismos regionalistas (así la Lliga Regionalista de 1901) y en otros puntos de España se les imitaba. En Cantabria hay la doble raíz del montañesismo costumbrista y conservador, por un lado, y del republicanismo burgués o radical, que con Pi i Margall y la izquierda quería una reconstitución federal de España desde sus unidades territoriales básicas. Así en 1924 Víctor de la Serna creó el periódico 'La Región'.
Mientras los polos de oscilación de las 'nacionalidades' autonómicas son el soberanismo o la regionalización (hoy una minoría amplia de Cataluña está queriendo lo primero, mientras Galicia tiende mayormente a lo segundo), los polos de las 'regionalidades' son o hacerse nacionalidades o quedarse en puros distritos administrativos, diferenciados por cuestiones prácticas. La palabra latina 'regio' indica las líneas rectas imaginarias con que los arúspices romanos determinaban el espacio de sus observaciones de buenos o malos augurios. Como la misma raíz de 'recto' o 'regir', la región es una operación geométrica que perfila un espacio y lo separa de otros. Por ello hay un sentido que no es político, sino puramente geográfico, de 'región'. Y así podrá mantenerse como rótulo incluso si la 'regionalidad' finalmente no se consolida como cultura diferencial.
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Ana del Castillo
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