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Hablar de José -Pepe- Guerrero como un 'fontanero' de la política es abaratar a quien ha sido la segunda piel del PSOE cántabro durante casi un cuarto de siglo. Temido, querido, admirado, envidiado, adulado y necesario en la misma proporción, su inequívoca fidelidad ... al socialismo, materializada con oficio de diplomático vaticano, ayudó a sus 'jefes' a quitarse de encima temores, convenciéndoles de que eran los mejores y de que podían inocular el cambio en Cantabria.
Su demostrado arte en el tercio de los armisticios habla más de él como un cardenal devenido a párroco -que muda el color de hábito pero mantiene el alzacuello- a un derrotado, y mucho menos, a un personaje amortizado. Mantiene la misma fe, las mismas creencias, los mismos votos de fidelidad que le llevaron a ser 'todo' en su partido y desdice a quienes consideran que ha aterrizado en la nada. Con su decisión, desmiente a quienes piensan que pasar de la cúspide del socialismo cántabro a una concejalía de Arenas de Iguña es lo más parecido a un descenso, cuan Fausto, a los infiernos ensoñados por Goethe.
No lleva la mochila vacía, después de haber sido diputado regional durante 16 años, apoyando al Gobierno y zarandeándolo como oposición, de haber formado parte imprescindible de la Dirección del PSOE y de haber trabajado con iconos del socialismo cántabro como Jaime Blanco, Lola Gorostiaga o Eva Díaz Tezanos, con el bagaje obtenido tras participar en las decisiones que ha tomado el PSOE de Cantabria, y de negociar pactos de gobierno regionales y municipales. De haber oficiado, cuando fue necesario, hasta de muñidor, y desde luego, de cocinero en el menú del Gobierno PSOE-PRC.
Pepe Guerrero bien podía haber decidido marcharse a su casa de Arenas de Iguña, «mi pueblo de adopción» -el mismo que le enseñó amar su compañera- y dedicarse a sus casi 62 años a llevar a sus hijas de 12 y 8 años al cole - «soy un padre-abuelo»- a supervisar alguna obra como un buen jubilado, o a hacer, si fuera necesario, algún recado; pero este correoso político, licenciado tanto en las ciencias de la vida como en las Empresariales, ha seguido el mismo camino de quien desde Ferraz ha sido su 'martillo' político, Pedro Sánchez, -que una vez derrotado cogió su utilitario y recorrió España hasta aparcarlo ante las escalerillas del Falcon presidencial-. Aunque no es ningún secreto que Guerrero no estaba del lado del actual secretario general en las pasadas primarias, asegura estar decidido a seguir ayudando «a las gente y a nuestro partido».
Afirma que con esta decisión gana «cercanía con los votantes y el contacto real con lo que les preocupa a los vecinos». Así que, con una ilusión «renovada», se dispone a vivir la «auténtica» política, lejana de los análisis teóricos y pegada a la sociedad real «¡y cuánto estoy aprendiendo!», se sorprende: «Durante parte de mi vida, de mi actividad política, he tenido ocasión de trabajar e incidir en grandes temas regionales, con limitado contacto con la ciudadanía», algo que está dispuesto ahora a corregir.
Hombre astuto, y quizás ahíto de la política de casta -además de diseñar las campañas electorales del partido ha controlado las candidaturas internas para gobernar el PSOE- y de su imprescindible papel en las victorias de congresos especialmente complicados, como el que ganó Dolores Gorostiaga a Francisco Mañanes en el año 2000 o contra Blanca Rosa Gómez Morante en 2008. Sin tener hartazgo de la cosa pública, y ahora invirtiendo los términos, lo que busca «es el contacto más directo con las personas, la que marca e impulsa mi actividad política; ya puedo poner cara y nombre a los ciudadanos, conocer de cerca sus necesidades y, juntos, buscar las soluciones».
A pesar de su experiencia, de haber librado mil y una batallas, sobre el papel más complicadas, no le van a regalar nada en Arenas de Iguña donde el PSOE en los últimos 12 años ha pasado de cuatro concejales (la Corporación la componen 9 ediles) a uno en los últimos comicios (2015) dejando el camino expedito al PRC y al PP. Los valdeses tendrán el día 26 la última palabra si es que desean cambiar esta situación: «Ya sé que es un reto, pero muy gratificante».
También sabe que los regionalistas no se lo van a poner fácil y que va a pelear por mantener su actual hegemonía, pero este bragado político no es fácil de amilanar y aunque es conocedor de que una cosa es predicar y otra dar trigo -pasar del diseño político a buscar el voto puerta a puerta- «nuestras fuerzas son combatir para que Arenas sea más habitable, tenga más calidad de vida, para que los mayores no deban dejar sus casas para ser asistidos y que los más jóvenes tengan motivos para formar aquí sus familias».
Nueva etapa para un viejo zorro de la política que deberá ahora aprender a caminar por otros caminos no menos procelosos.
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