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Rafa Torre Poo
Santander
Domingo, 21 de febrero 2021, 07:52
Las ciudades y pueblos son mucho más que un conjunto de calles de alquitrán y edificios de hormigón y ladrillo. Sus moradores, aunque la mayoría anónimos, perfilan su personalidad. Otorgan carácter diferenciador a unos territorios sobre otros. Aquí entran en un juego lo que muchas ... veces se denomina, sin ánimo de ofender, los 'personajes'. Hombres y mujeres distintos al resto, sin los que no se entendería la idiosincrasia del lugar. Ventura Fraile Prado fue uno de ellos. Lolo, como le conocían todos, no fue uno más. Su carácter extrovertido, guasón y simpático le granjeó el cariño de los campurrianos. Se los metió en el bolsillo, porque Lolo no había nacido allí. Lo hizo en Santander, en la calle del Carmen, muy cerca de la actual estatua de 'La Sardinera, en la rotonda junto al túnel de Tetuán.
«Llegué a Reinosa para pasar un San Mateo y, al final, voy a quedarme hasta que me muera», cuenta su amigo Isi que solía decir a menudo. Falleció el pasado 10 de diciembre, a los 74 años, por culpa del covid. Se lo llevó en muy poco tiempo, por lo que su pérdida causó gran conmoción en la ciudad. Nadie se lo esperaba. Si algo definió la vida de Lolo fue su pasión por el fútbol. «Ha sido el mejor futbolista que ha pisado el campo de San Francisco», relata Isi emocionado. Fueron compañeros y amigos. Y formaron parte de la generación de oro del Club Deportivo Naval. La de la década de los setenta que se batió el cobre en la entonces prestigiosa Tercera División cuando aún no existía la Segunda B. En 2016, la Gala del Deporte Campurriano reconoció su valor y le concedió el premio 'Viejas Glorias'. Al Naval llegó en 1973 y jugó hasta 1980. Formó parte de la quinta de futbolistas como Mari Castañeda, Rafa de Brán, Cobo, Paco Cabezas o Antonio Ruiz. También coincidió con los entonces jovencísimos Juan Carlos García y José López 'Piru' –estos dos últimos llegarían a triunfar en el Racing–.
«Él no lo consiguió, quizás, porque no puso todo el empeño. Siempre estuvo buscando un sustento porque tuvo orígenes humildes», cuenta su sobrino Javi. Su madre, la señora Carmen, tenía un puesto de pescado en la plaza de la Esperanza. Él comenzó a jugar en las calles del barrio de Tetuán al fútbol. Se le daba bien, pero se enroló en un barco mercante y navegó por la costa de África como marinero. A su regreso jugó en el Huesca. Lo había hecho anteriormente en el Rayo Cantabria y el Racing aficionados. Al Naval llegó porque le ofrecieron trabajar en la Cenemesa, lo que después fue Cantarey y ahora es Gamesa. Allí se jubiló.
«Era un fenómeno. Siempre tenía una palabra en la boca. A mí me veía y me decía: '¿Para cuánto estás, para el partido entero o sólo para medio tiempo?'», recuerda Javi. Lolo se casó con María Luisa y no tuvieron hijos, lo que le unió mucho más a sus sobrinos. «Cuando yo era chaval, él, el resto de mis tíos y mis primos hacíamos un equipo de fútbol sala para jugar los torneos de 24 horas y en las fiestas de los pueblos», recuerda. «Para todos nosotros fue amigo además de tío», afirma rotundo.
Quienes le vieron jugar en el campo de San Francisco aún recuerdan su calidad. «Era centrocampista y siempre daba la pelota al primer toque. Él no corría, pero a nosotros no nos dejaba parar», explica Isi, delantero en su mismo equipo. «Sólo con verle la cara, yo ya sabía en qué dirección tenía que ir», añade. Eso lo aprendió de José Antonio Saro, el técnico navalista. «En los entrenamientos siempre había media hora para ejercicios sin balón, para saber movernos sólo con la intuición», continúa. «Lolo siempre dijo que él sólo había tenido dos entrenadores en su vida: Saro y Laureano Ruiz cuando estuvo en Santander», apostilla.
Lo mejor de aquella Tercera División era los enfrentamientos de la Copa del Rey. En Reinosa aún recuerdan la visita del todopoderoso Valencia del argentino Kempes. La ida se jugó en Mestalla, el 22 de septiembre de 1976, y los campurrianos cayeron goleados 6-0. Sin embargo, allí se produjo una de las anécdotas más sonadas de Lolo. En el conjunto ché militaba Pepe Carrete, uno de los mejores por entonces, ya internacional con la selección española. «Lolo le hizo dos caños seguidos –el balón por debajo de las piernas–, uno de ida y otro de vuelta. Y no contento con eso, le dijo: 'Oye chavalín, para jugar conmigo la próxima vez ponte sotana», cuenta Isi entre risas. Al futbolista asturiano no le hizo demasiada gracia, así que en cuanto tuvo ocasión le dio un buen levante. El encuentro terminó, como era de esperar, con goleada valencianista por seis a cero. «El chaval del marcador aún está de baja», solía bromear Lolo. El encuentro de vuelta se jugó al mes siguiente en Reinosa y el Naval logró ganar el encuentro por un tanto a cero.
Pero la socarronería del '10' no tenía límite. Isi aún llora de risa cuando recuerda lo que le dijo a una señora que estaba entre el público en Santoña, en un encuentro que los enfrentaba al Laredo. «Lolo se disponía a sacar de banda cuando escuchó: '¡Huy, míralo, pero si es bisojo'», relata Isi. «A lo que él, tras mirarla fijamente, no tardó ni medio segundo en contestar: '¡Señora, cómo me dice eso, si usted tiene una cara que no se lleva ni en los mangos de los paraguas'», espetó. «La grada entera y los dos equipos nos echamos a reír con la ocurrencia», cuenta su amigo aún entre carcajadas.
Correo electrónico de contacto Si ha perdido a un ser querido y quiere contar su historia, puede escribir al correo: homenaje@eldiariomontanes.es
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