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Un día cualquiera entre semana. Por la mañana. Un tren de Cercanías sale de Reinosa con dirección Santander. Y los vagones están hasta arriba de pintadas, letras en las que apenas se distingue qué pone. «Será la firma del artista», comenta un usuario con retintín. ... Los grafitis que 'decoran' los trenes son un quebradero de cabeza para Renfe, que cada año invierte millones de euros para erradicar las pintadas de los convoys. Aunque todavía no se han publicado las cifras de 2023, la operadora destinó en 2022, a nivel nacional, más de 25 millones de euros para erradicar grafitis. En Cantabria, la cifra alcanzó los 307.000 euros. Y el asunto no parece tener fin.
Es un problema enquistado. Que se suma a otros como los retrasos y cancelaciones de trayectos. Y son décadas destinando dinero para erradicarlo para que, de un día para otro, los trenes vuelvan a amanecer bajo una amplia capa de spray. Como afirman fuentes de Renfe, «es muy importante sensibilizar a la gente sobre lo costoso que es este problema para la operadora». Porque no es solo eliminar la pintura, es invertir en seguridad, en cámaras y drones -estos últimos aún no han llegado a Cantabria-, para evitar al máximo el acceso de grafiteros a las instalaciones.
La prueba de que, de momento, no están logrando disuadir a los vándalos se puede ver estos días en los Cercanías. «Todos los trenes de Renfe que cubren la línea Reinosa-Santander, y muchos de FEVE, tienen pintadas y no podemos ni mirar por las ventanas, es una vergüenza», lamentaba esta semana el portavoz de la asociación de usuarios Renfe-FEVE, Cristian Suárez. «Es habitual ver algún tren pintado, pero es que ahora están todos llenos de grafitis. Esto pasa desde que se cortó la línea por obras hace seis meses», asegura. Como apunta este usuario, durante ese periodo de tiempo -en el que hubo que hacer transbordos de Renfe a FEVE o a un autobús habilitado por la operadora- los trenes durmieron en diferentes puntos del trayecto, fuera de las instalaciones, lo que facilitó a los vándalos acceder a ellos para pintarlos. «Desde entonces no se han limpiado», asegura. Esto ha empeorado la situación, pues los trenes, a la intemperie, no tienen la seguridad de la que gozan en las instalaciones.
Como apuntan desde la operadora, no siempre es posible sacar los trenes de circulación para poder retirar la pintura. El procedimiento empieza por garantizar que puedan cumplirse todas las frecuencias. Si no es así, el convoy circulará hasta arriba de pintadas si es necesario. «Lo primero es asegurar que la gente pueda desplazarse», afirman. Si el tren vandalizado es uno, es más fácil poder retirarlo de las vías y suplirlo con otro, pero muchas veces pintan varios a la vez. Los grafiteros «pueden colarse y pintar cinco. Ahí es más difícil poder cuadrar las líneas sin incluirlos mientras se limpian», continúan fuentes de la operadora. En esos casos, se tienen que ir retirando uno a uno para asegurar el buen funcionamiento del servicio.
La limpieza se desarrolla en las instalaciones de Santander. Para afrontar la tarea, los operarios encargados de la limpieza tienen que utilizar monos, guantes, botas y pantallas de protección facial para evitar intoxicarse con los productos químicos necesarios para borrar el spray. En ocasiones, es tan difícil de eliminar que no queda más remedio que optar por el repintado. Otro problema añadido es que la pintura que utilizan los grafiteros suele ser ácida y de secado rápido, lo que provoca que al limpiarla se destruya la película de protección antigrafitis que llevan los vagones. De esta forma, la superficie exterior queda indefensa ante próximas pintadas, que afectarán mucho más a la pintura y a la chapa del tren.
Teniendo en cuenta que en 2022 se destinaron 307.000 euros en Cantabria en gastos derivados de eliminar grafitis -incluyendo la seguridad para tratar de evitarlos- y que, en total, se limpió una superficie de 2024 metros cuadrados, borrar cada metro cuadrado tiene un coste aproximado de 150 euros.
Como explica Suárez, el problema de las pintadas se suma a otros tantos que acumulan las Cercanías de Cantabria. El más sonado son los continuos retrasos de las líneas, que en muchas ocasiones provocan que los usuarios lleguen tarde a sus puestos de trabajo o directamente que los pasajeros se queden tirados en sus paradas de origen sin poder llegar a su destino. De hecho, la plataforma liderada por Suárez surgió como protesta frente a esta situación, «que se repite todas las semanas», critican, tanto en Renfe como en la antigua FEVE.
Además de la seguridad de los propios trenes, también preocupa la seguridad de los vigilantes de Renfe, que en muchas ocasiones tienen que enfrentarse a los grafiteros que acceden a las instalaciones y tratar de disuadirlos de pintar los convoys. El pasado verano, en apenas mes y medio, estos vándalos agredieron a seis vigilantes en Cantabria, una situación que no mejora y que ha sido denunciada en múltiples ocasiones por el sindicato Comisiones Obreras. El problema empeora teniendo en cuenta que, en la mayoría de ocasiones, hay un solo vigilante frente a un grupo de grafiteros, lo que los deja en una posición vulnerable.
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