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De izquierda a derecha, Javier Odriozola, Rafael Cacho, Manuel Rodríguez y Manuel Díaz. Daniel Pedriza
Los rescates que marcaron sus carreras

Los rescates que marcaron sus carreras

Dos especialistas del helicóptero del Gobierno regional y dos bomberos del 112 hablan de la intervención que no podrán olvidar

José Carlos Rojo

Santander

Domingo, 29 de septiembre 2024, 07:46

La primera sala del servicio de emergencias 112 se instaló hace 25 años en la calle Casimiro Sainz de Santander. Apenas había tres teléfonos para recibir avisos. Eran los orígenes del rescate civil y aun estaban en pañales. «Teníamos que inventarlo todo: los protocolos, los materiales, todo», recuerda Javier Odriozola (56 años), rescatador del helicóptero del Gobierno de Cantabria, que tras 21 años de servicio ha conocido todos los escenarios.

Los botiquines eran una caja como la que se podía encontrar en cualquier empresa, que se cargaba al hombro; los neoprenos eran de buceo, tan gruesos y duros que se tenían en pie solos; a la nieve subían como quien va a esquiar, con un gorro de lana y una cazadora; y por aquel entonces nadie llevaba GPS en los móviles. «Todo ha cambiado una barbaridad, y ahora los materiales son específicos, trajes muy tecnificados. En una mochila llevamos todo lo necesario para salvarle la vida a una persona y los neoprenos son como una segunda piel», cuenta Odriozola sobre una época en la que todo era aprender porque no había nada inventado en este campo.

Él es uno de los más veteranos aún en servicio. De los de la vieja escuela que aún no ha pasado a labores de despacho. Su compañero del helicóptero es más joven. Se llama Manuel Díaz y tiene 42 años aunque lleva 20 dedicado a esta profesión. Para recordar aquellos primeros pasos del rescate en Cantabria se han juntado en este reportaje con dos compañeros bomberos del 112: Rafael Cacho (49 años)con 22 de servicio, del parque de Laredo;y Miguel Rodríguez (46 años), del parque de Tama, con 22 de profesión. Todos han vivido lo que fue y lo que ahora es, y de todo ese tiempo rescatan esa historia concreta, ese rescate que los marcó para siempre por su dificultad, por haber estado en peligro, por lo que supuso para mejorar su experiencia profesional o, sencillamente, porque quedó enquistada en la memoria como un recuerdo traumático.

Algunos de estos casos son de hace mucho, otros de tiempos más recientes, cuando se ha producido un cambio cultural que a lo largo de estas dos últimas décadas ha multiplicado el número de gente que se lanza a la naturaleza para practicar deportes de todo tipo, a veces, de lo más rocambolescos, incluidos los de riesgo. Son años en que se ha disparado el turismo en la región, con el incremento de accidentes que eso conlleva; y que han traído el uso de las nuevas tecnologías, con lo bueno y lo malo... «Estamos, digámoslo así, aprendiendo constantemente para adaptarnos a las nuevas circunstancias», coinciden.

«No podemos hacernos idea de lo que cambia todo esto y nosotros tenemos que estar al día», detalla Cacho. Algunos de esos cambios son a mejor, como la generalización de la telefonía móvil: «Antes se perdía muchísimo tiempo en localizar a la persona perdida y ahora, con sólo llevar el móvil, los tenemos localizados», detalla Díaz.

El último gran cambio llegó tras la pandemia. Las actividades al aire libre se han multiplicado desde entonces y cada vez más personas visitan la región en cualquier fecha del año. «Suerte que hemos ido aumentando plantillas a lo largo de estos años pero todavía necesitamos más efectivos. Si tuviéramos más bomberos trabajando en los seis parques que hay del 112, seguro que estaríamos mejor, sobre todo en temporada estival», lanzan al unísono como mensaje al Gobierno de Cantabria. El objetivo es trabajar mejor y llegar a todo para que los futuros recuerdos de estos especialistas sean todos de éxito.

Rafael Cacho Bombero del parque de Laredo

«Entré en al piso y vi los cadáveres de toda la familia en el pasillo. No lo he olvidado»

Rafael Cacho fue uno de los primeros en llegar al bloque de viviendas 'Jai Alai' de Laredo, donde en julio de 2006 un incendio causado por una explosión de gas terminó con la vida de cinco personas. «El fuego comenzó en el segundo piso y se extendió como la pólvora a otros tantos porque, casualmente, los dinteles del edificio estaban recién barnizados, lo que supuso un combustible perfecto». Hasta Laredo se desplazaron 60 bomberos para apoyar en las labores. Había policía, Guardia Civil y medios de comunicación de toda España. «A eso de las ocho de la mañana, cuando se había trasladado a los heridos al hospital y empezamos a hacer la revisión de los pisos, llegó lo peor. Entré en uno, abrí la puerta y me encontré todo. Es difícil describirlo». Los cadáveres de una familia entera estaban en el pasillo, acurrucados unos con otros, protegiéndose del humo. «Aún tengo pesadillas con ello».

Miguel Rodríguez Bombero del parque de Tama

«Logré escapar del fuego por un velux y por los tejados que aún no estaban en llamas»

Aquella noche Miguel Rodríguez no estaba de guardia, «pero me acerque porque vivo muy cerca y sabía que iban a necesitar ayuda». Se refiere a uno de los incendios más graves que han afectado a Potes en las últimas décadas. Un fuego que en 2014 afectó a cinco edificios y obligó a desalojar a 24 personas. «Entramos a un patio interior que fue donde se había originado todo. Estaba muy viejo con materiales muy diferentes. Vinieron a ayudarnos bomberos de Santander, de Valdáliga, de Los Corrales de Buelna y de Tama. Si no vienen a ayudarnos, no lo habríamos conseguido», recuerda. El fuego llegaba por todas partes y se comportaba de la manera más inesperada. «Hubo un momento en que me sentí atrapado. No tenía por donde salir. Temí realmente que no tenía escapatoria». Caminó por las zonas que aún estaban libres de llamas, a una temperatura peligrosa, pues todo alrededor estaba consumiéndose, y por suerte miró hacia arriba y encontró la vía de escape. «Había un velux por el que salí al tejado y a partir de ahí escapé por los tejados que aún no estaban en llamas». Tardaron dos días en apagar el incendio. «Había mucha temperatura porque en uno de los patios había bombonas de butano que habían subido aún más las calorías del fuego. Se habían dado todas las circunstancias para que hubiera sido una catástrofe pero no lo fue. Nunca olvidaré la sensación de no tener por dónde salir».

Manuel Díaz Rescatador del Gobierno

«El piloto del helicóptero dijo: Si la sacas en dos segundos, mejor que en tres»

Las condiciones meteorológicas eran pésimas porque había mucho viento. Una escaladora se había quedado enriscada en Picos de Europa tras sufrir una caída. «Tenía un traumatismo tremendo en la cara. O la sacábamos rápido, o se quedaba», recuerda Manuel Díaz, rescatador del Gobierno de Cantabria. Había que mantener el helicóptero en suspenso, a poca distancia de la roca. Cualquier movimiento podría terminar en catástrofe para todos. «El piloto me miró y me dijo que las condiciones eran muy malas y que si podía sacarla en dos segundos, mejor que en tres». Un golpe de viento sacudió la aeronave cuando se disponía a bajar. «Me di con el propio helicóptero e imagínate qué cara se me quedó. Pensé que no lo contaba porque fue una sacudida». La pericia del piloto sirvió para enderezar el aparato. «Logré bajar, rescatarla y subirla. Ha sido uno de los rescates más técnicos de mi carrera».

Javier Odriozola Rescatador del Gobierno

«Fui a rescatar lo que creía que era un cadáver y de pronto vi que aún estaba vivo»

Era un chaval de 16 años. «Cayó por el acantilado de una altura de unos 7 pisos y quedó atrapado en una repisa de la roca». Llamaron al helicóptero pero todo el mundo pensó que ya estaba muerto. «Fui a rescatar lo que creía que era un cadáver y de pronto vi que aún estaba vivo». Javier descendió con tiento desde el helicóptero hasta el lugar donde se encontraba el cuerpo. «Estaba tranquilo, entre comillas, porque pensé que era un trámite; pero cuando empecé a moverlo comenzó a quejarse. Estaba inconsciente pero gemía», recuerda. Entonces se disparó la tensión. «Empecé a tirar de él y me di cuenta de que estaba atrapado en una grieta. Tuvo suerte de que no se golpeó la cabeza; pero tenía destrozados los tobillos y el brazo izquierdo, sobre el que había caído». Consiguió sacarlo y lo llevó a un lugar seguro donde intervinieron los sanitarios. «Comenzaron a hacer su trabajo y gracias a todo el grupo de profesionales que trabajó, hoy el chaval hace vida normal».

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