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LAURA FONQUERNIE
Santander
Viernes, 2 de abril 2021, 07:23
Ha sido más de un año de duro trabajo. Un viaje cargado de incertidumbre y que todavía no ha terminado. En estos meses pensar más ... allá de lo que podía pasar hoy resultaba casi imposible. El camino ha sido el de ir «día a día». Una expresión casi hecha mantra y repetida a menudo por los responsables de las residencias de mayores de Cantabria. Porque ese ha sido el pensamiento que han seguido en los centros desde que la crisis sanitaria del coronavirus congelara su actividad y les obligara a blindarse para proteger a uno de los grupos más vulnerables. Cada nuevo positivo hacia saltar las alarmas que no se encienden desde hace una semana. Las residencias de personas mayores de Cantabria están por fin libres de coronavirus: ningún usuario contagiado. Una noticia que no se repetía desde el mes de julio, en pleno proceso de desescalada. Cuando aún no se hablaba de olas. Solo permanece activo un único caso, pero es entre los profesionales. En los centros de discapacidad sólo quedan dos positivos en la residencia Fernando Arce de Torrelavega.
289son los fallecidos que se han registrado en residencias y centros de discapacidad
Atrás quedan los datos del drama que se ha vivido en los centros de mayores. En el caso de Cantabria, 276 fallecidos (289 si se cuentan los centros de discapacidad), 1.899 usuarios contagiados y un pico máximo de infecciones de 289 el 12 de diciembre. Por eso en los centros ya respiran más aliviados sobre todo desde que arrancara la campaña de vacunación el 27 de diciembre. Los pinchazos devolvieron la ilusión y los datos avalan la eficacia de las dosis de Pfizer. «Ya nos tocaba un poco de tranquilidad y de poder respirar», comenta Rubén Otero, presidente de la Federación de Empresas de la Dependencia (FED) de Cantabria. La situación que viven ahora «es otra completamente distinta» a la de hace unos meses. «No tiene nada que ver». Aunque el «miedo» no desaparece y menos cuando ya se habla de la cuarta ola.
Rubén Otero | Presidente de FED
La esperanza es que esa ola «se quede fuera» y permita a los centros ir poco a poco retomando esas actividades que dejaron de ser habituales hace tiempo. Una nueva rutina con la que los residentes «están encantados», explica Otero. Aunque muchas veces eran precisamente ellos quienes daban el mensaje de tranquilidad a los profesionales que les cuidaban. «Siempre nos decían que no nos preocupáramos y que esto era lo que nos había tocado vivir», recuerda el presidente de Fed.
Ha bajado el estado de alerta constante, pero se mantiene cierto nivel de preocupación porque el virus ha demostrado aprovechar cualquier rendija para colarse. «Estamos tranquilos en la medida en la que no tenemos casos y el 90% de la gente está vacunada», reconoce Julia Gurruchaga, directora ejecutiva del Grupo Pro Maiorem. Y quienes por uno u otro motivo no ha recibido aún los pinchazos contra el covid, se pinchan poco a poco en jornadas de repesca. También continúan siendo «muy prudentes», señala. Porque trabajan con la población de «mayor vulnerabilidad» y no cabe dar pasos en falso.
Julia Gurruchaga | Grupo Pro Maiorem
De ahí que cada cambio en el protocolo lo estudien «al dedillo», explica Gurruchaga. Lo han hecho con el nuevo protocolo de la consejería de Empleo y Políticas Sociales por el que se establecen medidas preventivas y de organización en los centros de servicios sociales y que se publicó el pasado viernes 26 de marzo en un boletín extraordinario. La resolución permite el contacto físico y que los abrazos vuelvan a las residencias. También las visitas de niños para que las personas mayores puedan reencontrarse con sus abuelos. Y aumenta el tiempo de las visitas que será de, mínimo, una hora.
Una serie de cambios que hay que adoptar con cautela. «Lo miramos con detalle para cumplir todo bien y ser prudentes», subraya. Con la cuarta ola de contagios ya en el panorama sanitario, «no podemos relajar las medidas». Aunque en el interior retomen actividades, el miedo está siempre en la reapertura, en el contacto con el exterior.
La preocupación continúa porque el impacto del covid en una residencia es «brutal». Pero la llegada de la campaña de vacunación «se nota» incluso en el ambiente: «Ha mejorado la situación». Sobre todo porque, a pesar de que pueda ocurrir, las probabilidades de que el bicho se cuele con la gran mayoría de profesionales y usuarios vacunados y «pruebas sistemáticas» es baja.
En las residencias continúan los barridos aleatorios y los cribados para detectar cualquier positivo entre residentes o profesionales. Algo que, junto a la vacunación, da «tranquilidad», reconoce Julia Gurruchaga, directora del Grupo Pro Maiorem. Hasta ahora los cribados se hacían cada quince días aunque Salud Pública estudia «ampliar ese margen», explica María Antonia Mora, directora del Icass. Además en los centros se está realizando un estudio de serología para saber «cuántos residentes tienen anticuerpos», añade. A esto se suman jornadas de repesca para pinchar a quienes no están aún inmunizados.
Ocurre que un positivo significaba aislar a una persona, contar con más personal para atenderle y el miedo a que un caso pasara a convertirse en brote «ha sido muy estresante» y en ese punto sí hay «más calma», reconoce Gurruchaga.
Los pasos son cortos y firmes, pero van hacia delante. Con el objetivo de, poco a poco, retomar las rutinas que cada residencia seguía antes de la pandemia. Eso sí, poner en marcha actividades supone un trabajo extra porque requiere «establecer protocolos nuevos», pero lo importante es que «los residentes estén bien», recalca la directora del Grupo Pro Maiorem.
Gema de la Concha, presidenta de Lares y Gerente de la residencia San Cándido, tiene claro que la incertidumbre y el «riesgo» de contagio no va a cambiar «hasta que no esté el resto de la población vacunada». Porque los centros son un reflejo de la evolución sanitaria del exterior. Aunque es consciente de que, si entra el bicho, las dosis de Pfizer podrán ayudar a que «la enfermedad sea más leve» y eso siempre es un alivio. A pesar de los protocolos, en su instalación ha habido positivos entre personas vacunadas y eso les recuerda el peligro. «Sí pensamos que va a mejorar en cuanto a casos graves, pero en nuestro día a día va a seguir la incertidumbre», resume.
Gema de la Concha | Residencia San Cándido
Sobre todo porque si salta algún caso, habría que activar de nuevo el protocolo y «volver a medidas estrictas». De momento lo que se plantean es hacer actividades donde se mezclen diferentes grupos de convivencia en los que están repartidos los residentes. «Siempre con distancia y mascarillas». También vuelven a comer todos juntos, pequeños cambios con los que los residentes están «encantados». Ellos son «felices» con pequeños cambios como ese o con poder retomar las misas, una actividad que volverá este domingo.
«Nos tenemos que convencer de que el virus está con nosotros», insiste De la Concha que recuerda la pieza clave del puzle: «La precaución sigue siendo fundamental». En San Cándido, de entre las nuevas medidas, aplicarán ampliar las visitas. Según avance la situación sanitaria en la comunidad. «Vamos muy poco a poco, con pasos firmes y seguros».
María Antonia Mora | Directora del Icass
El miedo a más contagios «es normal», resume María Antonia Mora, directora del Icass. Y por eso ella también habla de «precaución». Aunque reconoce que ya respiran con otra «tranquilidad» y que la vacuna ha bajado «el nivel de estrés». Y la gente está «ilusionada». También insiste en el por qué del nuevo protocolo. Y es que los residentes son «personas activas con derecho a decidir», a salir y a volver a la rutina. Por eso el mensaje a quienes dudan de los cambios que ha traído la resolución es de «tranquilidad» y, sobre todo, «optimista», subraya. Entiende la preocupación por el «contacto físico» y «abrir» las puertas. El miedo ha hecho «mella» en las familias y hay que tener «precaución», pero los datos son positivos».
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Ana del Castillo
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