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Los brotes que salpican a un puñado de residencias de mayores de Cantabria -hay 58 casos activos en trece centros, aunque el grueso ... se concentra en tres: 19 en Vitalitas San José, 12 en San Pedro y 7 en la Casa de Tagle Bracho- han reavivado cierto nerviosismo en el sector de la dependencia, instalado desde la llegada de la vacunación anticovid en una «tranquilidad de alerta permanente», como describe Gema de la Concha, presidenta de Lares Cantabria y al frente de la residencia San Cándido, de Santander.
«Estamos preparados para un brote en cualquier momento», declara, porque a estas alturas ya es conocida la capacidad del virus para colarse sin levantar sospechas (de forma asintomática), y «somos el reflejo de lo que pasa en la sociedad. Con un nivel alto de contagios en la calle, nos acaba llegando, porque las residencias no somos islas». Y ahí exculpa sin ambages a los trabajadores, «en su gran mayoría vacunados; son residuales los que no lo están y normalmente es achacable a una prescripción médica, a un motivo». De la Concha recuerda que los usuarios reciben visitas de familiares y realizan salidas del centro no exentas de riesgos. «No todos cumplen las medidas de seguridad como debieran», pero incluso a sabiendas de eso tanto ella como Rubén Otero, presidente de la Federación de Empresas de Atención a la Dependencia (FED), defienden que «en ningún caso hay que volver al aislamiento social de los residentes. Habrá picos de subidas y bajadas de contagios y tendremos que vivir con ello, pero no podemos negar a los mayores la posibilidad de salir a dar un paseo con sus familiares o a que les vengan a ver y pasen un rato juntos en el jardín». Eso sí, deben hacerlo -reiteran- con la debida distancia de seguridad y un correcto uso de la mascarilla. «No hay que perder de vista la expectativa de vida de nuestros mayores, no pueden pasarse sus últimos años encerrados en una habitación sin contacto con su familia», coinciden. Es más, apunta De la Concha, «estamos recibiendo a mayores que pasaron lo peor de la pandemia de sus casas y que han caído en picado, las secuelas son demoledoras».
Ante el repunte de positivos en el sector de la dependencia, que se cobró el martes su cuarta víctima en las últimas semanas (una mujer de 97 años vacunada) y mantiene a otros 16 usuarios hospitalizados, los responsables de ambas patronales apelan a la prudencia y al respeto a los protocolos, que desde la Administración no se contempla modificar para introducir nuevas restricciones.
Las empresas que gestionan los centros de mayores se muestran partidarias de realizar un estudio que mida el nivel actual de inmunidad entre usuarios y profesionales, toda vez que han pasado casi ocho meses de los primeros pinchazos. «Deberíamos saber cómo estamos y a partir de ahí, valorar si es conveniente poner una tercera dosis», subraya Otero. «¿Por qué volvemos a tener contagios después de varios meses libres de covid? Es algo que hay que analizar», insiste. Y en la misma idea incide la presidenta de Lares: «Aunque sabemos que son cuestiones que se debaten a nivel nacional, el sentido común me dice que sería bueno tener una foto de cómo estamos. Y deberíamos guiarnos de los criterios de la comunidad científica a la hora de determinar si es necesario volver a vacunar, una vez analizado el nivel de anticuerpos que tenemos y lo que aportaría esa tercera dosis».
Mientras tanto, los responsables de las residencias no pierden de vista el peligro de bajar la guardia, porque «los virus son listos y mutan para seguir contagiando, pero es algo con lo que tendremos que convivir», sostiene Otero. Y los diques de contención ya están más que probados. «Ante un positivo con sintomatología, aislamiento hasta PCR y los profesionales que se ocupan de su cuidado, EPI completo, más los cribados para descubrir los casos asintomáticos. El verano, igual que el pasado, cuando no teníamos la ayuda de la vacuna, se había salvado bien, con algunos sustos por contactos estrechos con positivos», explica De la Concha. Por eso, aunque la quinta ola ha empezado a perder intensidad, la incertidumbre apunta ahora al otoño-invierno, época habitual de virus respiratorios. «Creo que el covid ha venido para quedarse bastante tiempo y las medidas de precaución no se pueden relajar».
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Ana del Castillo
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