Fue a los doce años, en un golpe de madurez, que miró alrededor y despertó su vocación. «Hasta entonces no me había interesado realmente por la naturaleza, pero a partir de ahí empecé a salir para descubrirla, para vivirla». Ahora, con 49 años, recuerda El ... Astillero en el que creció: «Muy diferente al de ahora. Por entonces aún funcionaba la mina de Cabárceno, transportaban el mineral, había vertidos a la ría de Solía... Era un ambiente muy degradado». Tal vez esa imagen se le grabó en la cabeza y le movió por dentro para crear en 1994 la Fundación Naturaleza y Hombre (FNyH). «Fue, de algún modo, la manera que encontré de canalizar esa necesidad de recuperar los espacios naturales degradados», sentencia. Hace unos días, después de 25 años de actividad, llegó el reconocimiento. El Premio BBVA a la conservación de la biodiversidad, uno de los más importantes que existen a nivel nacional y europeo.
-El galardón es reconocimiento, pero también visibilidad.
-Lógicamente un premio de estas características implica una gran proyección para la entidad. En el último mes hemos estado muy ocupados con entrevistas y eso es difusión.
-Han reconocido, sobre todo, la labor desarrollada en el oeste ibérico y en Cantabria.
-En estos 25 años hemos desarrollado proyectos en Cantabria, Castilla y León, Extremadura y Portugal. El programa ingente que desarrollamos en el oeste ibérico ha ido dirigido a la conservación de las especies amenazadas y hemos creado reservas privadas de hasta 20.000 hectáreas, entre otras cosas.
-Y todo con una iniciativa nacida en El Astillero en 1994.
-La Fundación es totalmente 'made in Cantabria', eso hay que recordarlo. Empezamos el programa en ese mismo año trabajando sobre el entorno de la bahía de Santander.
-Para recuperar lugares que entonces estaban muy deteriorados.
-Había vertidos industriales, de minerales, fecales... El espectáculo era dantesco. Ahora las cosas han cambiado mucho. Hemos logrado un gran avance al crear el anillo verde alrededor de este gran estuario, trabajando con diferentes entidades locales y juntas vecinales hemos restaurado muchas zonas. También lo hemos hecho en las marismas de Alday y en las zonas de encinares cantábricos como en Peñas Negras o los humedales de Valcaba, en Pámanes. Todo eso fue el primer paso, luego vino la montaña pasiega, en 1999. Y después la zona del oeste ibérico, a partir del año 2003.
-Reparar el daño está bien, pero resulta fundamental educar para prevenir.
-Por eso es tan importante la labor que hacemos en los centros de visitantes como en la Casa de la Naturaleza de las marismas de Alday, el Centro Etnobotánico Bosques del Anillo Verde, en El Pendo o en el Ecomuseo Fluviarium de Liérganes, por el que pasan cada año 20.000 visitantes. Pero es fundamental hacer ambas cosas. Hay que resolver los problemas existentes con los adultos que gobiernan las administraciones porque no se puede dejar pasar el tiempo. Y también hay que educar a los más pequeños para que esos problemas no vuelvan a surgir. Sobre todo hay que explicarles que la solución está en todos, porque la misma mano del hombre que ha destruido el medio, puede ayudar a que nos reencontremos con la naturaleza.
-Es algo que además repercute en la calidad de vida.
-Lo dicen multitud de estudios científicos. Un entorno natural cuidado no solo en los bosques o en los montes, sino también en las zonas urbanas, es crucial para el bienestar y la salud. Además, ayuda a controlar la contaminación.
«Queremos que el lobo sea una especie no cinegética»
«Otro de los problemas importantes que tenemos es el lobo. Nosotros, desde la Fundación, abogamos porque sea declarada especie no cinegética y porque se apruebe el Plan de Gestión de la especie que lleva años paralizado», reivindica Sánchez. Sobre la responsabilidad de los daños, lo tiene claro:«Pensamos que si la especie no es cinegética, los daños deberían ser pagados por la Administración». «Lo que no comprendemos –añade– es cómo se quiere socializar el pago si se permite cazarlos. En ese caso, con toda lógica, deberían ser los cotos de caza quienes abonaran esos gastos de daños».
Conscientes de que la solución de la problemática es un asunto por el que existe un clamor popular, sobre todo en zonas rurales, ofrece un plan claro. «En el caso de que sea preciso un control de población, deberá siempre ser realizado por la Administración y de acuerdo con estudios científicos hechos con rigor».
-En este ámbito hay también mucho que hacer...
-En todos, en realidad. Nosotros tenemos varios objetivos prioritarios ahora. Por ejemplo, trabajar en todo lo que tiene que ver con las especies invasoras, tanto vegetales como animales. Destaca el plumero pero hay otras más. En las animales conocemos muy bien la avispa asiática, el cangrejo americano, las carpas... Todas estas poblaciones merman los ecosistemas naturales.
-¿Qué piensa de las deficiencias en los saneamientos de aguas residuales en algunos municipios?
-Eso es un problema importante, pero no olvidemos la contaminación de la cabecera de los ríos, sobre todo en verano, o la intensidad de la actividad ganadera y la filtración de purines a las aguas subterráneas.
-¿Se entiende bien la Fundación con las Administraciones regionales?
-De las administraciones esperamos algo que consideramos que es fundamental para resolver muchas cosas, el nuevo Plan Regional de Ordenación Territorial (PROT). Está redactado y nosotros intervinimos en las mesas de negociación, pero hace falta su aprobación.
-¿Por qué es tan importante?
-Atajará asuntos como la errónea ubicación de los parque eólicos. Creo que todo el mundo coincide en que la energía eólica es buena, pero no puede bordear espacios protegidos de Red Natura 2000, por ejemplo. El mismo PROT también ayudará a adecuar ciertos usos de espacios para fomentar la conservación. Por ejemplo, en la montaña pasiega existen hasta 7.000 cabañas. Es imposible conservar ese patrimonio etnográfico y cultural si no es a través del turismo y la ganadería. Allí estaría justificado porque no corre peligro ninguna especie animal ni vegetal. Hay que aprobarlo para hacer las cosas bien.
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