Los responsables al frente del operativo: «Hubo un momento en que temimos por sus vidas»

Comenzaron a barajarse todo tipo de escenarios:que se hubieran perdido por alguna de las rutas secundarias –como efectivamente sucedió–, o incluso que hubieran salido al exterior por alguna boca del complejo subterráneo y estuvieran perdidos e incomunicados en el monte. «Lo peor es que hubieran sufrido algún accidente y que estuvieran pasándolo mal. En ese caso el tiempo corría y era un problema porque la asistencia sanitaria es clave en estos casos». De haber sucedido este último supuesto, el rescate hubiera sido más laborioso. «Habríamos tenido que cargar con ellos y se hubiera ralentizado mucho el ascenso;pero en todo caso habría certeza de cómo estaban y de lo que teníamos que hacer. Lo peor de este fin de semana fue, sin duda alguna, la incertidumbre y esos momentos en que llegamos a temer porque pudiéramos encontrarnos con dos cadáveres».

Nada de eso sucedió. El rescate tuvo final feliz y tanto Paloma Bombín como Alfonso Urrutia pudieron salir al exterior por sus propios medios después de ser encontrados en la galería de la Fonda, a apenas 200 metros de la salida en el Sombrero. «Lo que ha ocurrido es que se han despistado y se han pasado la baliza de salida. Se metieron en esa galería que no tiene salida y en un momento dado se dieron cuenta de que estaban caminando en círculos», recuerda Allende.

En el interior de la cueva la exploración mantenía las cabezas ocupadas, pero fuera... «fuera la cabeza puede jugar malas pasadas porque piensas muchas cosas, barajas muchos escenarios y a veces puedes ponerte en lo peor». El movimiento de vegetación en una de las salidas de la cueva llevó a barajar la posibilidad de que los espeleólogos castellanoleoneses hubieran salido al exterior. Se desplegaron drones y el helicóptero del Gobierno de Cantabria para buscarlos por el monte, pero no hubo rastro. «Aunque no creas mucho en esa hipótesis porque es extraña y porque cualquier animal puede modificar así la vegetación, estás obligado a pensar en ello y en barajarlo como una posibilidad más».

La duda ahora es si los espeleólogos cometieron una imprudencia al no avisar al 112 de sus planes para entrar en la cueva. «No avisaron y está mal porque la ley obliga a ello;pero sí que avisaron a una persona cercana que nos pudo llamar para activar el protocolo. Si no está claro que hay una negligencia flagrante, no se les cobra el rescate. En este caso no creo que haya habido una negligencia clara».

Fueron sus hombres los que encontraron a Paloma y Alfonso en la galería de la Fonda, pasadas las 13.15 horas del lunes. «Un equipo de cuatro de los nuestros a los que les tocó entrar en ese lugar. Iban con el silbato porque es la mejor manera de hacerse oír allí dentro y en un momento dado escucharon una llamada de los espeleólogos desaparecidos. Los tenían muy cerca y no tardaron en alumbrarlos con los frontales de sus cascos».

Cuentan que Paloma se emocionó al ver a sus rescatadores. «Tanto tiempo allí encerrados al final acaba haciendo mella en uno». Pero en el fondo estaban tranquilos, o al menos eso dijo Urrutia. Su primera frase al ver las luces fue de confianza:«Sabíamos que vendríais a por nosotros», gritó el espeleólogo salmantino de 49 años. Estaban muy bien preparados, tenían comida de sobra y la bebida no iba a ser problema en ningún momento porque el agua que circula por el interior de la cavidad está muy filtrada y, con total ausencia de luz, es más difícil que se contamine. «Cuando me dijeron que habían escuchado los silbatos y que los habían encontrado... en ese momento es lo más parecido a que te den la mejor noticia de tu vida», relata el responsable del operativo de 22 especialistas que se desplazaron desde la base que tienen en Cangas de Onís.

«Para nosotros fue una completa liberación porque después de tantas horas de no saber qué les había pasado, y tras valorar toda clase de escenarios, fue estupendo recibir la noticia de que los habían encontrado y que además estaban en perfecto estado de salud».

Una vez afuera, el júbilo creció. «Es estupendo por nosotros mismos, que como profesionales vemos cumplido nuestro deber, pero es que es maravilloso ver como estas personas se abrazan a la salida de la cueva con sus familiares y amigos, que habían estado esperando cualquier noticia sobre su paradero durante más de dos días».

Ante la incertidumbre se habían preparado con todo. «En estos casos tienes que estar pertrechado con todo lo que puede ser necesario. Desde una camilla para transportar a un herido, hasta un botiquín para una asistencia sanitaria en el interior de la cueva. Esto último es crucial porque a veces puede ser la diferencia entre la vida y la muerte». Sobre todo en casos de sangrados. «Hay que tener en cuenta que en una cavidad compleja como esta, en que hay este desarrollo vertical, zonas sumergidas, etc, cargar con todo este material extra hace que la búsqueda se complique aún más». Pero ellos están preparados para eso y para más.

Ayer, 24 horas después de todo ese esfuerzo, queda el orgullo del trabajo bien hecho pero también el agotamiento de las horas de trabajo y tensión. «Estamos agotados a nivel emocional y físico. También es cierto que para nosotros todo esto aún no ha terminado porque estamos todavía con la burocracia, el papeleo, los balances y atendiendo las llamadas de los medios, claro».