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Oscar Herrero, a quienes todos en la calle San Martín del Pino conocen como Oky, regenta desde hace 18 años una tienda de chucherías. Nunca le han faltado clientes, su estrategia de abrir el comercio frente a un colegio, el Elena Quiroga, fue todo un acierto, pero las cuentas no siempre han sido las mismas. La pandemia fue un difícil paréntesis para todos y, con el tiempo, cuadrar el debe y el haber ha sido complicado. Con aquella crisis superada, muchos negocios cántabros se buscan la vida para mantenerse fuertes. La adhesión de estos autónomos a la red de recogida y entrega de paquetería se ha convertido en un pequeño empuje: «Me saco 400 euros al mes por escanear un código cuando recojo o entrego un paquete», señala Herrero.
En España hay más de 6.000 negocios que ya ofrecen este servicio. En Santander, una sola compañía de las muchas que hay, tiene más de 30 establecimientos a pie de calle. También en Torrelavega, Castro Urdiales, Laredo, Reinosa, Renedo de Piélagos o Cabezón de la Sal.
«¡Más tráfico de clientes! ¡Más ventas! ¡Más fidelización! ¡Más ingresos!». Son los beneficios que las empresas de paquetería prometen a todos aquellos comercios que se unen a la red. Estos autónomos cobran una comisión media de entre 0,15 y 0,20 céntimos por bulto, aunque depende del tamaño o del peso. ¿Y cuántos paquetes manejan al día? Varía según la ubicación o el número de compañías con las que trabaje, pero por las manos de Herrero, por ejemplo, pasan «unos 60-80 paquetes por día». Trabaja con siete operadores logísticos. Explica que lo bueno de tener todo el día a gente entrenado y saliendo del local es que al final compran algo. «El trabajo que supone a mí me compensa. No considero que me quite tiempo porque me sirve de gancho», dice Oky.
José Antonio Gómez
Librería Covadonga
La gran mayoría de los autónomos consultados por este periódico asegura que no es un gran aporte económico con el tiempo que lleva: recoger, escanear, entregar, solicitar el DNI, atender llamadas de teléfono... Ahora bien, en lo que sí coincide es en el 'efecto marketing' que tiene, ya que «dos de cada diez» -«15 de cada 20», en el caso de Oky- acaban comprando algún producto en el comercio o «generando nuevos clientes «gracias a que te han conocido al ir a entregar o recoger el paquete».
Espacio. Tener una zona amplia donde poder almacenar los bultos. No debe estar al alcalnce de los clientes. Se deben poder guardar los paquetes hasta un máximo de 14 días.
Internet. El local debe tener conexión a internet.
Responsable. Debe haber una persona que se encargue de recibir y entregar los paquetes. Alguien que esté informado y
Horario regular. Aunque no es obligatorio para todas las compañías, sí se aconseja tener siempre el mismo horario.
Un caso que lo demuestra es el de la librería Covadonga, en la calle Eulalio Ferrer de Torrelavega. Su dueño José Antonio Gómez cuenta que «era un negocio de barrio decaído y ahora funciona mejor». «Nadie puede esperar que por el trabajo que da la paquetería quede un rendimiento alto, pero creo que merece la pena. Yo he notado un cambio en mi negocio. Gente que no era cliente, ahora lo es. Depende del producto que vendas. También tengo lotería, que es algo que genera movimiento. Una autoescuela, por ejemplo, no ve esa rentabilidad», señala Gómez.
Lo fácil es pensar así, que este tipo de incentivos funciona sobre todo en comercios que despachan chuches, pan, prensa o quinielas. Pero no es del todo cierto. A dos kilómetros de la librería de Gómez se encuentra la Autoescuela Torrelavega, que también funciona como punto de recogida y entrega de compraventas online. Su responsable, Ángel Llorente, explica que «la última chica que aprobó con nosotros se hizo clienta gracias a que su madre vino a entregar un paquete. Al final, esa joven nos recomendará a otros, por lo que aunque el beneficio económico no es gran cosa, sí considero que es una buena estrategia de marketing».
Ángel Llorente
Autoescuela Torrelavega
Yolanda Téran es la responsable de La Fontana, una tienda de prensa, papelería, hogar y regalos ubicada en el barrio Monte la Torre, en Santander. No para. La conversación que tiene al teléfono se interrumpe hasta en tres ocasiones por la gente que entra en su negocio con la intención de dejar o recoger un paquete. «Me voy a dedicar a la paquetería», bromea con alguien que tiene cerca. Tiene contabilizados los bultos de los que se ha hecho cargo: «¿Hoy? 29 hasta las doce del mediodía». Llega otro paquete. Menudo ajetreo. «Estoy metida solo con una compañía porque sino me vuelvo loca. Y eso que se han puesto en contacto otras dos, porque tengo mucho espacio, pero ya no quiero más», sentencia.
Para esta autónoma que sabe que el negocio con el que lleva 21 años ya no hace la misma caja que antes, lo de la paquetería sirve «porque viene la gente y ya de paso me coge el pan y El Diario Montañés. La rentabilidad económica no es muy alta, unos 150 euros al mes, pero por ampliar la cartera de clientes compensa».
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
Iker Cortés | Madrid
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