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MARIANA CORES
Santander
Lunes, 5 de abril 2021, 07:10
Hace quince días, desde la Diócesis de Santander se pedía a los fieles que rezaran «por nuestros seminaristas» y para que surjan vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. 2021 no está siendo un buen año en ese sentido. El Seminario de Corbán acoge ... sólo a cuatro seminaristas, el número más bajo en los últimos seis años, algo que preocupa a los religiosos. Sin embargo, estos cuatro hombres que han sentido la llamada de Jesús asumen el reto de que haya más vocaciones, aunque entienden que la decisión «no es fácil. Te entran muchas dudas porque el cambio de vida es muy grande», aseguran. Paulino Mier, de 45 años y nacido en Torrelavega, explica que él creía «que lo tenía todo. Trabajaba como ingeniero de ferrocarril, tenía dinero, una novia, pero notaba que algo me faltaba, había un vacío por dentro». Así que algo le hizo buscar en la Biblia, «sabía que la respuesta podía estar allí, no me preguntes por qué».
Durante su juventud había ayudado en la parroquia de su barrio, pero cuando llegó a la universidad «y después con el trabajo y los viajes, lo tenía muy abandonado, hasta que un buen día empecé a ir a los grupos de la pastoral de los Dominicos del Barrio Covadonga, de Torrelavega, y me empecé a encontrar mejor. Fue entonces cuando recibí la llamada del Señor». Hace seis años que ingresó en Corbán y ya solo le quedan tres meses de formación más los exámenes orales y escritos para superar el Bachiller en Teología. Los dos últimos años los ha compartido con Juan José Conde, el benjamín del grupo, con veinte años. En su caso, el camino lo empezó a andar con dieciséis años: «Iba a misa con mi abuela, ayudaba en Cáritas, di catequesis y también me gustaba la adoración al Santísimo. Me fui introduciendo cada vez más». Al llegar a la universidad, cuando comenzó a estudiar Geografía, «fui cuando me di cuenta de la llamada del Señor». Pero para él tampoco fue fácil. «Una vez había tomado la decisión, tardé unos días en decírselo a mis padres. No sabía bien cómo abordarlo». Pero todo fue rodado «y a nadie de su entorno le extrañó la decisión».
Muy distinto fue el caso de Raúl Clemente, de Bilbao y con 48 años. «Yo, a pesar de haber estudiado en un colegio de religiosos, cuando llegué a la pubertad, me posicioné como ateo». Y sin más, en la adolescencia «tuve una experiencia espiritual muy fuerte. A partir de ahí, Dios me ha acompañado siempre, hasta que con 40 años me pidió que me uniera al Seminario de Corbán, lo que me provocó una perturbación muy grande». Tras unos meses de meditación «vi que la llamada seguía ahí, así que aquí me tienes».
Paulino Mier | 46 años
Raúl Clemente | 48 años
Juan José Conde | 20 años
Ramón Gómez | 24 años
El ídolo de Ramón Gómez, de 24 años, «no es Messi, sino Jesús», dice sin pestañear. Entró dentro de él desde bien joven, con ocho años. «En mi casa no eran especialmente practicantes al inicio, ahora es otra cosa», dice riendo. Guarda un precioso recuerdo de su primer encuentro con la catequesis, «con un cura joven, de 22 años, que me presentó a Jesús de una manera revolucionaria». De esa manera nació el deseo de «querer imitar a Jesús y querer ser cura». A lo largo de los años «tuve altibajos, pero hace ya seis años que estoy aquí».
Dada su experiencia, siente una gran inquietud por estar cerca de los jóvenes: «Por mi edad, creo que se me da muy bien trabajar con ellos. No es que piense que voy a salvar a nadie, pero sí que puedo ayudarles. También me interesa mucho la pastoral rural. Los curas que he conocido eran del pueblo de mis padres. Eran muy cercanos y conocían a todos los vecinos. A mi me gustaría mucho trabajar de esa manera».
Preguntados sobre la escasez de vocaciones, todos ellos aseguran que deben «estar a la altura». «Nos corresponde a nosotros compartir con el resto la vida de Jesús, hay que hablar sobre ella y acompañar a la gente, para que se sientan apoyados en este camino. Que no están solos, porque, como ya hemos dicho, no es fácil». Añaden también que son conscientes de que «hemos tomado un camino en el que tenemos que trabajar mucho, para dar ejemplo a otros. Tenemos un buen reto por delante: el de hacer florecer más vocaciones».
Por su parte, el rector del seminario cántabro, Prudencio Cabrero Gómez, muestra su preocupación «porque no se dé respuesta a la palabra de Dios y que, quizá, sea porque hacemos un acompañamiento de ayuda y demos las respuestas». También plantea que, en ocasiones, «los padres no son lo suficientemente generosos cuando un hijo les plantea que quiere ser religioso. Porque vocaciones las hay siempre. Dios está vivo. Hay que rezar por ellas».
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