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Miguel Pérez
Domingo, 27 de octubre 2019, 07:41
El singular comportamiento de Carmen Merino y la no menos extraña muerte de su novio, Juan Mari Baranda, asesinado en Castro Urdiales y cuyo cadáver continúa sin aparecer ocho meses después de la supuesta fecha del homicidio, se han convertido en una fuente ... de interés científico para la comunidad criminológica. ¿Por qué ella quitó presuntamente la vida al hombre con el que convivía desde hace siete años? ¿Cómo hizo desaparecer el cuerpo? ¿Actuó sola o con una pareja letal? ¿Y por qué ocultó la cabeza de su víctima en una caja y se la entregó a una amiga para que la guardara?
«La clave está en la entrega de esa caja», asegura Paz Velasco de la Fuente, jurista, profesora en la Universidad Internacional de Valencia y experta criminóloga acreditada a ambos lados del Atlántico, a quien este periódico ha pedido que analice el caso. «Son muchos los meses que el paquete pasó en poder de otra persona. La acusada debía ser consciente de que en algún momento la abriría. Pero no la recuperó. Cabe pensar, por lo tanto, que quería dar un mensaje, bien a la destinataria de la caja o a otras personas. Lo más inquietante es que el mensaje le importase más que autoincriminarse», sostiene.
Siempre con la prudencia que exigen la presunción de los hechos y la falta de datos, ya que la investigación sigue bajo secreto, Paz Velasco ve en la forma de actuar de Carmen Merino «muchas cosas que no encajan en el perfil criminológico de una mujer. Es un delito muy violento, entrega lo que entrega a otra persona, hace desaparecer el cuerpo y monta una mentira para contar a su entorno, cuando las criminales buscan pasar desapercibidas y vivir tranquilas. En cambio, ésta se incrimina a sí misma de distintas formas, desde el cráneo hasta los mensajes de móvil falsos a la familia y amigos de la víctima», explica. «De los casos que ha habido en España, éste es contradictorio».
– ¿Un nuevo perfil de homicida?
– No quiero decir que estemos ante una nueva tipología de criminal femenina, pero sí ante un nuevo elemento emocional a añadir al perfil elaborado hasta ahora.
– Al parecer, mató sin que nadie se diera cuenta y logró mantener siete meses el engaño de que su novio la había dejado. ¿Puede hablarse de una posible asesina eficaz?
– La palabra me gusta: estamos ante una asesina eficaz que ha hecho desaparecer el cuerpo, o se lo ha encargado a alguien, para que no lo encuentren. La planificación y premeditación es absoluta.
– ¿Qué mensaje supone que quería dar con el cráneo en la caja?
– Solo lo sabe ella. Estoy convencida de que sabía para qué la entregaba y que iba a ser abierta. De hecho, dijo una mentira, que contenía juguetes sexuales, que es toda una invitación a la curiosidad. También puede que solo buscara una justificación para que la amiga se quedara con la caja.
– ¿Pudo contratar a unos sicarios?
– Es muy poco habitual que una mujer cometa crímenes violentos en solitario. Lo hace en compañía de otras mujeres o de parejas letales, hombres. Desconocemos si ha sido autora o inductora. Tampoco es tan fácil encontrar sicarios. No se publicitan en 'Milanuncios'. Pero si unos sicarios le hubieran dejado la cabeza en la puerta de casa porque no les pagó o como demostración del trabajo cumplido –cosa que no hacen–, lo normal es que ella la hubiera hecho desaparecer para que no la pillaran.
– Dijo que era el único 'recuerdo' que le quedaba de su pareja.
– ¿Y hace que lo custodie otra persona? No tiene sentido.
– ¿Y cómo... trofeo?
– Tampoco. Eso es típico de los asesinos en serie. El trofeo les resulta importante para revivir de manera cognitiva el momento del crimen. Tiene importancia en las fantasías del hombre, pero no está presente en las mujeres.
Un elemento que sí se cumple en este caso es la cercanía de Carmen Merino, de 61 años, con Jesús Mari, un jubilado de 67 al que conoció hace siete años en la localidad cántabra. «Los hombres son cazadores y salen a cazar a una víctima de oportunidad o previamente definida en su imaginación. Las mujeres, en cambio, son recolectoras. Metódicas. Se toman su tiempo. Matan a sus maridos, hijos, amantes, suegros y a personas que conocen o cuidan, como las 'viudas negras' o los 'ángeles de la muerte'», ilustra Paz Velasco.
La criminóloga destaca que será necesario esperar al final de la investigación para conocer la causa del asesinato. «Hasta que la acusada declare y sepamos qué tipo de relacion mantenía con su novio no la sabremos: por lucro, porque él ya le estorbaba, porque había iniciado otra relación o porque él quería hacerlo con otra mujer y no lo soportaba. A los psicópatas les embarga un narcisismo absoluto».
Psicópata. Velasco es especialista en su estudio. Ha analizado muchos crímenes y a sus autores. Una de las cuestiones que más le interesa son las cosas que suceden a partir del hecho violento. «Que esta mujer siga con su vida normal es un rasgo característico de las psicopatías. Ella misma normaliza el hecho».
– ¿Qué le dicen los mensajes de móvil haciéndose pasar por Jesús Mari?
– Si piensas que Jesús Mari se ha ido de casa y no sabes si está vivo o muerto, desde luego no te haces pasar por él. Su sangre fría es espeluznante.
– Tampoco ha revelado dónde permanece el cadáver.
– Los psicópatas disfrutan humillando y viendo a otras personas sufrir. Puede que el asesino de Marta del Castillo esté disfrutando de la notoriedad de no comunicar dónde está su cuerpo. Pero eso no encaja aquí porque las mujeres asesinas no quieren popularidad. Quizá se diga 'no voy a hablar de algo que no me importa', aunque sabe que ha hecho daño a muchas personas que se preguntan: '¿Por qué?'
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