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Revilla, 40 años para conquistar la cima
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El líder regionalista, que ha gobernado con el PP y el PSOE, a sus 76 años logra hacer cumbre con el PRCConsuelo de la peña
Santander
Sábado, 29 de junio 2019, 08:43
Desde la altura de sus 76 años, de ellos más de cuarenta dedicados a la política, Miguel Ángel Revilla confesaba en la sesión de investidura ... que le ha encaramado a su cuarto mandato como presidente de Cantabria, que ha recibido «cornadas en todos los sitios», en alusión a las múltiples promesas incumplidas y «tomaduras de pelo» de aquellos que ostentan el poder en Madrid y tienen la llave de las inversiones para la región. Si Revilla se despoja del traje de luces de la política podría mostrar las cicatrices del ejercicio del poder y también las costuras de los años en la oposición, porque, como dijo Giulio Andreotti, «no desgasta el poder, lo que desgasta es no tenerlo».
Y Revilla lleva acumulando cada vez más mando. Tal vez por eso, siguiendo el silogismo de 'Il Divo', el regionalista luce una sólida salud en lo político. En lo físico, su deterioro no salta a la vista. Va toreando como puede esos achaques que le llevan de vez en cuando al Hospital Valdecilla y que invoca en público cada vez que se acerca una convocatoria electoral para sembrar una duda razonable sobre su continuidad. Un clásico, porque el veterano político, que terminará esta legislatura con 80 años, parece gozar de una mala salud de hierro.
Desde aquel año 1976 en que fundó la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), germen dos años después del Partido Regionalista de Cantabria, hasta ahora, cuando ha tocado la cima del Everest de la política para convertir al PRC en el partido hegemónico, Revilla se ha mantenido fiel a sí mismo, tanto en sus ideas como en su fisonomía. Su ideología es «hacer cosas»; su programa, «el sentido común». Lo importante es ser natural. «Yo siempre he sido así», repite. En estas cuatro décadas ha echado arrugas y pinta canas, pero mantiene intacto su sempiterno bigote y no ha perdido un pelo de su coronada cabellera. Es la envidia de los calvos.
Cuando en 1983 se estrenó como diputado en la entonces llamada Asamblea Regional, el regionalista ya presentaba ese prominente mostacho que le ha adornado hasta ahora, y creaba cortinas de humo con su habano, como hoy. Esos años Revilla fue fraguando el regionalismo entre la población cántabra, a la vez que escalaba peldaños en el poder político. Conoció también las tentaciones de la corrupción. En su libro 'Ser feliz no es caro' cuenta cómo en 1987 quiso corromperlo un empresario de Cantabria. Denunció la fechoría en una rueda de prensa pública en la que repercutió su primer lanzamiento al estrellato.
Dotado de grandes habilidades en el arte del posibilismo, su oportunidad le llegó en 1995, cuando con seis diputados, el PP le ofreció un pacto de Gobierno para quitarse de en medio a Juan Hormaechea y a su partido, la UPCA. José Joaquín Martínez Sieso le entregó en bandeja de plata la vicepresidencia y la consejería de Obras Públicas. Cuatro años después reeditaron el pacto y Revilla asumió las mismas responsabilidades.
Presume el dirigente de que en esas dos legislaturas construyó 2.200 kilómetros de carreteras hasta conseguir «la mejor red de carreteras de Cantabria», una gesta de la que se jactó el jueves, en su última investidura.
Esos réditos le valieron al PRC dos diputados más en la siguiente legislatura. Ya eran ocho parlamentarios, el 20% de la Cámara regional. Esa legislatura Revilla demostró que para gobernar no hace falta ganar las elecciones. Aunque el PRC era la tercera fuerza política, por detrás del PP y del PSOE, se dejó querer por los socialistas, o los complacía sobremanera participando en un mitín de la campaña presidencial que Zapatero terminó ganando en 2008. Así, el líder regionalista se hizo con el cetro del mando en 2003. El entonces secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, le regaló la presidencia para quitársela a los populares. En los comicios de 2007 y 2015 el PRC fue ya la segunda fuerza política y Revilla continuó siendo presidente.
Para entonces el líder regionalista ya era un personaje familiar en los hogares y una referencia catódica en cuestiones de audiencia. Andreu Buenafuente lo reclutó en La Sexta, como luego hizo Ana Rosa Quintana en Tele 5, la misma cadena que le proporcionó un programa televisivo, 'Este país merece la pena', un formato indicado para exagerar su identificación con los españoles currantes. Su virtuosismo frente a las cámaras se ha consagrado en programas como 'El Hormiguero' o 'La Sexta Noche'. Revilla siempre ha tenido la facultad de expresar lo que piensa con palabras más llanas que esdrújulas y decir lo que la gente quiere escuchar, sin miedo a meterse con Angela Merkel, llamar 'Juancar' al Rey emérito o chismorrear en público sobre la boda real del actual monarca. Es un actor genético y vocacional extraordinario.
Pero en estos años como presidente de Cantabria exhibe sonoros fracasos, sobre todo en materia de infraestructuras. El AVE a Cantabria sigue siendo una deuda pendiente y por lo que más «corneado» ha sido. El pasado 26 de mayo, después de toda una vida escalando, Revilla hizo cumbre. Consiguió ganar las elecciones autonómicas y convertir el PRC en el partido hegemónico de Cantabria.
«¿Qué huella ha dejado usted? Ninguna», le reprochaba la popular Sáenz de Buruaga hace dos días en el Parlamento, y el presidente le recordó El Soplao. El regionalista tiene otros cuatro años por delante para conquistar nuevas cumbres. O no.
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Ana del Castillo
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