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Hace ya mucho tiempo que Miguel Ángel Revilla está acostumbrado a tomarle la temperatura al PSOE de Cantabria cuando la ocasión lo requiere. Al menos desde que en 2003 José Luis Rodríguez Zapatero consintió en hacerle presidente del Gobierno autónomo cuando el PRC era ... el que tenía menos escaños en el Parlamento regional. Revilla ha compartido el Ejecutivo de coalición con Lola Gorostiaga, ocho años, y con Eva Díaz Tezanos, los dos últimos, en una alianza que se ha saldado con un crecimiento del regionalismo tan notable como el declive del PSOE, y durante todo ese tiempo ha sido también el principal interlocutor en Cantabria de Zapatero, de Alfredo Pérez Rubalcaba y de Pedro Sánchez. Ahora Revilla es árbitro y beneficiario de la guerra socialista entre las facciones de Pablo Zuloaga y Eva Díaz Tezanos.
Zuloaga y su nuevo equipo dirigente han sido convocados por el PRC a revisar el pacto suscrito al comienzo de la legislatura, un trámite que en realidad ni siquiera era imprescindible ya que los cambios planteados se circunscriben a la esfera socialista del Gobierno. O también podría haber discurrido de un modo discreto y sin ruido. Pues ni una cosa ni la otra. El PRC ha preferido una negociación en toda regla, con focos y altavoces. No sólo inclina a su favor el nuevo pacto con el PSOE. También logra que se vea esta vez quién manda en el Gobierno, cuál es el partido sólido con 12 diputados y cuál es el que tiene sólo cinco y además acusa la debilidad añadida de una tremenda división interna.
El PRC le ha apretado las tuercas a sus socios con un vigor muy poco caritativo. En el inicio de la faena, Revilla le ha frenado a Zuloaga su principal urgencia, el relevo de Ramón Ruiz por Francisco Fernández Mañanes, hasta que no le diera garantías de estabilidad en la Consejería de Educación, en el Gobierno y en el Parlamento.
Y desde luego, hasta que no se acordase el nuevo pacto que permitirá al PRC manejar más dinero en el presupuesto del año preelectoral de 2018, y sin la resistencia que opuso Díaz Tezanos y su equipo en la negociación de las cuentas del año en curso que el Gobierno no fue capaz de aprobar hasta dos meses después de la fecha límite del 31 de diciembre.
De paso, un portazo en las narices de los negociadores socialistas con el rechazo al traslado de Sodercán desde el área de gestión de la vicepresidenta Díaz Tezanos al departamento de Economía que dirige Juan José Sota, precisamente el consejero menos querido por los regionalistas. Bueno, Sota también estaba entre los primeros de la ‘lista negra’ del nuevo PSOE hasta que se reubicó a favor de obra.
Sodercán es una piedra en el zapato que aflige al PRC desde que se repartió el Gobierno con el PSOE tras las elecciones de 2015. En aquella negociación, las grandes empresas públicas merecieron un capítulo poco conocido. El PRC pudo integrar Sodercán en su Consejería de Industria, pero entonces debía renunciar a Cantur. Puestos a elegir, se quedó con la empresa turística que ya había colonizado durante la larga etapa de Javier López Marcano. Ahora, si no puede hacerse con Sodercán, que se quede donde está.
Mientras Zuloaga y su equipo calculan las dosis de firmeza o de flexibilidad que les conviene utilizar para salir bien parados de los difíciles trances de estos días, sus adversarios también maniobran mañana, tarde y noche, y celebran las dificultades de los nuevos dirigentes para cerrar la crisis y para acabar con Díaz Tezanos y con sus opciones de plantear una revancha en las primarias preelectorales de 2019.
A la vicepresidenta le corresponde técnicamente ejecutar el mandato del partido y proponer los ceses de Salvador Blanco en Sodercán y de Rosa Inés García en Mare acordados por la ejecutiva, y el nombramiento de sus sucesores, ya que preside los consejos de administración de ambas empresas públicas. Pero ya ha anunciado que no cesará a sus altos cargos. Un órdago a la grande que no deja a Zuloaga y a su ejecutiva una salida más airosa que la de exigir el cese de Díaz Tezanos y cruzar los dedos a ver qué dice Revilla.
El nuevo PSOE ha buscado el apoyo del presidente del Gobierno en el conflicto interno, pero de momento no ha sido nada generoso. Para darle más emoción, los regionalistas dejan correr la especie de que sus representantes en el Ayuntamiento de Bezana sólo necesitan un gesto del gran jefe para empezar a moverle la silla al alcalde Zuloaga en el momento más propicio. Los partidarios del secretario general prefieren interpretar que si Revilla no le da un buen trato es porque lo juzga un adversario más potente de lo que hasta ahora han sido Gorostiaga o Díaz Tezanos.
Más allá de quién se lleve el gato al agua en la crisis interna, la imagen que ofrece el PSOE de Cantabria es la de un partido roto en dos mitades y más que nunca hiperdependiente de Revilla, que en estos días tan pronto pide la paz de en el PSOE como echa sal en la herida. El PRC y su líder no tienen la culpa de la fractura socialista, ni de las que sacuden a los demás partidos, pero naturalmente intentan sacar provecho a todas ellas en su objetivo de ganar las elecciones de 2019.
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