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«¡Y es que las dos hacen unaaaa, y es que no existe fronteraaaa, entre mi vida y la tuyaaaa, entre Asturias y mi tierraaaa!». Eso cantaban a voz en grito y abrazados, hace unas semanas, en Colombres, los presidentes asturiano y cántabro, con ... Miguel Ángel Revilla marcando el compás como un director de orquesta. La imagen, que inevitablemente acabó en las televisiones, llegó a ser interpretada por los expertos multidisciplinares de las tertulias como ejemplo a seguir, por lo infrecuente, en el panorama cainita de la política española: es mucho más habitual ver a dirigentes como ellos, de distinto credo político, repartiéndose leña.
Sin alcanzar esas cumbres filosóficas, sí puede decirse que la relajada escena constituye una prueba concluyente de la buena sintonía -hay quien, exagerando, lo califica de 'idilio'-, entre Barbón (PSOE) y Revilla (PRC), fraguada a base de encuentros, colaboraciones e intereses comunes entre ambos gobiernos regionales. El último capítulo es bien reciente: Adrián Barbón estuvo en Santander este pasado martes para asistir, junto a su homólogo montañés, al concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en el Palacio de Festivales.
Antes de analizar cómo se ha ido fraguando esa relación de amistad y camaradería entre ambos, habría que hacer un apunte: cualquier cántabro sabe que su presidente es dado a los arranques apasionados, y, por decirlo de alguna manera, también de abrazo fácil. Eso sí, es igual de impulsivo en sus desengaños, y no duda en ajustar cuentas a posteriori en sus libros y en sus apariciones en la pantalla. Todos le han visto echando flores al paso del rey Juan Carlos -al que ahora llama 'el fugao'-, cantando alabanzas del breve dueño del Racing Ahsan Ali Syed -«un pufista»-, y riéndole las gracias a Pepiño Blanco en sus tiempos de ministro -después, «un mentiroso absoluto»-. Confiemos en que no sea este el caso.
Asturias y Cantabria comparten una serie de características y, sobre todo, unas necesidades comunes, que les han ido acercando para poder unir fuerzas en sus reivindicaciones: el problema del despoblamiento, la gestión del lobo y la necesidad de una financiación autonómica por servicios y no por población, son algunos de los grandes asuntos que figuran en las agendas del Principado y del Ejecutivo cántabro, y que han propiciado reuniones y colaboración. Hay también, por supuesto, una vecindad, un paisaje, unas tradiciones y una historia compartidos -Revilla ya ha intentado convencer a Barbón de que Don Pelayo, en realidad, era de Cosgaya-.
Pero a todo esto le faltaba la chispa: a esta serie de encuentros institucionales han seguido otros de carácter más privado: Barbón ya ha estado en Polaciones, el pueblo natal de Revilla, un par de ocasiones, con el presidente cántabro como inevitable cicerone, y este, a su vez, ha devuelto la visita para conocer Laviana, lugar de origen de Barbón. Allí les presentó a sus padres a Miguel Ángel Revilla y a su mujer, Aurora Díaz.
«De hermanos», califican uno y otro la amistad que les une, a la vez que, hábiles como son, aprovechan cualquier ocasión para caer bien a los potenciales votantes vendiendo la idea de una «política de personas normales», entre bocados de anchoa y queso azul.
Revilla es, por su veteranía y manejo de la calle, quien lleva la voz cantante. Cerca ya de cumplir los ochenta, casi dobla en edad a «este chavalín» de 42, a quien augura un brillante futuro, con mayoría absoluta asegurada en las próximas elecciones e incluso con opciones de suceder a Pedro Sánchez: «No quiero meterle en un lío, porque promocionas a alguien y dentro de casa te cortan el cuello. Pero de lo que yo conozco, no veo otro».
De momento, el buen rollo sigue, con la canción 'No existe frontera', del grupo cántabro Güeyos, como banda sonora. «Me siento como si nada si paso el puente de Unquera», dice la letra. Justo lo que le sucede a Revilla.
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