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Difícilmente la interpretación más desgarradora de Chavela Vargas pudo resultar tan conmovedora como la ranchera que Miguel Ángel Revilla le cantó –bastante mal, como él mismo había advertido antes– a su mujer en su última aparición en 'El Hormiguero'. Hay que explicarlo un poco más: ... minutos antes, el presidente cántabro había revelado que ella, Aurora Díaz, lleva tiempo peleando con un cáncer de colon. Contó lo mal que lo estaban pasando, el calvario de su operación, la quimio... Y dijo también que Aurora es el amor de su vida. Y ahora sí, que empiecen a sonar los violines.
Revilla tiene la habilidad de resultar sincero cuando habla: su forma tosca de expresarse –cuando quiere–, la forma en que simplifica cualquier cuestión y la traduce a un lenguaje corriente y su maña para que las verdades del barquero parezcan fruto de sabias reflexiones, han hecho de él un personaje popular, que funciona de maravilla en televisión. Mientras otros políticos hablan como abogados, él lo hace como un vecino, y eso la gente –en general– lo agradece.
Que sus apariciones se cuentan por éxitos lo saben de sobra los responsables de las cadenas de televisión: eso explica sus 31 intervenciones en 'El Hormiguero', las catorce que tuvo con Buenafuente, las cuatro que suma en los programas de Bertín Osborne y otras tantas con Jesús Calleja o José Mota.
En esta última visita al espacio de Pablo Motos, arrasó en audiencias en 'prime time': casi tres millones de espectadores (2.941.000, exactamente) asistieron a la confesión de sus penas y a su declaración pública de amor. Traducido a cuota de pantalla, se llevó el 19,1%. En su minuto de oro, justo en el momento en que sonaba 'Pa' todo el año', reunió delante de las pantallas a 5,8 millones de personas.
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Para hacerse una idea del éxito del programa solo hay que ver la diferencia que marcó respecto al segundo más seguido: la tormenta hormonal de la sexta entrega de 'La isla de las tentaciones', en su estreno, 'solo' pudo reunir ante la pantalla a 1.583.000 televidentes, el 14,3%.
La verdad es que Revilla no deja indiferente a nadie, un amplio abanico entre quienes sienten admiración y simpatía por él –cada año, en la encuesta que realiza Mahou, es la persona elegida por los españoles como compañía ideal para tomarse una caña–, y quienes, directamente, sienten vergüenza ajena cuando le ven abrir la boca.
En esta ocasión, el debate vuelve a estar abierto: ¿ha hecho bien dando a conocer la enfermedad de su mujer? Las redes sociales se han llenado de mensajes de apoyo y cariño, aunque también hay quien cree que la televisión no es el mejor lugar para airear estos asuntos. «¿Y por qué no voy a contarlo? –se pregunta Revilla–: a mí me parece bien cuando un famoso dice que tiene cáncer, porque así anima a muchísima gente a que lo asuma. Es algo que le ocurre a todo el mundo. Antes, la palabra cáncer era sinónimo de muerte, y ahora supone afrontar una lucha que en la mayoría de los casos sale bien. La Sanidad cuenta con muchos medios y nosotros tenemos un Valdecilla con las mejores terapias. A estas alturas y con ochenta años, me da exactamente igual lo que se diga: yo tengo muy claro que he aprovechado la televisión para hacer de Cantabria la región más conocida de España. Yo ya sé adonde voy, a lo que voy y por qué voy».
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