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ángela casado
Viernes, 7 de septiembre 2018, 08:41
Han sido muchos los valientes que han intentado pronosticar la meteorología para los meses de verano en Cantabria. Aemet, la fuente más fideligna para la mayoría de la población, ha resbalado en más de una ocasión –demasiadas, según algunos hosteleros–, lo que ha animado a terceros a desarrollar sus propias predicciones.
Angelines Nestas, conocida como la cabrera de Cervatos, daba un paso adelante a finales de junio con su vaticinio, asegurando que «no suele fallar» como garantía de éxito. También el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, Antonio Luca de Tena –editor del Calendario Zaragozano– y un apicultor de Corconte, José Manuel Álvarez, quisieron aportar su sabiduría popular con el fin de determinar, de una vez por todas, qué deparaban los meses de julio y agosto. Cabe decir que ninguno acertó al 100%.
A mediados de junio parecía mentira que el verano fuese a llegar en cuestión de días. Las nubes y las lluvias apenas permitían el paso de los rayos de sol y la temperatura tampoco acompañaba. Aemet aseguraba algunas jornadas agradables que no terminaban de llegar, por lo que este periódico decidió consultar a expertos que se basaban en tradiciones y «sistemas antiguos», que confiaban en pronosticar el tiempo «como se había hecho toda la vida».
A diferencia de la Agencia Estatal de Meteorología, ellos aseguraban que lo que sucediese en una jornada concreta definiría el tiempo de los siguientes tres meses. La cabrera de Cervatos se decantó por la negatividad. Sus métodos determinaron que no iba a hacer calor, ni cielos despejados y que, en el caso de que alguna mañana amaneciese azul, no tardaría en nublarse. El mensaje de Álvarez distaba poco del suyo. Los pronósticos de ambos fueron bastante fieles a lo que ocurrió en julio, pero patinaron con agosto.
El Calendario Zaragozano no arriesgaba demasiado. En sus páginas podía leerse que se sucederían cielos claros, que el calor aumentaría pero que también acontecerían nubes y tempestades. No se equivocó si se tiene en cuenta que, a lo largo de dos meses, lo habitual es que el cielo presente todo tipo de escenarios. El 23 de junio Revilla sentenció que «este año, fifty-fifty». Y no pudo tener más razón. Mientras julio dejó 27 largos días de agua, agosto se ha desarrollado con cielos despejados, excepto cuatro días. Y no es una forma de hablar. El presidente ha demostrado que, más allá de ciencias, el tipo de viento que sopla durante la madrugada de San Juan es lo que determina la meteorología de los siguientes 90 días.
El «fifty-fifty» no da lugar a discusión. En julio, las inundaciones y las tormentas eléctricas se sucedieron en diferentes puntos de la región. También hubo agua. Mucha agua. Parecía diciembre y quitó la esperanza a todos los hosteleros, que veían cómo las reservas se cancelaban cuando los turistas miraban el pronóstico del tiempo. «Será imposible remontar las cifras», aseguraba entonces el presidente de Hosteleros de Cantabria, Ángel Cuevas. El director de Cantur, Javier Carrión, directamente lo calificó como «desastroso». En Santander, por poner un ejemplo, cayó el triple de agua de lo habitual –240 litros por metro cuadrado, frente a la media de 85–.
Pero la llegada de agosto dio un giro de 180º, meteorológicamente hablando. La primera semana estuvo protagonizada por una ola de calor que alcanzó los 35,5º y, una vez superada, las temperaturas se han mantenido entre los 20º y los 30º. Ni rastro de precipitaciones. La primera semana de septiembre ha mantenido la buena racha, aunque el fin de semana se presenta con lluvias. Aunque se estima que será un mes agradable, habrá que esperar a octubre para determinar si se cumple el pronóstico. Y quién acierta.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Mada Martínez | Santander
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