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Hay médicas, profesoras, profesionales de la limpieza o de la Administración. «Somos o hemos sido todas –porque ahora algunas estamos jubiladas– mujeres trabajadoras», expone Charo Díaz, la portavoz en Cantabria del colectivo Revuelta de Mujeres en la Iglesia. Se reúnen a menudo, comparten lecturas, voluntariados ... o excursiones, se identifican con la «corriente feminista» y, además, dedican tiempo a debatir sobre el papel de la mujer en el ámbito eclesial. Entienden que es un papel «injustamente» raquítico y, por esa razón, y tal y como dice el nombre del grupo, estas mujeres exigen cambios «para defender la dignidad y la igualdad de las mujeres en la Iglesia».
«Decimos basta a ser invisibles y silenciadas», reza uno de los puntos del manifiesto que leerá el colectivo ante la Catedral de Santander este domingo, a partir de las 13.00 horas. Las concentraciones se repetirán en otras ciudades de España para que lleguen a oídos de todos los Obispados. También pretenden llenar los accesos a los templos de calzado, una forma de denunciar que la Iglesia «no se ha puesto en los zapatos de las mujeres» y también de señalar las violencias y las discriminaciones que sufren, resume Díaz, que confía que la capital cántabra responda a la llamada de la asociación.
En Cantabria «no somos muchas» –ahora las doce integrantes del grupo tienen condición laica, si bien en el pasado participaron también religiosas–, pero a juzgar por el discurso ágil de su portavoz parecen sobrarles las reivindicaciones. La función de la mujer en la Iglesia «no puede limitarse» a limpiar la parroquia, a practicar cuidados o a impartir la catequesis, enumera Díaz con rapidez. Así lo recoge su manifiesto, elaborado con motivo del 8-M:«Somos mayoría en las tareas de voluntariado, en las celebraciones religiosas, como catequistas, en los consejos parroquiales... Son incontables las congregaciones religiosas que trabajan día tras día por el derecho de los más vulnerables. ¿Quién constituye una parte importante de la Iglesia en el siglo XXI? ¡Nosotras!».
Reivindicarse y reclamar cambios motivan, por tanto, su revuelta. ¿Qué piden? «Muchos pueden pensar que solo se trata de la misa, pero no es solo eso», aclara Díaz. Hay reclamaciones que van desde lo más básico –participación, visibilidad o erradicar la «discriminación»– a cuestiones como el sacerdocio, el «liderazgo compartido» de la Iglesia «entre laicos, laicas, personas consagradas y presbíteros», o el papel de las teólogas o las formadoras de los seminarios, según recoge el manifiesto de Revuelta.
El colectivo, que hace una lectura crítica de la tradición y las escrituras, identifica «algunos gestos» en la Iglesia en pos de la igualdad «en determinados espacios eclesiales», pero los ven «insuficientes». Además, tal y como sostiene Dñiaz, no es entendible que la Iglesia le niegue un mayor lugar a las mujeres cuando hay parroquias al borde «de echar el cierre y sin gente joven».
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